Autoliderazgo de nuestras emociones. Néstor Braidot

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Autoliderazgo de nuestras emociones - Néstor Braidot Colección Cerebro Vivo

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muchos los que pueden efectuar una descripción pormenorizada de dónde estaban, con quién y hasta detalles ínfimos de lo sucedidos aquel día.

      Este tipo de recuerdos, especialmente fuertes, nítidos y permanentes debido a la intensidad de la experiencia, se enmarcan en un tipo de memoria emocional denominada flashbulb memory (memoria de destello).

      Con el correr de los años, es posible que el relato de los protagonistas se modifique, pero jamás olvidarán ni el acontecimiento ni las emociones asociadas a éste.

      Lo mismo ocurre con experiencias propias muy importantes.

      Por ejemplo, difícilmente olvidemos lo que ocurrió el día que obtuvimos nuestro primer diploma de grado, el del nacimiento de nuestros hijos o algunos sustos que te provocaron situaciones extremas o inesperadas.

      En todos los casos, especialmente en la memoria del miedo, la amígdala tiene un rol decisivo.

      • Aprendizaje emocional

      Relacionado con lo anterior, cuanto más intensa es la activación de la amígdala, más imborrable es la información que ingresa en el cerebro, sea positiva o negativa.

      • Desencadenamiento de respuestas automáticas ante estímulos de tipo emocional

      La vida cotidiana está repleta de estos sucesos.

      Personas que salen corriendo cuando ven un caniche porque alguna vez las mordió un perro.

      Otras que tiemblan apenas ven el mar porque estuvieron a punto de ahogarse de pequeñas.

      Unas cuantas que bajo ningún punto de vista se subirían a un avión y que ni siquiera pueden explicar cuál es el origen de ese temor.

      La mayor parte de los recuerdos emocionales son no conscientes e influyen en nuestra conducta durante toda la vida.

      Por ejemplo, durante un experimento realizado en el Hospital Pitié-Salpêtrière, en Francia, se aplicó una técnica de presentación subliminal que consistió en una serie de flashes con palabras cuya duración no permitía que los participantes tuvieran tiempo de leer en forma consciente.

      Los significados eran de tres tipos: amenazantes, neutros y alegres. Mientras recibían los mencionados flashes se observó actividad eléctrica en la amígdala.

      En los tres casos se detectó una respuesta relacionada con el valor emocional de las palabras que había sido percibido en forma no consciente.

      Con el fin de validar sus resultados, realizaron otra experiencia con el tiempo suficiente como para que los participantes pudieran leerlas.

      Se observó que se activaba la misma región del cerebro que se había iluminado cuando estas les habían llegado en forma subliminal.

      • Rol clave en las respuestas agresivas

      Algunas investigaciones revelan que la amígdala es más grande en el cerebro de personas agresivas.

      Durante un estudio sobre adolescentes, el psicólogo Nicholas Allen, de la Universidad de Melbourne, Australia, descubrió que los participantes que discutían con más ímpetu y excitación con sus padres poseían amígdalas más grandes que aquellos que no lo hacían.

      También se extirparon amígdalas con fines terapeúticos. En estos casos se comprobó que la cirugía reducía el número de episodios en pacientes que padecían una agresividad que no era posible tratar mediante fármacos.

      • Participación activa en la toma de decisiones

      La mayor parte de las decisiones que tomamos en la vida (más del 80 por ciento) tiene un origen emocional.

      Antoine Bechara propone dos sistemas diferentes que intervienen en la toma de decisiones e interactúan entre sí:

      • El impulsivo, comandado por la amígdala.

      • El reflexivo, liderado por la corteza prefrontal ventromedial.

      Antonio Damasio llegó a conclusiones similares.

      Sostiene que las dos amígdalas se encargan de la respuesta emocional instantánea mientras que lóbulos frontales se ocupan de las reacciones emocionales basadas en un análisis racional y cognitivo.

      Bechara y Damasio son autores de reconocimiento internacional por sus trabajos sobre el cerebro emocional, un tema que ocupó la mayor parte de sus investigaciones.

      • Participación activa en los mecanismos de cognición social y empatía

      La amígdala juega un papel clave en la capacidad de ponerse en el lugar del otro, percibir lo que está sintiendo y sintonizar con sus emociones.

      Durante estos procesos, su principal función consiste en convertir las percepciones en conceptos, para lo cual le asigna contenidos emocionales a los estímulos que van ingresando por los sistemas sensoriales.

      También ha sido comprobada su participación en el reconocimiento facial de emociones.

      Las personas con determinados daños en esta estructura no registran expresiones de miedo, asco, rabia o tristeza en el rostro de otras.

      Junto a otras estructuras, como algunas regiones del lóbulo temporal, la corteza órbitofrontal y la corteza somatosensorial derecha, la amígdala desempeña un rol fundamental en las relaciones que una persona establece con las demás.

      Las emociones involucran no solo aspectos cognitivos, sino también, y fundamentalmente, fisiológicos y conductuales.

      Cada aparición de una señal de peligro, sea un perro enorme que se nos acerca mientras retozamos en el césped o un auto que avanza más de la cuenta cuando estamos atravesando una senda peatonal, se archivará en la memoria.

      No importa que no haya habido daño o que éste sea mínimo: la angustia provocada por el hecho quedará asociada con un estado orgánico que, a su vez, podría implicar un patrón de respuesta fisiológica o conductual.

      Las personas con miedo a volar, por ejemplo, suelen sentir palpitaciones o las manos sudorosas no solo cuando se suben al avión, sino incluso desde varios días antes.

      ¿Necesitan haber atravesado un accidente aéreo para llegar hasta allí? No.

      Simplemente, un vuelo con una turbulencia que despertó “fantasmas”, el relato de un familiar o una noticia aparecida en los diarios sobre un avión que se estrelló pueden ser suficientes para desencadenar ese archivo en la memoria.

      Este patrón conductual o fisiológico, a su vez, pueden dar origen a un marcador somático que afecte las decisiones futuras de manera no consciente.

      Reforcemos el concepto:

      Una emoción y los cambios fisiológicos que se generan en el momento de experimentarla quedan asociados en el cerebro a la situación que se ha vivido, lo que crea una especie de patrón que resurgirá cuando se produzca una experiencia similar.

      Ahora, adentrémonos en el mundo de los marcadores somáticos.

      Como se indicó, el cerebro

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