Nos quitaron la miel. Rosalía Sender Begué
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A MODO DE INTRODUCCIÓN
La historia la forjan millones de hombres y mujeres con su trabajo y su lucha, pero siempre la cuentan los que detentan el poder. Desde 1976 se nos muestra una «Santa Transición» que tiene poco que ver con la realidad. Se silencian los hechos que provocaron las decisiones que se tomaban, no por una «voluntad democrática» de hombres que siempre habían sido franquistas y que se resistieron al cambio, sino por la presión y la fuerza ejercida en su contra por la oposición y, en gran medida, por la organización del PCE. En la primera etapa de la democracia resultaba comprensible que no se rescatara inmediatamente la memoria histórica de lo que había ocurrido en la Guerra Civil y en los cuarenta años de franquismo. La presencia de elementos antidemocráticos lo dificultaba y no convenía encender nuevamente el fuego. Pero ya no era así cuando, por aplastante mayoría, el PSOE ganó el poder. Esta ocultación no sólo fue un error histórico, sino que constituyó una inmensa injusticia con los fusilados, los torturados, los encarcelados, los exiliados y todos los que luchamos por una sociedad más justa y más libre.
Los comunistas españoles defendimos la reconciliación nacional y fuimos los primeros en lanzar esa consigna, pero no para que los crímenes se olvidasen, no para que continuaran en las cercanías del poder los vencedores enorgulleciéndose de su pasado, ofreciendo lecciones de democracia quienes nunca la practicaron. Hemos tenido que esperar veinticinco años para ver por televisión una serie que describe un poco aquellos años o para contemplar algunas películas que tocan parcialmente el tema. ¡Pero todo de forma tan tímida!
La generación nacida con la democracia sabe poco de nuestra historia; continúa creyendo la versión de la Santa Cruzada; no conoce qué atrocidades se cometieron a lo largo de los cuarenta años de franquismo. Con lo sencillo que hubiese sido realizar series cuando ganó el PSOE, entrevistar a los supervivientes por la televisión, enseñar los documentales que duermen en los archivos estatales, realizar películas sobre las diversas facetas humanas del conflicto con testimonios vivos de los que padecieron los larguísimos años de cárcel, de los que vivimos en el exilio o hablar de los miles de desaparecidos. Sin afán de revancha, con la convicción de que conocer nuestra historia nos previene para que no se repita otra vez y resurja el fascismo que encandila con sus hazañas nazis a muchos jóvenes desinformados. No fue así. El PSOE mantuvo silencio con sus diez millones de votos, diez millones de personas de izquierdas que creyeron en su socialismo, y ello continuó a lo largo de sus trece años en el poder, sus trece años de mayoría absoluta. De haber actuado de otra forma, tal vez seguiría gobernando, tal vez se hubiera ganado a toda la izquierda.
No hace mucho –en octubre de 2002- la televisión programó dos domingos seguidos un interesante reportaje sobre el exilio dirigido por Alfonso Guerra. ¡Ya era hora! Eso es justo lo que eché de menos en su época de gobierno. Sin embargo, en esta serie el silencio sobre el PCE se mantuvo, y con el mutismo, la manipulación de la historia. En la serie aparecían algunos socialistas: debajo se señalaban sus nombres y su militancia, pero cuando lo hacían los comunistas no se referían a eUo. «Republicanos españoles», se indicaba nada más. En el documental se habló, sí, de la resistencia organizada dentro del campo de exterminio de Mauthausen, pero sin decir una palabra del partido que la dirigía. Incluso cuando hablaron de Francisco Boix y del proceso de Nuremberg, presentaron al fotógrafo como republicano español. ¡Claro que era republicano! Pero también era comunista. Manipulación y silencio. Nada de los miles de comunistas que lucharon en la Resistencia francesa de forma organizada, denominados ahora «valientes republicanos españoles». Cuando se habló de las guerrillas en España, se obvió el papel de los comunistas en ellas, sólo se mencionó al Partido cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, entraron nuevos destacamentos por los Pirineos con la esperanza de que los aliados apoyaran su acción. Lo presentaron como un fracaso. A lo largo del documental hablaron de muchos hombres y de sus gestas pero, de forma diabólica, silenciaron que eran comunistas y que justamente actuaron así por el hecho de serlo. Nos borraron de la historia, que es en definitiva otra forma de matar.
He redactado estos hechos vividos por mí con la visión acertada o errónea que en cada momento tenía de los mismos, para dar a conocer una parte de esa etapa oculta de nuestra historia. Me han empujado a ello mis hijos y mis amigos. Agradezco su insistencia, creo que sin ella no hubiera terminado. Ha sido un trabajo laborioso y en solitario. Agradezco a mi hija y a mi nuera que suprimieran algunos galicismos del texto y, muy especialmente, las orientaciones y ayuda de mi hija a lo largo de siete años de tarea.
Los camaradas, mujeres u hombres, que cito a lo largo de mis años de militancia, son un ejemplo del trabajo realizado con entusiasmo, ya fuera en las actividades de mi agrupación, en el feminismo, o en los órganos de dirección. Ignoro qué fue de buena parte de ellos. De otros sé que discreparon por una razón u por otra y abandonaron la militancia, no siempre de forma correcta, incluso algunos de manera dañina para la lucha. Si bien no comparto su actuación, ello no anula los momentos de ilusión que pasamos trabajando juntos, y valoro su trabajo positivo cuando dieron fuerza al Partido y lo impulsaron. En mi recuerdo sólo perduran los momentos en los que compartimos las esperanzas en nuestra lucha. Otras personas me perjudicaron personalmente tanto en el feminismo, como en las tareas de la dirección, pero considero que, pese a ello, el conjunto de su trabajo fue necesario para el funcionamiento del Partido. También debo suponer que no siempre mis formas de actuar fueron del agrado de todos. Estas memorias son testimonio de lucha, no ajuste de cuentas.
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Desde que acabé de redactar estas memorias en octubre de 2002, han aparecido una serie de libros sobre la Guerra Civil, las matanzas, las cárceles, la represión y el exilio. Lo celebro. Más recientemente, tras unos días intensos de participación ciudadana, no sólo de las fuerzas progresistas organizadas en partidos o sindicatos, sino