Qué salvará al mundo. Poesía, prosa. Протоиерей Олег Штельман

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Qué salvará al mundo. Poesía, prosa - Протоиерей Олег Штельман

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olvidar al creador del universo

      Y leyes que allí existen,

      Los hombres con el cor perverso

      En esta tierra coexisten.

      Y a pesar de todo esto,

      Dios se apiada de la gente,

      Así nos manda el manifiesto

      Que nos cambiemos finalmente.

      Desterremos la ceguera y el sueño,

      Salgamos del letargo execrable,

      Por la verdad, por nuestro dueño,

      Tomemos decisión más aceptable.

      Como la madre cuida a su niño,

      Dios se preocupa por cada uno.

      Nos alimenta, nos trata con cariño,

      Cada día nos trae desayuno.

      Pero habrá alguien que tenga duda:

      «Yo mismo busco la comida,

      Si por la mañana necesitaré ayuda,

      ¿Entonces quién salvará mi vida?»

      Por supuesto que es correcto,

      Pero mira a tu alrededor,

      Al mundo hecho sin defecto,

      Desde aquí tomamos lo mejor.

      ¿Cómo te imaginas al Señor?

      ¿En qué te gustaría confiar?

      ¿Qué tú seas superior,

      Y él te debe alabar?

      ¿Un vino tino? ¿O bien una cerveza?

      Que traiga un asado o langosta,

      Y tú lo comes, que nobleza.

      Que lleve de tu piso toda bosta.

      Y tú estás en toda onda

      Soportando la Real,

      Vigilando bien tu fonda,

      Un farolero espiritual.

      Dios no ama a los perezosos,

      E incluso el antepasado Adán

      Era uno de los laboriosos,

      Y Dios Padre trabajaba con afán.

      Sagrada Escritura nos revela:

      Seis días labró nuestro Creador,

      Hizo entero mundo con cautela,

      Al séptimo, restó un rato el Señor.

      Dime, ¿no es un encanto

      Que el sol sale al amanecer?

      No es nuestra valoría, entretanto

      Señor nos brinda su placer.

      ¿No es glorioso por atardecer?

      De la luna o la nube en el cielo

      Y estrella que parece a mujer,

      Adornada de vestido terciopelo.

      La tierra nos cultiva trigo,

      Cosecha de cebolla y de col,

      La lluvia es su buen amigo,

      Que da comer a todo caracol.

      Y hay muchos peces para elegir,

      ¡Es maravilla cada don marino!

      Y de la tierra podemos producir

      Metales y todo tipo de platino.

      Aceite, diamantes, otros dones,

      Gas, el mármol y cemento.

      Hay multitud de varias opciones,

      Pero recuerda el manifiesto.

      Pues, no se vive bien en paz,

      No nos agradan las pasiones.

      No se convive en orgullo rapaz,

      Hasta que se rompan tentaciones.

      De ahí el odio y malicia,

      De ahí envidia, difamación,

      La perfidia nos auspicia.

      Cada uno ya en su prisión.

      Brindando guerras, muerte, destrucción

      Y lágrimas de las viudas como un río.

      De todo eso no habrá liberación,

      Dolor ajeno pues es un baldío.

      Por eso yo estoy hablando,

      A eso me refiero oración:

      Cristo salvará al mundo. Llorando,

      Lo inmortalizarán con religión.

      Estoy seguro, se reanima,

      Al oír el llanto del Señor,

      La gente deja su esgrima

      Y todo se rellene de vigor.

      Y se preguntan: ¿Cómo es posible?

      ¿No creo, cómo se producirá?

      Hay solo una regla apacible:

      Con amor – todo crecerá.

      Padre de familia no debe fornicar,

      Será marido de la misma dama,

      Sin oprimir, reñir o pelear —

      El guardián de mera trama.

      La madre, como la paloma mansa,

      Viviendo para su marido, su filiación,

      Tras de obrar, un poco ya descansa,

      A todos mira con satisfacción.

      La gente con piedad amable

      Se vivirá en paz y harmonía.

      Se establece posa formidable,

      Ardid perece en agonía.

      El fin de guerra, fin de robo,

      Alianza de amor, de bendición,

      Así por todo nuestro globo

      Se extenderá divina concepción.

      Jardín florece de alegría

      De los tontos y los listos.

      Regresará del cielo poesía

      A los padres que fue previsto.

      Oíd, pueblos, esa voz eterna

      Del hijo de nuestro Creador.

      Recibid su vocación más tierna,

      Haceos su sereno sucesor.

      No somos huèrfanos

      Vivimos de recaudos mundanos,

      Y viviendo ya el otro día,

      Nutrimos de bienes humanos,

      Sin divina filosofía,

      Al adjudicar la luz divina

      Como si fuera suya,

      Hasta el fondo la arruina,

      Todo lo que se incluya.

      Se compiten como reyes,

      Aprenden leyes con altivo.

      Ahí ellos mismos como bueyes

      Siguen sus vidas sin motivo.

      Somos cenizas de la tierra,

      De la que Dios nos ha creado,

      Nuestro mérito aterra,

      En vano Dios lo ha dejado.

      Cualquier

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