La batalla por el buen cine. Emilio Bustamante

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La batalla por el buen cine - Emilio Bustamante

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sobre la homosexualidad. Pese a haber declarado aspirar a un cine que se libere del argumento, Armando Robles Godoy destaca también la importancia de esos temas y de los puntos de vista adoptados en esos filmes.

      En algunos de sus textos se aprecia, además, cierta espiritualidad. Es el caso del artículo “El cine y la Biblia” (publicado en 7 Días del Perú y del Mundo, 24 de diciembre de 1961), donde realza la figura de Cristo; pero, sobre todo, en dos notas breves: una a propósito de la procesión del Señor de los Milagros (19 de octubre de 1962) y otra sobre el documental Concilio Ecuménico Vaticano II (29 de marzo de 1963). En la primera relata impresionado que a pesar de haber visto muchas veces la procesión del Señor de los Milagros, no se percató de su “contenido dramático inimaginable” hasta que la contempló a través del visor de su cámara, durante la filmación del documental en torno a Lima que estaba realizando entonces. En la otra, destaca “una larga escena de un primer plano del Papa, ingresando en San Pedro, que es, tal vez, el mejor retrato viviente que se haya hecho de un Sumo Pontífice”. En ambos casos, Robles expresa (insólitamente) una mirada cercana a la de Bazin al valorar de modo tácito la objetividad de la cámara y la duración de la toma en cuanto permiten una develación (casi una revelación mística) de la realidad.

      En cuanto a su estilo de redacción, Robles Godoy emplea un lenguaje sencillo, orientado hacia un público masivo, y no le falta mordacidad. Sobre Pecado de lujuria (Le pavé de Paris, 1961) de Henri Decoin comenta: “El verdadero ‘pecado de lujuria’ lo cometen quienes van a ver esta película, pero la penitencia que significa verla completa redime a cualquiera”. Sobre Viaje al séptimo planeta (Journey to the Seventh Planet, 1962) de Sidney Pink, dice: “El tema es fascinante: una especie de monstruo cerebral, único ser vivo de Urano, que trata de apoderarse de uno de los exploradores, para luego dominar la tierra. Pero este tema está realizado en una forma tan pobre, tan carente de imaginación e inteligencia, que dan ganas de asesinar al director”. Sobre El poder y la pasión (Diamond Head, 1963) de Guy Green, dice: “Dirección, guion, desempeño de los actores y argumento, todo es parejo, que uno se queda en el asiento esperando determinar qué es peor”, y añade: “El argumento es tonto, pero los personajes lo son un poco más. Esto conduce a que el desarrollo sea lógico”.

      Robles Godoy publicó en su columna, además de crítica, noticias sobre las actividades de la Asociación Cultural Cinematográfica. Estas actividades incluían exhibición de películas, cine-foros y la iniciativa de la creación de una cinemateca. En octubre de 1962 publicó varias notas sobre la avant première de La aventura de Antonioni, promovida por esa asociación; no obstante el evento resultó frustrante pues al parecer la distribuidora entregó una copia recortada de la película. Robles lamentó lo sucedido y logró, en noviembre del mismo año, que se exhibiera una copia completa. En varias notas informó, también, sobre la realización de su documental España en Lima, auspiciado por la asociación. Según Bedoya (2009, p. 157), la Asociación Cultural Cinematográfica se hallaba conformada por seguidores de la doctrina del Cuarto Camino de Gurdjieff. León Frías dice que, aunque Robles no lo dijera en sus textos en La Prensa, no solo integraba la asociación, sino que era su principal gestor.

      En la columna “Cine Comentarios”, Robles Godoy publicó noticias sobre cursos de formación en cinematografía dictados por personas vinculadas a los cineclubes, en especial el Cine Club de la Universidad Católica. Dedicó, en el mismo sentido, varias notas en contra de la censura, y planteó la necesidad de crear una cinemateca y una ley de promoción cinematográfica.

      Otro asunto importante que aborda es la educación en el lenguaje cinematográfico, para que los aficionados aprendan a reconocer el buen cine que el crítico promueve, e inclusive para que se arriesguen a realizar sus propias películas. En el mes de octubre y parte de noviembre de 1962, publica notas didácticas sobre material básico de filmación para aficionados, planos, ángulos de toma, movimientos de cámara y montaje. En una de sus últimas notas refiere: “Es necesario hacer cine, como sea, de ocho milímetros, de 16 milímetros, mudo, hablado, en blanco y negro o en colores” (14 de agosto de 1963). Pocos días después dejaría de publicar su columna. El año siguiente comenzaría el rodaje de su primer largometraje.

      En los textos que Robles Godoy publicó en La Prensa y 7 Días del Perú y del Mundo en el breve lapso entre 1961 y 1963, está ya el núcleo de lo que sería su actividad en el cine peruano en los siguientes años como realizador, docente, opositor a la censura e impulsor de leyes de cine.

      A través de sus artículos en La Prensa y 7 Días del Perú y del Mundo, Armando Robles Godoy fue creando una poética.

      Pese al humor con el que se referiría en años posteriores a la crítica cinematográfica (“la crítica es la eyaculación prematura de la función intelectual”), y que llega a calificarla como “un error espantoso” por “tratar de meter un lenguaje dentro de otro, tratar de explicar la música, con pala-bras; tratar de explicar el cine, escribiendo”, Robles Godoy hizo crítica muy seriamente y reconoció, como ya hemos anotado, que le sirvió como “una entrada interesante para ver el cine en otra forma”, pues “tenía que ver la película con más atención, hasta dos, tres veces, para traducirla” (Carbone, 1993, p. 170).

      Al iniciarse en la realización de largometrajes, Robles Godoy tenía ya claras varias ideas sobre el cine en general, así como el tipo de cine que quería hacer, y contaba—además—con la influencia de los directores que había elogiado en sus textos.

      Las ideas básicas eran las siguientes: El cine es un arte provisto de un lenguaje propio pero todavía pasible de experimentación. Todo lenguaje artístico lo es, pero aún más el lenguaje cinematográfico, al ser el cine un arte nuevo. Existen películas artísticas realizadas por autores cinematográficos, pero también meros productos de entretenimiento más o menos eficaces, y películas falsamente artísticas, pretensiosas y vacías que se venden como arte, pero cuyo objetivo es únicamente el dinero. Es necesario diferenciar cada tipo de película.

      Para Robles, el cine no debe reducirse al argumento ni a representar únicamente la realidad exterior; puede representar también la subjetividad de sus personajes, su pasado, su pensamiento y sus sueños. Tampoco hay barreras de género y formato: una obra documental puede ser tan artística como una de ficción, y una película en 8 milímetros tan relevante como una de 35 milímetros. No deben existir impedimentos para la creación; es por ello que la censura es inaceptable, pues limita la libertad creadora. Aunque las leyes de cine son necesarias, no se debe esperar pasivamente a que se dicten; hay que empezar a realizar películas para que se haga evidente la urgencia de una ley que promueva el cine y la educación de los ciudadanos en el conocimiento del lenguaje cinematográfico.

      Hasta aquí los enunciados orientadores de la interpretación y la realización cinematográficas hallados en los artículos de Robles Godoy. En sus filmes, no solo seguiría estos enunciados, sino que—como sugerimos—asimilaría formas y recursos de lenguaje de las películas que más había apreciado como crítico.

      No hay acceso en la actualidad a copias de Ganarás el pan (1965), el primer largometraje de Robles Godoy. Sí, en cambio, a copias del segundo, En la selva no hay estrellas. El filme, como ya se ha mencionado, ganó en 1967 la Medalla de Oro del Festival de Moscú. En la selva no hay estrellas cuenta la historia de un hombre sin escrúpulos, de humilde origen, que ha provocado el suicidio de su novia embarazada, y ha matado por dinero a un líder campesino. Este sujeto se interna en la selva para robar el oro acumulado por una extraña mujer que lidera a un grupo de nativos; cree, ilusamente, que el metal precioso le permitirá alcanzar la verdadera libertad. En cuanto al argumento, el filme no guarda semejanza alguna con La infancia de Iván (Tarkovski, 1962) e Hiroshima, mi amor (Resnais, 1959), dos de las películas más elogiadas por Robles en su etapa de crítico;

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