Tu nombre es el Amor. Romina Natalín Aldecoa
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El mundo se convierte en el pecado más inmenso del dolor, dando vueltas en las manos de los débiles Tu palabra se entrecruza con la vanagloria de unos pocos siendo capaces de hacer jugar un sueño a las escondidas, ya para nadie importa un grito apagado de un niño por nacer. Cambiarán a la humanidad los ojos que apenas logran abrirse en el seno materno, transformas tu mano abierta en un puño incitando a un golpe en tu propia mejilla llena de abundante ignorancia disfrazada, das vuelta a la página equivocada en un libro ajeno que aún Dios está escribiendo, borras Su palabra como si fuera tuya, rompes sus hojas sin pensar en nada, vistes las verdaderas expresiones de mentira, ahora sientes tu vida yacer en un pozo profundo y tan completo de vacío como tu corazón sin latidos; pasos que giran en un mismo punto, a donde comenzaste terminarás, en ese lugar similar nos sostiene ese redondel tan perfecto que cubre las pupilas con un brillo encerrado de lágrimas y abierto a la soledad de tu amor. Es solo intentar y todo surgirá olvidando a la verdad en el miedo, equilibrando mis manos al temblar y confiando en la fuerza con la que venció David a Goliat administrada por quien abre los cielos, le da forma a mi alma agotada de tanta inclemencia, habiendo tantos movimientos fuertes por la marea, yendo y viniendo por el océano frío se congela mi mirada solo en Tu voz que ingresa en mí como una suave melodía volando a lo alto despides brisas de libertad con Tu cuerpo herido haces lo que haces.
Capaz de arder en soledad, las llamas invaden la profundidad de mi alma que se derrite ante Tu mirada llena de fogosa verdad, abres mis ojos ante la adversidad mostrándome qué tan débil soy a la mentira que pretenden hacerme creer, cuán ciega me convierto con el amor de Su tierna presencia y cómo transformas mi ira en perdón. Confié tanto en lo que el mismo Jesús había dicho en no confiar, pero el Señor es mi compañía durante este camino tan largo y estrecho a la vez, que ya no sé quién soy y cómo hacer para seguir, solo siento cargar esta cruz tan pesada como mi propia tristeza que llena mis ojos de lágrimas constantes y a mi boca de eternos suspiros con un suave rechinar de dientes causado por la fría brisa de este extenso bosque repleto de verde que solo me inspira desesperanza cuando el cielo se nubla y apago la luz del sol que el mismo Dios me enciende. Qué contradicción tan cierta es ver cuando cubren los ojos con un pañuelo, decir una palabra cuando los labios aún no saben moverse, caminar en silencio cuando mis pasos no hacen huellas en la orilla del mar, llorar en soledad cuando mis lágrimas no comprenden mi tristeza, hacer que todo esto salga de mi alma cuando me encierro en mí misma. A veces qué incomprensibles son las palabras calladas, guardadas en la profundidad de un río vacío, cuando salen se disfrazan de miedo extremo a la realidad, paralizan la posibilidad de ser alguien en quien las carga en su yugo, sangrienta y verosímil se presenta esta calle repleta de odio cuando la propia vida se golpea contra un espejo, ocultando la mirada en un único reflejo, luego ves cómo se abren grietas y heridas en el cuerpo. No pienses tanto porque los pensamientos oprimen el alma como un trapo mojado en las manos de un traidor, muestra la belleza por fuera con una altanera sonrisa, pero siempre hay que ir más allá, en ese rincón seguramente oscuro e impregnado de la humedad que respiras desde que abriste los ojos, ahí está la misma claridad como cuando amanece y el sol intenta entrar a tu casa por todos los pequeños agujeros de las ventanas, así logras ver disiparse por el aire partículas de suciedad buscando hacer sombras a la nueva mañana. Por eso deja que el Señor sea quien abra tus labios para proclamar su alabanza, que tu boca despida libertad de amor y paz, no aquella libertad presa de sentimientos, sino la que puede volar lejos con la gracia del Altísimo, niegas todo cuando ves que un ave abre sus alas para emprender un vuelo y aún crees que por su fuerza es capaz de aprender sin necesitar de la mano del Padre. Siempre cuando pierdo toda esperanza pregunto ¿y si Dios enviara sus ángeles? Cómo puedo perder tan fácilmente la fe, pero el mundo oscurece mi amor, clava en mi pecho una filosa espada sin importar cuánto pueda sufrir, aunque sí cuanto pueda resistir, has enviado Tus ángeles en este instante mientras miraba mi dolor y daba hacia Tu perspectiva mi espalda, así como puedo sujetar esta cruz así ciego todo ante mí, pido solo que me escuches y no escucharte, no cierro las ventanas, pero la luz del día se apaga para hablarte del pasado, cuanto más tengo que preguntarme por qué me lastiman tan fácilmente y caigo a Tus pies derritiendo la mirada en las heridas, son solo preguntas y no busco las respuestas que escribes en lo profundo del corazón con un sello indeleble. Cómo deseo alzar mi mano en forma de puño y gritar con toda el alma “En el nombre del amor, qué más en el nombre del amor”, el amor que es Dios y lo dio a su Hijo por amor a nosotros, criaturas imperfectas no dignas de seguir recibiéndote, capaces de no distinguir ni la gran misericordia hacia los seres desagradecidos de Tu perdón por los pecados que arrastramos hacia el altar. Es aquel horizonte del que hablaba cuando caminaba por el muelle y me llevabas en Tus brazos, aquel sol color naranja que está a la mitad cubierto y reflejado en las aguas de este mar infinito, una canción oí que susurrabas en mis oídos, una melodía tan suave y contemplativa que los sueños se entretejieron solos entre las nubes del cielo celeste que dibujabas encima de mí. En un lugar profundo caí y solté Tu mano por rebeldía, pensé que era solo un salto, pero era una caída sin límite que me llevaba a la nada, sabías que volvería hacia Ti afligida y agotada, no me negaste un abrazo como yo lo hice contigo, cubriste mi alma desamparada y sucia con una manta celestial que nuestra Madre te cedió al ver una hija suya de tal manera, la protectora me acunó hasta agotar mis lágrimas. Con el cuerpo lastimado, mi alma llena de cicatrices y de polvo, tenía todo perdido en el mundo donde había puesto mi destino y cada mañana, ahora que puedes decirme si mi cuerpo sonríe y el alma es transparente, ya no tengo que perder nada porque en el lugar donde estoy, mi vida es eterna hoy acá y mañana allá, es cuestión de mover el amor que creí haber extraviado en la soledad de mis pensamientos hacia esa luz roja que titila delante de la visión clara y pura. Como intento suspender en el aire una palabra dirigida a ti, solo así estoy completa, hacia arriba veo la gloria mostrar una puerta abierta en el Señor, me has dado todo por qué no puedo dar todo por ti, Dar Todo Por ti, solo cierra mis ojos del modo tan dulce con que todas las noches lo haces.