Las guerras de Yugoslavia (1991-2015). Eladi Romero García

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Las guerras de Yugoslavia (1991-2015) - Eladi Romero García Laertes

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precisamente la Yugoslavia de Tito, el dirigente que concedió a la región el estatus de república y reconoció la nacionalidad bosnia. Todo un símbolo.

      A pesar de todo, la más destacada ficción de la televisión serbia fue una producción de 30 capítulos previstos, de los que se llevan ya emitidos 20, titulada Sombras sobre los Balcanes (Senke nad Balkanom), que en España ha podido verse subtitulada y que se desarrolla, precisamente..., en la Yugoslavia de finales de los años 20 y década de los 30. Un gran fresco histórico en el que aparecen policías serbios investigando una serie de crímenes, terroristas macedonios, comunistas, rusos blancos, agentes nazis y soviéticos y hasta el mismísimo dirigente fascista croata Ante Pavelić.

      En el momento en que comenzaron los conflictos secesionistas, Yugoslavia, entonces denominada oficialmente República Federativa Popular de Yugoslavia (en serbocroata Socijalistička Federativna Republika Jugoslavija), constituía un amasijo de pueblos entre los que se distinguían al menos seis grupos nacionales (serbios, croatas, eslovenos, macedonios, montenegrinos y bosniacos musulmanes), más otros grupos étnicos menores como los albaneses (mayoritarios en la provincia serbia de Kosovo), húngaros, italianos, búlgaros, rumanos, eslovacos, checos, ucranianos, gitanos o turcos. Se hablaban tres lenguas principales (la serbocroata, considerada oficial, más el albanés, en la provincia serbia de Kosovo, y el húngaro, en la provincia serbia de Vojvodina), se practicaban tres religiones mayoritarias (la cristiana ortodoxa, la católica y la musulmana) y se utilizaban dos alfabetos (el cirílico y el latino). Políticamente era un Estado federal dividido en seis repúblicas (Serbia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Eslovenia, Macedonia y Montenegro), en una de las cuales, Serbia, dos de sus provincias (Vojvodina y Kosovo) habían sido autónomas entre 1974 y 1990. Su sistema económico era el socialista, cuyo modelo se diferenciaba en algunos aspectos del que funcionaba en las repúblicas populares de la Europa oriental. En definitiva, un Estado atípico de dudosa identidad.

      Su superficie rondaba los 255.804 km², es decir, la mitad de la de España, y sus habitantes estimados según el censo de 1991 eran 23.229.846. Su distribución era la siguiente:

RangoRepública o provinciaPoblación%Densidad
1Serbia (total de la república)9,506,17440.9%114.0
__Serbia (sin Vojvodina ni Kosovo)5,582,61124.0%99.4
2Croacia4,784,26520.6%84.6
3Bosnia y Herzegovina4,377,05318.8%85.6
4Macedonia2,033,9648.8%79.1
__ Vojvodina1,996,3678.6%92.8
__Kosovo1,956,1968.4%183.1
5Eslovenia1,913,3558.2%94.5
6Montenegro615,0352.6%44.5
Total Yugoslavia23,229,846100%92.6

      Tiempos medievales

      Las causas de tanta diversidad en un espacio geográfico relativamente pequeño hay que buscarlas en los antecedentes históricos, sobre todo a partir de los siglos vi y vii d.C., cuando se produjeron en la región las invasiones de las distintas tribus eslavas. Antes, ese espacio perteneció a las tribus ilirias y posteriormente se romanizó. Los eslavos, en continua lucha con el Imperio bizantino, acabaron cristianizándose y se organizaron en diversas entidades políticas, conservando sus idiomas propios. La primera fractura surgida entre esos pueblos diversos tuvo como principal causa la religión, pues mientras los antepasados de eslovenos y croatas se adscribieron a la Iglesia católica de Roma, los abuelos de serbios, montenegrinos y macedonios gravitaron en torno a la Iglesia bizantina, precursora de la actualmente denominada Iglesia ortodoxa.

      Durante la Edad Media, los distintos pueblos yugoslavos vivieron una evolución bien distinta. Sus tres ramas principales (eslovenos, croatas y serbios) lograron crear entidades feudales independientes, aunque los eslovenos, organizados en torno al ducado de Carantania, pronto cayeron en manos del Sacro Imperio Romano Germánico. En cambio, croatas y serbios formaron reinos que proyectaron una memoria histórica todavía destacable en cada una de dichas naciones. El reino croata cayó a principios del siglo xii en manos de un soberano magiar, con excepción de los territorios costeros de Istria y Dalmacia, controlados por la república de Venecia, y de la ciudad dálmata de Dubrovnik (Ragusa, en latino), un centro comercial autónomo que logró sortear mediante el pago de tributos la dominación primero de venecianos y posteriormente de turcos. En cambio, el reino-imperio-despotado (los tres nombres fueron empleados) serbio, que llegó a dominar partes de Bosnia y Macedonia (región disputada primero con bizantinos y posteriormente con los búlgaros), se mantuvo hasta 1459, aunque en sus últimos setenta años de existencia cada vez más acosado por los otomanos. De hecho, la batalla de Kosovo, en la que perdió la vida su rey Lazar en 1389, constituye un hito identitario de los serbios. En Bosnia también surgió un breve reino en el siglo xiv, efímero e inestable, a caballo entre serbios y húngaros, que también sucumbió ante los turcos en 1463. Curiosamente, la región de Montenegro, en la época medieval conocida como Zeta, que perteneció al reino serbio, logró conservar una amplia autonomía durante toda la dominación turca gracias a su abrupto relieve y al pago de tributos. Sus príncipes-obispos mantuvieron la identidad serbia y la religión ortodoxa, desarrollando incluso un agudo sentimiento antimusulmán que les llevó a combatir a menudo y muy sañudamente contra los otomanos. Uno de sus príncipes, Petar II Petrović-Njegoš (1813-1851), obispo y poeta, dejó constancia de este odio hacia los enemigos islámicos en un poema titulado La guirnalda de las montañas (Gorski Vijenac, en su idioma original), cuya primera edición apareció en Viena en 1847.

      La guirnalda de las montañas, dedicado «a las cenizas del padre de Serbia» (es decir, a Đorđe Petrović, el cabecilla que inició la primera insurrección antiotomana de 1804 en Serbia), es considerado por algunos estudiosos como el primer precedente literario de lo que, durante los años 90 del siglo xx, los serbios denominaron limpieza étnica (traducción de etničko čišćenje) para hablar de su política de eliminación de croatas y musulmanes bosnios. Se trata de un conjunto de escenas campesinas basadas en la poesía oral tradicional, inspiradas en la épica aniquilación, por parte del vladika Danilo (un anterior gobernante montenegrino), de los musulmanes locales durante las Navidades de 1702. Especialmente celebrados fueron los versos dedicados a los que mantuvieron el credo cristiano frente aquellos que se convirtieron al islamismo, merecedores de ser exterminados sin compasión por apoyar que los turcos acabaran con la libertad de los cristianos montenegrinos. Entre otras lindezas, podemos leer: «Incendiaremos las casas turcas/ para que nuestra tierra no acoja/ ninguna traza de infieles servidores del diablo». Más adelante, cuando habla de la matanza de turcos en la comarca costera de Crmnica, afirma que allí no quedó nada de ellos aparte de los cuerpos sin cabeza y de las ruinas. Precisamente en 1990, vísperas de las guerras yugoslavas, se publicó en Belgrado una cuidada edición del citado poema, que era leído a menudo por el líder serbobosnio Radovan Karadžić, uno de los principales responsables de las matanzas llevadas a cabo por los suyos contra los musulmanes bosniacos durante los años 1992-95. Pese a ser obra de un gobernante montenegrino, La guirnalda de las montañas se considera el emblema de la identidad serbia.

      La dominación turca

      La invasión otomana y su dominio sobre los territorios balcánicos, que duró casi medio milenio, representaron una segunda fractura entre los pueblos de la zona. Los que vivieron la ocupación directa (serbios, macedonios, albaneses, búlgaros, rumanos...) se vieron aislados del desarrollo económico y cultural de Europa, quedando marcados por la lenta agonía del imperio, iniciada a fines del siglo xvii, después de su derrota ante los muros de Viena en 1683. Croatas y eslovenos, dependientes del imperio germánico de los Habsburgo, también sufrieron indirectamente la proximidad de los turcos al ser sus tierras fronterizas con su imperio. Así, durante casi tres siglos padecieron sistemáticamente los ataques, los saqueos y las razias otomanas, y por sus tierras cruzaron y se enfrentaron numerosos ejércitos de ambos bandos. La dominación

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