La ruralidad que viene y lo urbano. Absalón Machado Cartagena

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La ruralidad que viene y lo urbano - Absalón Machado Cartagena Economía

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expansión. Por eso, los lectores deben ser benignos por el abuso de términos económicos que abundan en el libro y entenderán que somos simples aprendices en este universo infinito que tratamos de entender.

      No podía cerrar esta introducción sin expresar mis agradecimientos a las personas que tuvieron la amabilidad de destinar parte de su tiempo a leer las notas iniciales o la versión final de este libro. En particular, extiendo mi gratitud a la profesora Martha Alicia Cadavid de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antioquia, quien me hizo sugerencias útiles sobre el consumo en general y la alimentación humana. También agradezco al economista Gabriel Martínez, quien con sus observaciones me ayudó a precisar aspectos diversos del escrito a través de una lectura del primer borrador y de la versión final, las cuales representaron una ayuda para la organización del libro y la precisión de temas. Finalmente, agradezco a Carlos Salgado de Planeta Paz, quien también aportó sugerencias de gran utilidad para mejorar la versión final.

      Adicionalmente, doy las gracias por la paciencia de Viviana Otálvaro para diseñar y realizar cambios en los diagramas incluidos en el libro, fue una muestra de que podemos ayudar a los demás sin esperar retribuciones. Muy poco de este libro pudo dar a luz sin la paciencia, la abnegación, la comprensión y la generosidad de mi esposa María Matilde, de cuya grata compañía me he privado durante largas horas por estar dedicado a escribir y leer textos. Sin su colaboración hubiera sido muy difícil dedicarme a estos menesteres. A todos, el universo les retribuirá su gran benevolencia.

       el cambio de paradigma

      “Es decisivo que el Hombre esté orientado hacia el infinito, es el problema esencial de su vida. Cuanto más un Hombre corre detrás de falsos bienes, y cuanto menos sensible es a todo lo que es esencial, tanto menos satisfactoria será su vida; se sentirá limitado, porque limitados serán también sus fines”.

      —Carl G. Young. Psicología analítica.

      Con el actual nivel de conciencia, observamos que Colombia presenta muchos contrastes. Se debate entre el atraso y una modernidad incompleta e insatisfactoria, la cual llegó a los grandes centros urbanos, mas no a la ruralidad. La urbanización y la modernización han ido invadiendo lo rural, no para darle la oportunidad de avanzar hacia su propio desarrollo, sino para imponerle un modo de vida diferente, dejándolo sin oxígeno para sobrevivir con dignidad e identidad. Ese proceso es diferenciado y desigual territorialmente y configura islas avanzadas de producción, especialmente de los productos de exportación con ventajas comparativas y competitivas, y en algunos productos destinados al consumo interno. Esos islotes coexisten de manera asimétrica y conflictiva entre grupos de habitantes que viven a la defensiva frente a esa transformación o no pueden acceder a ella ni encontrar un camino propio para su desarrollo sostenible y digno.

      Vivimos en una encrucijada y no hemos hallado la forma de salir de ella. Si bien el modelo adoptado deja buenos dividendos a las élites y sectores de altos ingresos (clases hegemónicas), mantiene en la desesperanza al grueso de la población que vive y trabaja en la ruralidad, y a aquellos que por diversas razones han debido abandonar el campo ubicándose en las ciudades en medio de las frustraciones y sin posibilidades certeras de progreso (clases subalternas).

      Ante este panorama, es necesario reinventarlo casi todo: lo urbano, lo rural y sus relaciones. Por ello, le apostamos a una propuesta que se ocupe de la ruralidad y sus relaciones con lo urbano, como la punta de lanza de un proceso más comprehensivo que abarque paulatinamente diversos ámbitos de la sociedad. Una aproximación similar deberá hacerse sobre la realidad urbana, donde hay avances con propuestas como las generadas en Colombia por la Misión Sistema de Ciudades (Dirección Nacional de Planeación [DNP] y Banco Mundial, 2014), que fue complementada con las propuestas de la Misión para la Transformación del Campo (2015) y las más generales originadas en el marco de la Nueva Agenda Urbana Hábitat III de las Naciones Unidas.

      El sector campesino de los pequeños productores pobres del campo se encuentra amenazado por cuatro grandes tendencias: la acelerada urbanización y la metropolización, el desarrollo inequitativo de los mercados y el consumismo, la ineficacia e inadecuación de las políticas públicas y los procesos de modernización productiva, sin contar el cambio climático. Estas tendencias arrinconan y sacan de sus parcelas y proyectos de vida a muchos productores a medida que la competitividad se torna el rasero para permanecer en el mercado.

      El país ha ensayado diversos tipos de políticas para resolver el problema agrario y rural. La mayoría de ellas pueden considerarse un fracaso, como por ejemplo, el modelo de desarrollo emprendido para la agricultura y el desarrollo urbano. Programas como el Plan Nacional de Rehabilitación, el Desarrollo Rural Integrado y la Reforma agraria, entre otros tuvieron impactos marginales en la solución de la pobreza rural y no generaron las condiciones necesarias para iniciar el cambio frente a un modelo que acentúa los desequilibrios rurales-urbanos. En ese sentido, es previsible que el nuevo esquema de desarrollo rural con enfoque territorial enunciado, el cual se encuentra en marcha en varios países de América Latina, produzca resultados parecidos. Esto se debe a la forma como están diseñados los programas y proyectos, buena parte de ellos son concebidos por una burocracia pública alejada de la realidad, y también a los métodos adoptados por los gestores y ejecutores para adelantar programas y proyectos sin una coordinación real y efectiva, los cuales además operan en el marco de una institucionalidad desarticulada que todavía maneja criterios sectoriales y carece de integralidad.

      La Reforma agraria colombiana, formulada en 1961, propuso la reestructuración del minifundio y la desconcentración de la propiedad rural, pero el Estado hizo muy poco y mal hecho, para resolver los problemas generados por la desigualdad. No tuvo la intención política de eliminar los factores conducentes a tal situación. El profesor Albert Berry en su último libro, Avance y fracaso en el agro colombiano, siglos XX y XXI (2017), indica que lo perdido por las malas políticas agrícolas, practicadas en Colombia desde los años 60, ha sido demasiado.

      Las propuestas del Informe Nacional de Desarrollo Humano, Colombia rural (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], 2011), el acuerdo agrario y sobre cultivos ilícitos de la Habana (Mesa de Conversaciones, 2016), las recomendaciones de la Misión para la Transformación del Campo (2015) en El campo colombiano: un camino hacia el bienestar y la paz, las provenientes de la Banca multilateral, la FAO y otros organismos internacionales son muy valiosas, pese a que enfocan las políticas públicas en muchos lugares comunes. Se sitúan más cerca de la estabilización de un modelo de desarrollo, que imita los implementados en países más industrializados con algunas adaptaciones, pero lejos de visualizar una ruralidad estructuralmente diferente. Aunque no todo en ellas es descartable, resultan insuficientes por sus enfoques: la falta de miradas hacia un mayor largo plazo, una contextualización regional más precisa y la poca consideración que hacen de las relaciones rural-urbanas.

      El Informe nacional de desarrollo humano para Colombia, Colombia rural, (PNUD, 2011) indicó que el modelo de desarrollo seguido por el país:

      1. No promueve el desarrollo humano y hace más vulnerable la población rural.

      2. Es inequitativo y no favorece la convergencia.

      3. Invisibiliza las diferencias de género y discrimina a las mujeres.

      4. Es excluyente.

      5. No promueve la sostenibilidad.

      6. Concentra la propiedad rural y crea condiciones para el surgimiento de conflictos.

      7.

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