La nueva radio 3ª Ed.. Iván Tenorio Santos
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Pero quizás lo más revolucionario sea que por primera vez en la historia se puede hacer radio sin necesidad de licencia alguna, a diferencia de las otras formas de transmisión por ondas, que necesariamente dependen de operadores con licencia administrativa, es decir, empresas concesionarias. Esta nueva transformación de plena interacción de radio e Internet permite, por tanto, que cualquier persona se convierta en medio de comunicación, pues con tener un dominio propio y su correspondiente site o, simplemente, con un blog, ya está hecho.
Se trata, pues, de acercar los conocimientos profesionales radiofónicos, hasta ahora limitados a quienes trabajaban en una empresa de radio, a todas las personas que deseen comunicarse por Internet mediante la utilización del sonido (la palabra y la música, esencialmente), de manera que descubran las posibilidades del lenguaje radiofónico; así como reciclar a los profesionales actuales del medio radio en el manejo de la nueva Web 2.0, usando así, los blogs, wikis, RSS, Pódcasting, streaming, e-learning, etc.
Hay que hablar del nuevo radiofonista como un profesional que sabe conjugar las posibilidades tradicionales del medio radiofónico con las que ofrece Internet.
Ser radiofonista es ser profesional de radio en estado puro. No es inventar un nombre porque sí, es recuperar el nombre que ya existía en la mejor época de la radio española para denominar a quienes trabajaban en la radio, locutores, técnicos de sonido, realizadores, etc. Las emisoras-escuelas de Radio Juventud fueron la cantera de muchos de los grandes nombres de la radio española en donde muchos jóvenes cursaron los estudios de radiofonismo que había desarrollado Aníbal Arias.
De Aníbal Arias Ruiz, autor del libro Radiofonismo (1955), se puede decir que es el primer gran teórico de la radiodifusión española. Fue director de la primera escuela de profesionales de radio, Radio SEU, y un defensor a ultranza de sus postulados, tal y como recuerda el veterano maestro Matías Prats: “El ya desaparecido Aníbal Arias, propulsor de aquella Radio Escuela de la calle Diego de León, en Madrid, mantenía batallas constantes, aunque incruentas, a favor de un arte nuevo, el radiofonismo, que nada tenía que ver con el periodismo convencional, pues otros eran sus fundamentos técnicos y otras sus formas de expresión” (revista Antena, 1996).
La clave para recuperar el buen hacer profesional en la radio actual pasa por conseguir dos objetivos: primero, obtener una conciencia profesional mediante la asociación de los profesionales de la radio, para que sean ellos quienes influyan en el modo de hacer radio y no las empresas; y, segundo, la formación del joven que se inicia en el mundo de la radio como verdadero guardián de los valores de la profesión. Sobre todo, una formación teórica con claros y definidos conceptos profesionales como denominador común, ya no sólo entre los profesionales de diferentes empresas de radio, sino incluso entre los trabajadores de una misma emisora. Se ha de hablar, por consiguiente, el mismo lenguaje, como lo hablan los médicos o abogados, trabajen donde trabajen, es decir, conocer el lenguaje del medio y las posibilidades técnicas y artísticas que ofrece para hacer, en equipo, un producto mejor.
Para conseguir estos objetivos, primero, es necesario volver a apostar firmemente por defender y divulgar estos nombres: radiofonismo, como sinónimo de profesión radiofónica; radiofonista, como profesional de la radio.
Jorge Álvarez
Presidente y fundador de la
Asociación Española de Radiofonistas (AER)
INTRODUCCIÓN Y ANÁLISIS DEL SECTOR RADIOFÓNICO
Está claro que las cosas están cambiando. No descubrimos nada nuevo, siempre ha sido así. La novedad, en realidad, está definida por los parámetros que gobiernan los cambios, la velocidad en que estos se están produciendo y, sobretodo, la importancia y/o trascendencia de los mismos.
Aquí es donde nos encontramos con una experiencia social sin precedentes hasta la fecha. Por un lado, unos cambios radicales en producción, promoción y difusión, ocurridos en muy poco espacio de tiempo. Y, por otra parte, un proceso realmente novedoso, como la tecnología en la digitalización de las comunicaciones entre los seres humanos con todo lo que ello conlleva. Esto afecta a todos los campos, pero si nos centramos en la comunicación radiofónica debemos hablar de una auténtica revolución. Una revolución que marca unas nuevas reglas, ofreciendo un panorama diferente a todo lo conocido hasta ahora, tanto en la elaboración de contenidos como en la programación, promoción y difusión de los mismos.
Estos cambios marcan unas pautas en el comportamiento de consumo que no están definidas por las grandes empresas, sino por los usuarios finales. Estos últimos son los que están creando las nuevas reglas del juego.
En programación, por ejemplo, y como comentaremos más adelante, no basta que un determinado jefe de programación decida lo que el consumidor quiere escuchar. Es ahora el consumidor quien realmente decide lo que quiere escuchar, cuándo y cómo.
♦Lo que quiere: el tipo de programa, el estilo musical o el comunicador preferido. Puede escoger entre una amplia variedad de contenidos a disposición del usuario. Con el condicionante de que si no encuentra lo que busca, siempre podrá realizarlo él mismo convirtiéndose en creador y productor de nuevos contenidos. No olvidemos que la capacidad de crear del ser humano es innata, este comportamiento forma parte del mismo instinto de supervivencia de la especie.
♦Cuándo: podrá escuchar el programa seleccionado cuando quiera. El programa no está sujeto a unos horarios determinados, puesto que los contenidos, si queremos que nuestro mensaje llegue al máximo número de individuos posible, deberán estar a disposición del usuario en el momento que éste decida escucharlo y en los distintos formatos estándar de mercado, definidos a su vez por las costumbres más populares de consumo.
♦Cómo: una vez superado el límite marcado por la localización física de las fuentes, a través de los dispositivos móviles, son los usuarios o consumidores quienes deciden donde escuchar el programa según sus intereses: playa, coche, casa, caminando o tumbados en el parque. Tanto en solitario como en grupo. Y éstos, a su vez, aprovechando nuevas formas de comunicación como, entre otras, las redes sociales de internet, podrán ser pequeños o grandes colectivos, con lo cual se cerraría un círculo, hasta la fecha monopolizado por los grandes entes mediáticos.
Una situación incómoda
Los grandes grupos mediáticos, necesarios, por otra parte, independientemente de nuestra opinión sobre el sistema de consumo en el que nos vemos envueltos, seguirán teniendo el futuro asegurado, ya que todos los contenidos necesitan de una infraestructura y plataformas para poder seguir llegando a los usuarios finales. Además, las grandes empresas dan estabilidad al mercado, asegurando y potenciando, según su capacidad de adaptación, el nacimiento de nuevos contenidos. En todo caso, lo que sí peligrará será el puesto de trabajo de aquellos ejecutivos de despacho que serán obligados a dejar su flamante sillón si no saben adaptarse a todos estos cambios.
Los que quieran mantener su puesto de trabajo deberán ser perfectos conocedores del sector de la comunicación, amantes del medio y visionarios por defecto, y deberán creer en compartir los conocimientos adquiridos en pro de una vocación de servicio y beneficio a la sociedad. Sólo así las empresas serán capaces de transmitir valores positivos con los que el usuario final pueda identificarse y ver reflejados en ellas sus capacidades individuales