El artista en el laboratorio. Xavier Duran

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El artista en el laboratorio - Xavier Duran Sin Fronteras

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sin-fronteras.jpg Director de la colección: Fernando Sapiña Coordinación: Soledad Rubio

      Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente,

      ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información,

      en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico,

      electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

      © Del texto: Xavier Duran, 2008

      © De la traducción: Coral Barrachina, 2008

      © De la presente edición:

      Càtedra de Divulgació de la Ciència, 2008

       www.valencia.edu/cdciencia

      [email protected]

      Publicacions de la Universitat de València, 2008

       www.uv.es/publicacions

      [email protected]

      Producción editorial: Maite Simón

      Interior

      Diseño: Inmaculada Mesa

      Corrección: Pau Viciano

      Cubierta

      Diseño original: Enric Solbes

      Grafismo: Celso Hernández de la Figuera

      Realización de ePub: produccioneditorial.com

      ISBN: xxx-xx-xxx-xxxx-x

      PRÓLOGO

      Ciencia y estética

      El espejo es nuestro maestro.

      LEONARDO DA VINCI

      Hay pocas ocasiones de comprobar las conexiones entre los avances científicos y la evolución artística. Ciertamente, muchos de estos avances han surgido a lo largo del tiempo ligados a descubrimientos de orden material, físico o químico. Siempre me ha sorprendido la relación que la pintura a plein air y, de rebote, el impresionismo mantienen con la industrialización y comercialización del tubo de pintura que permite al artista trabajar fuera del taller y hacer una incursión directa en la naturaleza.

      La evolución del arte tiene mucho que ver con el progreso de los descubrimientos científicos. Este desarrollo evolucionista y darwiniano aplicado a las artes es el que Xavier Duran refleja en este libro, que sintetiza de forma breve y demostrativa el viaje que la ciencia hace hacia el arte y que el arte hace hacia la ciencia, como una cinta de Moebius, que no tiene principio ni final.

      El artista en el laboratorio es una crónica de esta evolución, un pasaje que une el sentido del arte a las inquietudes científicas de cada época y a cada pequeño descubrimiento. Gracias a estos hallazgos, el arte ha ido avanzando desde las cuevas de Altamira y Lascaux hasta nuestros días. Cada página del libro nos revela un secreto, un porqué, pero el hecho de desvelarlo y hacerlo asequible no reduce en ningún momento el hecho poético, al contrario, lo potencia y lo hace crecer en el contexto de la realidad de cada época.

      La primera parte del libro, dedicada al color y la materia, constituye un laboratorio material de la historia del arte, donde se dan a conocer desde los métodos de la química más rudimentaria y sencilla hasta el origen mineral de los pigmentos, la teoría de los colores, el control de las materias, las leyes ópticas, las nuevas aportaciones de la química a la pintura, las nuevas técnicas de reproducción y, también, el advenimiento de las pinturas industriales y el avance en las radiografías que ha permitido descubrir los cuadros escondidos que hay en algunos cuadros famosos, así como las falsificaciones encubiertas.

      La evolución de los materiales y de la ciencia que la acompaña demuestra que es un factor intrínseco para el progreso del arte y también del hombre y la humanidad. Sin el descubrimiento del aceite como aglutinante, nunca se habría pasado de la pintura al temple de huevo a otro tipo de pintura más luminosa, basada en capas superpuestas, como lo demuestra la pintura de los Arnolfini de Van Eyck.

      Si el recorrido del libro evidencia que los materiales son básicos para establecer una gramática de la creación, la segunda parte se adentra precisamente en los sistemas de representación, en las diversas visiones del mundo que se encuentran en procesos más abstractos, como la geometría, la euclidiana y la no euclidiana, que promueve un matemático como Henri Poincaré, las proporciones áureas, la geometría del arte y la vida, el humanismo matemático, la deformación del espejo manierista, las proporciones armoniosas de Fibonnacci, las cámaras oscuras como precedente de las cámaras fotográficas, un orden en el espacio que es analizado desde los efectos de la geometría analítica de Descartes hasta las estructuras fractales que se esconden en los cuadros de Pollock.

      No hay método o descubrimiento que no salga en este recorrido de Xavier Duran, que también estudia los tratados de anatomía, las vinculaciones entre el arte y la medicina, la nueva mirada que ha ofrecido el descubrimiento del microscopio, la relación entre las nuevas ciencias médicas, como el psicoanálisis y el surrealismo, sin olvidar la especial relación que algún artista excepcional como Salvador Dalí tuvo con la mecánica cuántica, la cuarta dimensión, la teoría de las catástrofes o el descubrimiento del ADN.

      A lo largo del siglo XX, el paralelismo entre arte y ciencia ha encontrado en el modelo maquinista la metáfora del progreso vital y científico. Sobre el antecedente de Leonardo, el arte ha pintado la industrialización, el ferrocarril, se ha maravillado frente a la máquina de vapor a punto de arrancar que inspiró a André Breton el modelo de belleza convulsa que quiso imponer al surrealismo. Un modelo maquinista que se desgrana por las principales corrientes pictóricas y escultóricas de las vanguardias, desde el futurismo y el cubismo hasta el suprematismo y el constructivismo ruso, que lo convierte en su utopía. Pero también la máquina como modelo erótico, que empieza en la literatura de finales del siglo XIX, con Roussel, Jarry, Lautréamont, Huysmans, y termina en el arte de la mano de Marcel Duchamp, Francis Picabia o Max Ernst. Arte y ciencia, hombre y máquina viven inmersos en la ironía del maquinismo humanista, máquinas negadas a su funcionamiento, máquinas solteras destinadas solamente a demostrar que el arte ha cambiado de patrón y que la naturaleza ha dejado de ser el modelo de belleza para dejar paso definitivamente al artificio.

      Más allá del maridaje entre arte, ciencia y pensamiento, este libro muestra cómo el espíritu de descubrimiento es inherente al ser humano, a su evolución y a sus formas de expresión. Es un viaje de ida y vuelta desde la base de los conocimientos científicos, especialmente de orden físico, a la aplicación que han tenido en el arte y sus resultados artísticos y, al mismo tiempo, demuestra que el imaginario encuentra en la ciencia y sus hallazgos los instrumentos para hacer posibles nuevos lenguajes. La lectura de ocho cuadros de acuerdo con el espíritu demostrativo y divulgativo del libro sirve de epílogo, y cierra un proceso de síntesis que invita al lector a adentrarse en los secretos del laboratorio del artista y a correr millas

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