Sal. Rebecca Manley Pippert

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Sal - Rebecca Manley Pippert

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Siendo muy honesto, creo que no hay interés por ese tipo de evangelización. Así que no te preocupes si nadie llama por teléfono”.

      ¿Qué pasó después de la entrevista? ¡Todos los teléfonos empezaron a sonar! ¡Llamó gente de una punta a la otra del país!

      Los comentarios que hicieron fueron muy reveladores. Todos los que llamaron hablaron de alguien que les importaba mucho y que no era cristiano, pero reconocieron que sentían temor ante la idea de entablar una conversación sobre cuestiones espirituales. Dijeron que anhelaban que sus amigos conocieran a Cristo, pero que se sentían incapaces de hablar de la fe y por eso oraban para que otro cristiano lo hiciera por ellos. Todos sus miedos eran similares: ¿Cómo puedo plantear el tema de la fe de forma natural? ¿Qué pasa si los ofendo o me rechazan? ¿Qué pasa si plantean preguntas que no sé responder? Casi todos dijeron que ojalá sus iglesias les enseñaran a evangelizar, no con fórmulas que tenían que memorizar y usar por igual con todas las personas, sino de la forma que yo había descrito en la entrevista.

      Una cosa tengo clara: nunca ha habido tanta necesidad de compartir a Cristo con el mundo, empezando por nuestros vecinos, y nunca los creyentes se han sentido tan poco equipados para ello.

      ¿Por qué a los cristianos, especialmente en Occidente, les cuesta compartir su fe? Mientras que en casi todas las partes del mundo el cristianismo está creciendo de forma espectacular, ese no es el caso en Occidente. Europa y Canadá son seculares, poscristianas. Las estadísticas sugieren que los EE. UU. avanzan con paso decidido en la misma dirección. Cada vez hay más voces influyentes que se muestran hostiles y opuestas a la fe cristiana. Las principales corrientes que dan forma a nuestra cultura presentan enormes desafíos para el evangelio: el colapso de la verdad absoluta; el cambio de la autoridad objetiva por la preferencia personal; el crearse una “religión a conveniencia”, escogiendo qué creer y qué no creer; la revolución sexual… La lista continúa.

      Ante esta realidad, algunos cristianos se sienten enojados.

      Algunos cristianos se sienten intimidados.

      Algunos cristianos se sienten derrotados.

      Yo me siento esperanzada.

      Porque, aunque vivimos en tiempos difíciles para el evangelio, también vivimos en tiempos extraordinarios llenos de oportunidades para el evangelio. Como mi amigo Os Guinness, el conocido crítico social, ha escrito:

      “Esta época es simplemente la mayor oportunidad para el testimonio cristiano desde los tiempos de Jesús y los apóstoles, y nuestra respuesta debería ser aprovechar la oportunidad con imaginación y valentía. Si alguna vez la ‘puerta grande y eficaz’ de la que Pablo escribió se ha vuelto a abrir para el evangelio, es ahora” (Fool’s Talk, p. 16).

      Fruto de una tierra estéril

      Sin duda, el paisaje en Occidente ha cambiado mucho desde que escribí mi primer libro sobre evangelización Fuera del salero en 1979. En aquel entonces era bastante radical plantear un enfoque encarnacional del testimonio, desafiar a los cristianos a salir del salero para ir al mundo: es decir, animarlos a no vivir en una burbuja cristiana, sino a entablar una amistad genuina con personas no creyentes, y a compartir el evangelio como parte de una relación y no como si fuera un torpedo —lo lanzo y me voy corriendo—.

      Ahora, 40 años después, escribo mi segundo libro sobre evangelización porque necesitamos aprender de nuevo a compartir nuestra fe con confianza, compasión y de forma convincente en este nuevo mundo poscristiano. Recuerdo que, cuando planeábamos mudarnos a Europa, algunos amigos bienintencionados nos aconsejaron que no lo hiciéramos:

      “Es tierra infértil para el evangelio, Becky”.

      No lo era. La tierra secularizada de Europa resultó ser muy fértil para el evangelio. El fruto fue tremendo. Y este libro es realmente el resultado de las lecciones que aprendimos.

      Lo que hemos visto en nuestro ministerio es que incluso cuando nuestro paisaje cultural se vuelve cada vez más secular, el secularismo no tiene el poder de borrar nuestros anhelos humanos de significado y valor. En todo caso, los incrementa. Dios ha puesto el anhelo de identidad, significado y propósito en todos los corazones humanos; así que, incluso si la gente no es capaz de explicar qué le falta, el anhelo y la añoranza están ahí. Pero no sabrán dónde buscar a menos que los cristianos vivan y cuenten las buenas noticias de lo que Dios ha hecho por todos en Cristo.

      Predícate a ti mismo

      Cuando regresamos a vivir en EE. UU., me vi cada vez más identificada con Lesslie Newbigin, el difunto teólogo, autor y misionero británico. Después de vivir en la India durante años, Newbigin regresó a su hogar en Inglaterra y se sorprendió por dos cosas: primero, el grado de secularización de Inglaterra; y segundo, el impacto que la cultura secular estaba teniendo en los cristianos.

      Se dio cuenta de que el desafío no era solo cómo llegar a los no creyentes con el evangelio, ¡sino también cómo llegar a los creyentes con el evangelio! Y ese es, creo, el desafío para los cristianos en todo lugar. En Occidente, el desafío se produce por vivir en una cultura posverdad y poscristiana que refleja las distorsiones de la posmodernidad.1 Esto significa que tenemos que crecer en nuestro amor por Jesús y descubrirlo con ojos nuevos: permitir que la verdad del evangelio tenga pleno efecto en nosotros y encontrar formas eficaces de comunicar el evangelio para un momento como este.

      Nuestro problema, sin embargo, es que estamos mucho más influenciados por la cultura secular de lo que pensamos. Corremos el gran peligro de creer el evangelio con nuestra mente, pero vivir como escépticos porque hemos adoptado una visión más secular de la realidad, sin darnos cuenta. Necesitamos recuperar la confianza en que el evangelio es realmente relevante para la gente secular de hoy, que Dios y su evangelio aún tienen el poder de cambiar vidas. Necesitamos ver por qué debemos involucrarnos en la evangelización aunque no nos sintamos dotados para ello. Necesitamos recordar por qué merece la pena pasar por situaciones en las que podríamos ser rechazados.

      Si vamos a predicar el evangelio a los demás, también necesitamos predicárnoslo a nosotros mismos: a nuestros propios corazones y mentes. Este es nuestro doble desafío. Para ser mensajeros creíbles del increíble mensaje del evangelio, ¡nosotros mismos tenemos que entender y creer de verdad el evangelio! Nuestro énfasis nunca debe estar en los números o las técnicas, las fórmulas o la manipulación, sino en la autenticidad, la credibilidad y el poder espiritual. Así que este libro pretende entusiasmarnos con la profundidad y la belleza del evangelio, mientras a la vez nos equipa para compartirlo.

      Después de hablar y escuchar a miles de cristianos alrededor del mundo, ayudándolos a entender el evangelio y a compartirlo de manera atractiva, casi siempre mencionan tres razones por las que les cuesta hablar del evangelio o por las que eligen no sacar el tema.

      Esas tres razones dan forma a la estructura de este libro.

      Nos sentimos incapaces

      Continuamente oímos del profundo sentimiento de incapacidad que los cristianos tienen en cuanto a compartir su fe. Se preguntan cómo podría Dios usarles en estos tiempos que corren. Es otra forma de decir que temen que Dios no vaya a obrar. En otras palabras, están luchando con la incredulidad. También suponen que la evangelización es un llamamiento especial y no es para personas como ellos. Aunque no se dan cuenta, lo que realmente están diciendo es que la evangelización depende solo de ellos y por eso les entra el pánico.

      Así que empezaremos este libro mirando los

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