21 gramos del alma. Enrique Garcés de los Fayos

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21 gramos del alma - Enrique Garcés de los Fayos

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      ÍNDICE

       PORTADA

       PORTADA INTERIOR

       PREÁMBULO

       PRÓLOGO PRIMERO

       PRÓLOGO SEGUNDO

       21 GRAMOS DEL ALMA

       AGRADECIMIENTOS

       CADA DÍA AMANECE

       CRÉDITOS

       AUTOR

      PREÁMBULO

      Recuerdo perfectamente el día que te fuiste, Eva. Estaba trabajando sobre mi Tesis Doctoral. Llegó un correo electrónico comunicando que nos habías dejado. No lo dudé un momento. Le dije que me iba, que quería despedirme de ti. Él, que me conocía más que nadie, no trato de argumentar que quizá no tenía mucho sentido recorrer los 150 km que nos separaban. Sabía que iría dijera lo que dijera. No era una decisión. Era un impulso que ahora entiendo que nos conectaba de alguna manera. Quizá el inicio de lo que años más tarde supondría una unión trascendental que va más allá de las dimensiones, que nuestra limitada capacidad, entiende que existen.

      Recuerdo al llegar que se respiraba una extraña paz. Y cuando ví a Quique supe que esa paz era la que él transmitía, la que tú le habías dejado. Allí estaba, consolando a todo el mundo. Sonriendo, sí, sonriendo. Claro, él ya intuía que no te habías ido del todo. Es curioso, pero lo que no consigo recordar es cómo ni cuando le abracé, ni lo que le dije, ni siquiera lo que sentí. Sí que tengo muy presente cuando me senté y lo vi abrazando a su hija mayor. Y te confieso que lo miré con admiración. En ese momento sabía, intuía, que muy pronto me tocaría a mí estar ocupando ese lugar. Y yo no sería capaz de hacerlo tan bien.

      Recuerdo un tiempo después, cuando algo empezó a cambiar en la forma en que nos mirábamos, en la que hablábamos, las reuniones de la tesis se convirtieron en momentos especiales, que dieron paso a encuentros en restaurantes, a tomarnos algo después. Y me acabé enamorando del que había sido mi profesor, mi amigo. Y no entendía cómo no lo había “visto” antes de esa forma. Era todo. Era él.

      Recuerdo la desolación de ir siendo testigo silencioso de una historia de amor que quería que fuera mía. Ver desde la barrera cada foto, cada momento compartido fue doloroso. Y no podía entenderlo. Era un duelo, otro duelo. Diría que incluso más doloroso, aunque sea difícil de entender.

      Pero un día soñé contigo. Estabas al lado de Rafa, y me entregabas un corazón. Supe que era una señal. Era tu forma de decirme “paciencia”.

      Y tuvo que irse tu hermana para que juntas recolocarais las piezas. Y la llamada de pésame se convirtiera en un reencuentro, en una invitación a la presentación de Más allá de esta vida. La senda estaba iniciada y en ese punto estaba decidida mi entrada. El paso a escena.

      Y a partir de ahí, ya lo sabes: magia. Mucha magia. Un universo completo. La magia del amor aquí y allí, la magia que todo lo trasciende, que crea realidades espectaculares, que hace que la vida sea chula, muy chula, cada día que amanece.

      Más allá de esta vida resultó ser la historia de ese amor que tuve que vivir como espectadora desde un papel que nadie más que yo veía. Leer cada letra de esa obra me trasportaba de nuevo al dolor de saber que mientras esas situaciones se habían dado yo también estaba sufriendo. Al terminar de leerlo, lo entendí. Ese dolor no era amor. El amor no duele aunque no esté con nosotros, el amor es más. Está más allá de todo.

      Y luego vino Magia más allá de esta vida, donde están mis hijos, mi amiga Inma, tú y un ángel que no supimos hasta después que era Rafa. Y es que me imagino a los dos, a ti y a él, divertidos viendo lo que pasa aquí abajo, cómo a veces torpes no captamos señales, cómo otras veces una brisa de viento, una ducha que se abre, un arco iris, nos permite volver a conectar con vosotros.

      Y cierra la trilogía “21 gramos”, lo que no quiero que pase. No sé si será tal cual le has dictado, algo me dice que sí. Y tiemblo de pensarlo pero también con el convencimiento que todo lo que hemos vivido nos permite pensar que lo que esté por venir, será provisional y que nos reencontraremos otra vez, todos. Y que el amor estará presente como lo ha estado hasta ahora, jugando con nuestras almas, envolviéndolas para que podamos saber el sentido de la vida.

      Qué bien lo has hecho: tres obras, tres momentos: pasado, presente y futuro.

      Todos los días te doy las gracias porque sé que este hueco lo ocupo gracias a ti. Me diste el regalo de ver en primera línea como Quique recibe tus palabras y las transforma en obras de teatro, como una especie de éxtasis hace que fluyan las tramas. Me dejaste el regalo de estar cerca de ellos, de vivir donde vivo, de vivir lo que vivo. Tú me has mandado y sabes que no te defraudaré. Lo cuidaré, lo amaré cada día. Gracias por crear estas tres obras. Gracias por crear un Universo. Gracias más allá de esta vida.

      Ana Peinado

      PRÓLOGO PRIMERO

      Tengo varias preguntas.

      Cuando una persona muere, ¿a dónde se va todo ese amor que teníamos guardado para ella? ¿Qué pasa con todas las sonrisas, con todos los abrazos, con todos los besos que íbamos a regalarle? ¿Y con los momentos que íbamos a compartir? ¿Qué pasa con ellos? ¿A dónde se van?

      ¿Qué pasa si ahora no me parece bien que se haya ido? ¿Qué pasa si quiero que vuelva porque la echo de menos? ¿Qué pasa si estoy tan triste que siento que se me rompe el corazón cada vez que pienso en ella? ¿Qué pasa si se me olvida su voz o no me acuerdo de cuál era su olor?

      ¿Qué pasa si mañana encuentro el amor justo cuando pensaba que todo había terminado? ¿Qué pasa si soy feliz? ¿Qué pasa si sonrío? ¿Qué pasa si, por un momento, siento que todo vuelve a estar bien de nuevo? ¿Qué pasa si soy egoísta y no me siento culpable por ello? ¿Qué pasa si me quiero ir?

      Una vez leí que una persona creó su propio archipiélago de personas. ¿Sabes para qué? Ella dijo que no quería vivir en un mundo donde las mentiras estuviesen a la orden del día y la falsedad se llevase por bandera. Ella, quería tener la posibilidad de vivir en un lugar donde nunca, nunca, se le mintiese.

      Pero yo creo que va más allá, ¿sabes? Me refiero: puedes encontrar miles de situaciones y de lugares donde la gente no mienta. E, incluso, muchas veces, somos nosotros quienes luchamos por conseguir esas mentiras. Tú, mejor que nadie, sabes que a veces decir la verdad duele tanto… Como no queremos hacer daño, hacernos daño, mentimos. Necesitamos mantener nuestro corazón y el de aquellos a quienes queremos intacto y, por ahora, esa

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