El paradigma de la enfermedad y la literatura en el siglo XX. Gonzalo Navajas Navarro
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El caso específico de España participa de estas características comunes y al mismo tiempo revela rasgos distintivos. España ha vivido la división y la conflictividad ideológicas de manera especialmente aguda y dolorosa porque en el país las fuerzas identificadas con el statu quo han poseído un arraigo y poder mayores que los propios de otras sociedades modernas. El compromiso entre los diferentes componentes de la estructura social y cultural española se ha realizado más tarde y de manera más incompleta que en otros países. La época franquista es el periodo en el que se logró un acuerdo y consenso notables entre las fuerzas contrapuestas de la oposición al régimen y en el que se llegó, en el momento crucial de la Transición posterior al franquismo, a un acuerdo pragmático para preservar el equilibrio nacional. No obstante, como se pone de manifiesto en el discurso más reciente, el lenguaje y el estilo político y cultural nacionales no están libres todavía de la violencia ideológica de los demonios familiares colectivos, de modo que sigue latente la amenaza de pasados enfrentamientos, aunque no sea ya factible que desencadenen las confrontaciones devastadoras de otras épocas. La modernidad ha pasado a integrarse plenamente en el país tanto en sus leyes como en sus prácticas de convivencia, pero el inconsciente nacional todavía está afectado y condicionado por los movimientos reflejos de una sociedad en la que los acuerdos comunes continúan siendo difíciles.
Las propuestas que el pensamiento y el arte liberal españoles han presentado históricamente tenían en mente el bienestar y el progreso del país, pero terminaron con gran frecuencia en la decepción o el fracaso. Puede afirmarse que la historia de la cultura española oscila entre la desesperación y la lamentación, y son pocos los momentos de satisfacción general en los que la comunidad nacional opera de manera unificada por encima de la fragmentación y la disensión. Desde una perspectiva actual, ese discurso es crecientemente inviable e irrelevante para el discurso contemporáneo, que se orienta hacia la inclusividad y el acomodo de la diferencia.
Este libro es un intento de comprender las circunstancias y los motivos que históricamente han desviado el discurso cultural español de la normativa general de la cultura moderna, y ver que puede concebirse una alternativa al impasse cultural del país que ha afectado desfavorablemente su evolución a lo largo de la historia. Es más, pienso que, más allá de los avances notables en las áreas de la política y la economía de las décadas posteriores al final del franquismo, el éxito del futuro del país como comunidad equilibrada y poderosamente creativa consiste en la reconfiguración de los parámetros del discurso cultural y, en particular, en su reconceptualización dentro de un lenguaje no fatalista, sino analítico y abierto a la posibilidad de la plena integración de la cultura nacional dentro de unos parámetros más amplios y comprensivos. Integración que no equivale a la disolución o el menoscabo de las cualidades y principios propios, sino a su reescritura para que signifiquen con mayor fuerza dentro del medio cultural internacional.
Con mayor o menor justicia, España ha constituido durante siglos un caso excepcional en la historia intelectual y cultural europea. Lo ha sido en parte por sus errores e insuficiencias intrínsecos a la sociedad e historia nacional. No hay duda de que el país optó con frecuencia por caminos que eran incompatibles con el paradigma del discurso moderno. Al mismo tiempo, es también incuestionable que la época global en la que nos hallamos no favorece las aproximaciones estrictamente locales o nacionales. Solo las comunidades que sean capaces de –preservando sus rasgos fundamentales propios–integrarse decididamente dentro del lenguaje y los medios de la cultura internacional y global podrán avanzar de manera satisfactoria.
La comunidad española ha perdido demasiadas oportunidades en los últimos tres siglos para realizarse de manera plena de acuerdo con los principios y las directrices predominantes en el proyecto de la modernidad. Un modo de prevenir que se repita esa orientación de la historia es que el discurso cultural sea consciente del proceso seguido erróneamente en el pasado y que se adquiera la voluntad de emprender una Aufhebung sintetizadora de las fuerzas culturales del país, de modo que sea la convergencia de esas fuerzas y no su divergencia la que determine su evolución general. La enfermedad nacional ha consistido en los males y vicios colectivos que han afectado a todos los miembros de la comunidad más allá de las responsabilidades individuales. También ha sido un factor, sin embargo, la autopercepción de la comunidad española como una entidad marginal y desconectada del mainstream intelectual y, por tanto, incapaz de la integración en paradigmas que se juzgaban como remotos e inalcanzables –según la versión liberal, desde Larra a Valle-Inclán–o dictados por un otro ajeno e incompatible con el propio país –de acuerdo con la visión tradicionalista, desde Menéndez Pelayo a José María Pemán. La revisión de esa percepción es un factor decisivo de la reconfiguración nacional y ese proceso de recomposición y nueva lectura de la sociedad nacional debe tener como referente determinante una nueva visualización de la historia cultural e intelectual del país.
Mi libro es una reflexión en torno a algunos de los componentes esenciales de la historia intelectual moderna europea y española en particular. Sin duda, el espectro temático que abordo en mi ensayo es extenso y altamente diverso tanto en el tiempo como en su repertorio conceptual. No pretendo abarcar la ingente bibliografía en torno a los numerosos autores y textos a los que me refiero en el libro. Esa tarea, además de imposible, sería vana y podría disolverse en la dispersión y la irrelevancia. He optado por concentrarme en algunos textos y hechos determinantes de la historia intelectual del siglo XX y del incipiente siglo XXI, ubicándolos en un paradigma conceptual que espero contribuya a conferirles una orientación singular y renovadora. Aludo mayoritariamente a la situación cultural española y a sus referentes más destacados, pero integro el medio español dentro del contexto más amplio y definitorio de la circunstancia internacional. España ha estado con frecuencia en los aledaños de ese contexto, pero el desarrollo y la orientación de sus eventos colectivos han estado vinculados a las causas y los condicionamientos generales. Es esa la vinculación que pretendo estudiar y poner de manifiesto, porque pienso que debe contribuir a una elucidación más profunda de la historia intelectual nacional y debe promover una discusión renovada y diferencial de algunos presupuestos consustanciales del discurso cultural actual.
1 Leviathan (Leviatán), es la magnum opus en la que Hobbes desarrolla este concepto del imperativo universal de los vicios humanos como la envidia, el odio y la guerra que, según él, solo pueden ser sometidos no por las leyes de la naturaleza, sino por la imposición de un poder que unifique y coordine los intereses dispersos de los individuos: «To conferre all their power and strength upon one Man, or upon one Assembly of men that may reduce all their Wills by plurality of voices unto one Will» («Conferir todo su poder y fortaleza [de los hombres] a un Hombre o a una Asamblea de hombres que pueden reducir todas las Voluntades por una pluralidad de voces a una sola Voluntad», Leviathan: 120). Mi libro va a argüir que, aunque el siglo XX siguió repetidas veces y hasta el exceso la orientación de Hobbes, también generó voces y discursos poderosos que disintieron de esta opinión y generaron visiones alternativas altamente persuasivas y atrayentes.
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