El «encanto» de la vida consagrada. José Cristo Rey García Paredes
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La vida consagrada profesa su voto fundamental de alianza ante la Iglesia, en la Iglesia, sintiéndose Iglesia. Ella quiere expresar todo el amor que la une al Jesús-Esposo de su Iglesia y desea hacerlo con todo el corazón, toda el alma y todas las fuerzas, formando la comunidad que tiene «un solo corazón, una sola alma y todo en común» (He 4,32-35). Es consciente, así mismo, de las amenazas diabólicas que tientan y tentarán su fidelidad a la alianza. El voto –compromiso público– de alianza se lo recuerda constantemente y enciende alarmas cuando la amenaza es real.
2. Cada instituto configura «carismáticamente» los votos
Cada instituto plasma su profesión de los votos según el carisma recibido. No existe una profesión estándar. Ni siquiera una profesión que se identifique únicamente con el proyecto de cumplir el mandamiento principal que caracteriza toda vida cristiana. El mandamiento principal se profesa como voto pero con rasgos liminales y proféticos, propios de la vida consagrada[87].
a) Desde la biodiversidad carismática
Pero también dentro de la vida consagrada existe una bio-diversidad carismática impresionante. Cada carisma colectivo le da una configuración especial a la profesión del mandamiento principal como único voto y a cada una de sus explicitaciones en los tres votos. No pocos institutos expresaron su especificidad carismática en la profesión de un cuarto voto. Últimamente nos estamos dando cuenta de que esa excelente iniciativa tal vez hoy no sea necesaria. Basta con re-interpretar el único voto y sus tres explicitaciones votivas desde el carisma fundante. Así se descubren, por ejemplo, los diversos matices del voto de pobreza en los franciscanos, o en los hermanos de san Juan de Dios, o en los hermanitos o hermanitas de Jesús. Por eso, en la revisión de los textos constitucionales se hace lo posible para no presentar los votos –sin más– con el rostro estándar de los documentos de la Iglesia, sino releyéndolos desde la propia especificidad carismática.
Todos los institutos de vida consagrada viven la alianza desde el seguimiento del Jesús histórico, pero también desde la fe en el Cristo resucitado. Todos quieren unirse a Él por la fe y la participación en sus sacramentos. Pero ese seguimiento y esa fe acontecen en cada creyente y en cada grupo bajo la acción del Espíritu del Señor que nos ha sido enviado y que nos concede –según el querer del Padre y del Señor resucitado– los dones que más necesita la Iglesia.
Hay formas de vida consagrada a las que seduce el Jesús de Nazaret de la vida oculta, el Jesús laico, familiar, trabajador, «uno de tantos» (hermanitos y hermanitas de Jesús, inspirados en Charles de Foucauld, u otros institutos denominados «de Nazaret» o «de la Sagrada Familia», o «de Belén»).
Otras formas de vida consagrada se sienten seducidas por la etapa fronteriza, liminal y profética de Jesús, itinerante, proclamador y actor del reino de Dios en Galilea y en Jerusalén (órdenes mendicantes, clérigos regulares, institutos apostólicos, sociedades de vida apostólica, institutos seculares). Quienes siguieron a Jesús primero, en esta fase de su vida, hombres y mujeres, formaron en torno a Él una comunidad de seguimiento y misión. Jesús no les exigía cambiar su estado de vida: Simón Pedro era un seguidor casado; también lo era su seguidora Juana –mujer de Cusa–. Todos –seguidores y discípulos– compartían el estilo de vida de Jesús: itinerante, pobre, obediente a la voluntad del Abbá, comunitario –formando incluso una comunidad mixta–, orante, diaconal o de servicio a los necesitados. En la comunidad de Jesús se decía no a la violencia, sí a la desinstalación e itinerancia profética. Muchos institutos de vida consagrada encuentran en este Jesús de la etapa profética su llamada, inspiración y su forma de misión y vida. El Espíritu Santo inspira en cada instituto un modo peculiar de hacer «memoria» de Jesús-profeta del reino de Dios e Hijo de Dios. Hemos de estar muy atentos para no limitar los modelos de vida consagrada, inspirados en el Evangelio, a los ya pre-concebidos y aprobados canónicamente. ¿Por qué el Espíritu no puede inspirar nuevas formas de vida, basadas en el Evangelio y configuradas y conformadas de modos diversos a los que hasta ahora han aparecido?
b) Las cuatro dimensiones: Misionero-política, comunitaria, ecológica y mística
El voto fundamental y cada uno de los tres votos deben ser comprendidos desde las cuatro dimensiones de la nueva alianza: con Dios, con la humanidad, con la propia comunidad, con la naturaleza. Nuestro compromiso y servicio a la alianza se vuelve entonces: misionero-político, comunitario, ecológico y místico.
La dimensión misionero-política describe la alianza como compromiso y complicidad con la misión del Espíritu Santo que lleva a plenitud la misión de Jesús, que vino a reunir a todos los hijos de Dios, que estaban dispersos; que vino a curar toda dolencia y ser mensajero de la buena noticia y a transformar el mundo en reino de Dios, optando prefentemente por los más pobres y últimos y prometió la instauración de una nueva Jerusalén.
La dimensión comunitaria describe la alianza como relación de fraternidad y sororidad, de familia con quienes Dios Padre ha puesto a nuestro lado y con quienes nos hace convivir.
La dimensión ecológica describe la alianza en su dimensión planetaria, cósmica, terrena. El Espíritu se derrama sobre «toda carne»: la alianza nos pone en relación con la naturaleza, con los cuerpos, con la flora, fauna, con la materia y sus energías, con los procesos ecoevolutivos, con la biocenosis y los ecosistemas.
La dimensión mística describe la alianza como relación de amor (perichṓresis) con la Santísima Trinidad –nuestro Dios Abbá, con Jesús resucitado y con el Espíritu–. Esta dimensión es transversal a todas las anteriores y está en un constante proceso mistagógico.
La personas consagradas intentamos vivir la alianza como exageración profética, como oth o símbolos vivientes que el Espíritu Santo pone en medio de la Iglesia y de la sociedad para que seamos permanente evocación de la alianza en todas sus dimensiones:
Importancia particular tiene el significado esponsal de la vida consagrada, que hace referencia a la exigencia de la Iglesia de vivir en la entrega plena y exclusiva a su Esposo, del cual recibe todo bien. En esta dimensión esponsal, propia de toda la vida consagrada, es sobre todo la mujer la que se ve singularmente reflejada, como descubriendo la índole especial de su relación con el Señor. A este respecto, es sugestiva la página neotestamentaria que presenta a María con los Apóstoles en el Cenáculo en espera orante del Espíritu Santo (cf He 1,13-14). Aquí se puede ver una imagen viva de la Iglesia-Esposa, atenta a las señales del Esposo y preparada para acoger su don. En Pedro y en los demás Apóstoles emerge sobre todo la dimensión de la fecundidad, como se manifiesta en el ministerio eclesial, que se hace instrumento del Espíritu para la generación de nuevos hijos mediante el anuncio de la Palabra, la celebración de los Sacramentos y la atención pastoral. En María está particularmente viva la dimensión de la acogida esponsal, con la que la Iglesia hace fructificar en sí misma la vida divina a través de su amor total de virgen […] Por su parte, el pueblo cristiano encuentra en el ministerio ordenado los medios de la salvación, y en la vida consagrada el impulso para una respuesta de amor plena en todas las diversas formas de diaconía (VC 34).
Nuestra «transparencia simbólica» evoca ya ahora lo que será la alianza plenamente cumplida en la plenitud escatológica.
Parte 2 TRES CONSEJOS EVANGÉLICOS
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