Más allá de esta vida. Enrique Garcés de los Fayos

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Más allá de esta vida - Enrique Garcés de los Fayos

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no encuentro ninguna.

      (En ese momento, Quique intenta coger una galleta y el plato se desliza ligeramente).

      Isa: ¿Lo has visto? El plato se ha movido.

      Quique: ¡Joder! ¿Que si lo he visto?

      Isa: ¿Y esto? (Pregunta sorprendida).

      Quique: Eva nunca quiso que me pasara comiendo dulces. Es como si me hubiese quitado el plato cuando iba a…

      Isa: Como si, no. Te lo ha quitado. No querías una señal.

      (Ambos se levantan y se abrazan, lloran de alegría y dejan que sean los sentimientos los que inunden ese momento, en el que quizás Quique pueda al fin comprender cómo estar más atento a las señales).

      ESCENA QUINTA

      Eva vuelve al lago en el que estuvo anteriormente. Está con Ángel, un alma recién llegada, aún no ha empezado a trabajar con él, pero les une algo de la otra vida, algo de lo que ya habrá tiempo de abordar.

      Ángel: Te observo muy pensativa.

      Eva: Sí, ya irás comprobando que la preocupación forma parte de nuestra misión diaria.

      Ángel: Entiendo que me hablas de problemas.

      Eva: No se trata de problemas como los entendíamos antes. Sería más propio hablar de falta de sintonización con nuestros seres queridos. ¿No te ha pasado también a ti?

      Ángel: De hecho, me he dado cuenta que algunos de nuestros seres queridos son más sensibles a nuestras señales.

      Eva: Pues esa es la cuestión (afirma, indicándole que le acompañe a un banco próximo, en el que se sientan).

      Ángel: ¿Y qué debemos hacer en los casos en los que se resisten más?

      Eva: Insistir con las señales hasta que no tengan más remedio que darse cuenta de su existencia y desaparezcan las dudas (hace una pausa). Pero sucede, a veces, que son muy empecinados en hacer de su tristeza un infierno cada vez más profundo.

      Ángel: ¿Quique?

      Eva: Sí, de él se trata. Pero bueno, no te preocupes. Ahora disfruta del paisaje y de la aparente contradicción del lugar en el que estamos.

      Ángel: El lago, el bosque, este cielo siempre gris, tan distinto al que hay en la pradera. Es un sitio inquietante.

      Eva: En otro momento te hablaré de este lugar, y el porqué de las diferencias que efectivamente existen entre ambos lugares. De momento debes tener en cuenta solo que no todas las almas llegan aquí en las mismas condiciones.

      Ángel: Aquí están las almas qué…

      Eva. (Sonriendo). Esta es la zona donde se intenta salvar lo que traen dañado en su viaje.

      Ángel: ¿Viaje?

      Eva: ¿Conoces la historia sobre el viaje de las almas de la cultura ancestral de los egipcios?

      Ángel: Algo me suena, sí.

      Eva: Aquí llegan las que presentan deterioros de algún tipo.

      Ángel: ¿Y entonces?

      Eva: Y entonces hablaremos en su momento (sonríe de nuevo).

      Ángel: Contéstame solo a una cosa, por favor.

      Eva: Dime

      Ángel: ¿Crees que necesito estar aquí?

      Eva: Estoy segura que no. Solo debes ir haciéndote a tu nueva realidad. No siempre es fácil, pero que no lo sea no quiere decir que necesites algún tipo de revisión. Tus dudas están dentro de lo que es normal cuando llegas aquí.

      Ángel: Me dejas más tranquilo.

      Eva: De todas formas, acabas de iniciar esta nueva vida. Ya verás las vueltas que puede dar.

      Ángel: No sé cómo tomarlo.

      Eva: Procura tomarlo con mucha calma. De lo contrario lo podrías pasar mal.

      Ángel: Estaré atento a tus indicaciones (hace una pausa). ¿Y ahora tú qué tienes previsto hacer?

      Eva: A mí me queda por hacer un Universo

      Ángel: ¿Un Universo?

      Eva: Uno que va más allá de aquella vida, que llega hasta aquí y nos une a ti, a mí, a Quique, a Ana…

      Ángel: Sí que puede dar muchas vueltas la vida.

      Eva: Ya irás viendo, ya.

      ESCENA SEXTA

      Quique está en el banco de un jardín, es muy temprano, no hay nadie. Además, el tiempo es desapacible. Es otoño, y el día está nublado, amenaza lluvia. Él se ha acomodado para escribir a alguien muy especial…

      Quique: El otro día estuve en casa de Isa, aunque eso tú ya lo sabrás (sonríe). Hablamos de ti, de nosotros, de la necesidad que quizás tengamos todos de estar más atentos a las señales. Sé que, en mi caso, es necesario que relaje mis sentimientos de rabia, de dolor, de ira… Lo sé, pero se me hace muy cuesta arriba asumir algo que seguiré pensando que es muy injusto.

      Y sé, por otra parte, que la clave está ahí, en pensarlo solamente, y no confundirlo con esa maraña de sentimientos, de monstruos como tú le llamas, que impiden que ese pensamiento se articule adecuadamente, y no esté centrado en sufrir. Lo voy a intentar, Eva. No debes tener ninguna duda, y lo voy a hacer porque te quiero, y sé que solo así podré seguir teniéndote cerca, y tú también descansarás, no teniendo que estar pendiente de este cabezón (ríe, mientras observa un ligero viento que mueve las hojas secas que están cerca).

      Ya veremos si este aire me deja escribir, pero lo voy a intentar. Quiero hacerlo así. Sabes que cuando escribo suelo expresarme mejor o, al menos, así lo creo.

      (Abre una libreta, que siempre suele acompañarle, para expresar sus sentimientos, ideas y otras cosas que rondan por su cabeza. Parece que el viento ha aumentado algo su fuerza, pero puede escribir. No llueve).

      Eva, no creo que nunca sea capaz de superar tu pérdida, es más, considero que no es tanto superarlo como aprender a vivir con ese agujero dentro de mi alma, y aún con él, ser capaz de sonreír cada mañana, al despertar. Lo he hecho hoy, y lo voy a hacer cada día que amanezca y yo esté aquí. Racionalmente, sé que me costará que alguien pueda convencerme de que se puede realizar una sinrazón tan grande como la cometida contigo, y poder quedar indemne. ¡Claro, el destino sí puede! Todavía lo recuerdo jugando sus cartas marcadas, y haciendo trampas con nosotros en una partida que estaba perdida desde el primer momento, desde aquel fatídico día que todo empezó a ser de color negro.

      Sin embargo, me mantengo de pie ante la Vida, no me voy a arrodillar ante ella para pedir clemencia, o un milagro que sé que nunca ocurrirá, pero, en cambio, sí voy a dedicar cada uno de mis días, que siga vivo, a hacer que la senda que caminemos juntos, tú, yo, nuestros hijos, y la gente que nos quiere, y desea estar a nuestro lado, sea cada vez más bonita. No serán mis sentimientos

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