Mercedes Sanz-Bachiller. María Jesús Pérez Espí
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Para entonces, a principios de enero de 1936, el presidente Alcalá Zamora firmó el decreto de disolución de las Cortes y encargó a Manuel Portela Valladares la tarea de organizar nuevas elecciones. A mediados de enero se hizo oficial el pacto de izquierdas del Frente Popular.
El 16 de febrero de 1936 se celebraron las últimas elecciones generales de la República, en las que resultó ganadora la coalición del Frente Popular.
FE-JONS no alcanzó siquiera el 1 % de los sufragios. Manuel Azaña volvió a desempeñar la presidencia del Gobierno y formó un ejecutivo exclusivamente republicano, mayoritariamente con miembros de Izquierda Republicana. A los pocos días de las elecciones se aprobó una amnistía general para todos los presos políticos y sociales, entre los que estaban Lluís Companys y los miembros de su Gobierno, y se restituyeron el Estatuto y la Generalitat de Cataluña, que volvió a presidir Companys. Prácticamente desde el principio, la CNT y la UGT empezaron a reivindicar el aumento de los salarios, la reducción de la jornada laboral y el control sobre las contrataciones y los despidos, lo que originó no pocos conflictos en los lugares de trabajo. La cuestión del reparto de la tierra volvió a situarse en el primer plano político y, así, el Ministerio de Agricultura volvió a autorizar al Instituto de Reforma Agraria para que iniciase la ocupación de fincas para resolver el problema agrario, tal cual había sucedido durante el primer bienio republicano. Al tiempo que esto sucedía, la Federación Española de Trabajadores de la Tierra organizó la ocupación de unas dos mil fincas en Badajoz desde mediados de marzo. Este fenómeno se repitió en Cáceres, Jaén, Córdoba, Sevilla y Toledo.45
La CEDA, por su parte, se acercó definitivamente a las posiciones autoritarias. Sus juventudes empezaron a afiliarse a FE-JONS, aunque los japistas no fueron los únicos, ni tan siquiera la mayoría de nuevos afiliados a Falange. De hecho, la mayoría de nuevos afiliados no tenían militancia política anterior.46 También el perfil socioeconómico mayoritario de los falangistas se transformó, como sucedió en la Falange andaluza a partir de febrero de 1936, es decir, que lo que había sido una «tertulia de señoritos» se convirtió en «una organización de masas donde predominaba la clase trabajadora», un fenómeno creciente con el estallido de la Guerra Civil, que se dio en el conjunto de la España sublevada.47
Desde febrero de 1936, la polarización política y la violencia se fueron adueñando de las calles de España. En las de Valladolid, FE-JONS, Renovación Española, la Asociación Escolar Tradicionalista y las JAP, por un lado, y el PSOE, las Juventudes Socialistas, la CNT, el PCE y las Juventudes Comunistas, por otro, protagonizaban enfrentamientos constantes.48 Este era el ambiente en las calles vallisoletanas cuando José María de Areilza visitó, poco tiempo después de las elecciones de febrero de 1936, a Onésimo y a Mercedes:
Me pidió que fuera a verle en Valladolid para cambiar impresiones sobre la tremenda tensión política que se adivinaba después de las elecciones últimas. Fuimos juntos a Quintanilla de Abajo, donde había nacido, y me mostró el sugerente paisaje vallisoletano que lo circundaba. Saludé también a su mujer, bellísima y acogedora. Me habló largamente del futuro inmediato. Tenía la preocupación de que el golpe militar que los filtrajes indiscretos de las conspiraciones presagiaban como inminente tuviera un carácter ultraconservador, olvidando el componente social agrario, mayoritario en aquella España que vivía en ínfimos niveles de renta por habitante. «Me detendrán en seguida, con cualquier pretexto».49
En efecto, el momento de la detención lo propició, el 12 de marzo, el intento de asesinato del diputado socialista Jiménez de Asúa y la muerte de su escolta. Dos días después fueron detenidos José Antonio y otros dirigentes falangistas, que fueron procesados e ingresaron en prisión. Onésimo también fue detenido el día 14, pero fue puesto en libertad a las pocas horas. También se procedió al cierre de todas las sedes de FE-JONS, convirtiéndose a partir de entonces en un partido clandestino.50 A los tres días, mientras estaba en el Café Cantábrico, Onésimo fue arrestado de nuevo por el ataque con bombas a la comisaría central de Valladolid, e inmediatamente ingresó en la prisión provincial vallisoletana.51
A los pocos días de su ingreso en prisión, Mercedes supo que estaba embarazada.52 Durante todo el tiempo en el que Onésimo estuvo preso en Valladolid, Mercedes le visitaba a diario. Quería que Onésimo viera a los niños, pero, además, organizaba la correspondencia de su marido con su hermano Andrés y con otros falangistas, y atendía sus consejos para que, en su ausencia, se apoyara en Andrés Redondo, su cuñado.53 El hecho de que Onésimo fuera el jefe de los falangistas vallisoletanos ocasionaba que Mercedes recibiera insultos y abucheos en sus visitas a la prisión, aunque, fiel a su fortaleza natural, seguía adelante. La tristeza, sin embargo, la llevaba a pedir a Onésimo que abandonara la política, un desánimo que se acentuaba a medida que algunos presos eran puestos en libertad, mientras que Onésimo seguía en la cárcel. A medida que iban pasando las semanas, y la situación política se agravaba, Onésimo pidió a Mercedes que cogiera a los niños y se trasladaran, en un primer momento, a casa de Andrés, y más tarde, a Quintanilla de Abajo, a casa de sus padres. Eran ya mediados de mayo de 1936.
La prisión provincial de Valladolid, donde ya había presos comunes, empezó a llenarse de falangistas, entre los que ya estaba Onésimo Redondo, y de frente populistas. Estando todos en la misma prisión, era natural que entre ellos se produjeran constantes refriegas e incluso hechos de especial gravedad. Todo ello motivó que, liderados por Onésimo, los presos falangistas iniciaran una huelga de hambre a mediados de junio y que se produjese la destitución del gobernador civil de Valladolid, el valenciano Mariano Campos Torregrosa, y el posterior nombramiento de Luis Lavín Gautier. A partir de ahí, los hechos se sucedieron con rapidez, ordenándose el traslado de Onésimo Redondo y de otros presos falangistas a la prisión de Ávila el 25 de junio.54
Las semanas previas a la sublevación militar, en la ciudad de Valladolid se respiraba una calma tensa, y la violencia en las calles entre falangistas e izquierdistas era moneda corriente. Onésimo continuaba en la cárcel de Ávila y Mercedes, estando embarazada de cuatro meses y con tres hijos pequeños, iba y venía a la prisión siempre que podía. En cada visita aprovechaba para poner en contacto a Onésimo con el resto de líderes falangistas, como José Antonio, con el cual mantenía correspondencia,55 o con el joven jonsista y antiguo colaborador de Onésimo, Javier Martínez de Bedoya.56 En una ocasión, «fue con cuatro falangistas y rompieron la luna de la casa de un izquierdista local [...] por ser la esposa de Onésimo Redondo creía que su propia casa estaba en peligro de ataque».57