Cásate conmigo... de nuevo. Mariolina Ceriotti Migliarese

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Cásate conmigo... de nuevo - Mariolina Ceriotti Migliarese Claves

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de una vez para siempre. Los cambios en las condiciones de la vida con el paso del tiempo, y la evolución personal de cada uno, hacen necesarias las adaptaciones recíprocas y continuas. El desafío de fondo consiste en encontrar y mantener la fisionomía y la identidad de esa relación, en un cambio que permite la evolución vital sana de cada uno, en el respeto al otro.

      Precisamente por este motivo, la aparición de momentos críticos no se puede considerar como un hecho excepcional, ni indica tampoco necesariamente que se presente una disfunción o una patología de la pareja misma. En cambio, cada crisis sirve para indicar que hay que hacer algún cambio, y que hemos de ser capaces de cuestionar el vínculo, para reorganizarlo según los nuevos equilibrios. Así podremos introducir los cambios que sean necesarios para que la relación siga siendo estable y vital al mismo tiempo.

      La salud psíquica de la pareja exige que seamos capaces de mantener una relación lo suficientemente flexible como para permitir que cada uno siga siendo él mismo, en plenitud, en el contexto de una relación de gran intimidad. Esto supone que, en una relación, cada uno de los dos cónyuges debe tener la posibilidad de desarrollar su personalidad de la mejor forma, con sus características, sus dones, su vocación personal. Pero no por ello puede perder de vista el contacto y el intercambio con el otro. Es necesario mantener en relación vital la parte más profunda y personal de ese hombre y de esa mujer, sabiendo que cada uno de los dos, a su vez, busca constantemente el equilibrio entre la continuidad y el cambio. Es un reto realmente difícil.

      Aunque a primera vista, los comentarios que estamos haciendo puedan parecer bastante teóricos, en realidad se aplican a la infinita variedad de las decisiones prácticas, grandes y pequeñas, de la vida cotidiana: el reparto de tareas (¿quién cocina? ¿quién limpia? ¿quién hace la compra?); la definición de los ritmos vitales, entre trabajo y familia (¿qué espacio se debe dar a la familia y cuál a la profesión?); la gestión económica (¿en qué cuenta corriente? ¿dónde domiciliamos el sueldo? ¿cómo decidimos sobre los gastos? ¿mío / tuyo / nuestro?). Solo son algunos de los ejemplos más comunes entre las muchas cosas que hay que acordar, definir y compartir. Las decisiones no son solo concretas, sino que también están dotadas de un alto valor simbólico. Así, mediante estas y otras decisiones que pueden ser pequeñas y cotidianas, la pareja va adquiriendo su fisionomía propia y define aspectos como el espacio y el valor que va a reservar a los proyectos personales de cada uno, o la forma en que esos legítimos proyectos personales se van a compaginar, de forma equilibrada y satisfactoria, con el nuevo proyecto compartido de la familia. Muchas veces, el nacimiento de los hijos supone, en este terreno, un momento importante de toma de decisiones, no exento de dificultad.

      Por eso, es evidente que los primeros acuerdos no pueden ser suficientes. A lo largo de la vida, va a ser necesario hacer adaptaciones mutuas y continuas, que tendrán que superar el encuentro y enfrentamiento, a veces, con las situaciones de la vida diaria. Pero precisamente este elemento puede abrir paso a un “trabajo psíquico”, complejo y estimulante a la vez, en el que la pareja se encuentra y se enfrenta, media y llega a acuerdos. Es típico de cualquier relación que se pueda llamar vital.

      Este “trabajo psíquico”, entre continuidad y cambio, es el que permite que la relación se modifique con el tiempo, pero sin perder nunca su configuración específica más profunda.

      Confío en poder mostrar con claridad que las crisis más graves se producen precisamente cuando esa confrontación es, por cualquier motivo, insuficiente. A veces es por una dificultad prolongada, quizá no reconocida, para hacer frente y superar de forma abierta los momentos críticos, desde el punto de vista fisiológico, que tiene el vínculo. Esto lleva consigo una insatisfacción crónica que puede crecer solapadamente, y que distancia progresivamente al hombre y a la mujer, hasta que estalla la crisis.

      II.

       TRES RELATOS

      El que sabe todas las respuestas

      no se ha hecho todas las preguntas

      Confucio

      LA SEPARACIÓN SE HA CONVERTIDO en un hecho muy común del horizonte cultural actual, socialmente aceptado. Esta situación reclama el desarrollo de una nueva forma de pensar: ¿es posible seguir amándose, también cuando en la pareja pasa algo grave? ¿Qué hacemos cuando suceden hechos que no son fisiológicos, como una traición, el enamoramiento de otro, u otras situaciones importantes, que ponen en seria crisis la confianza recíproca?

      ¿Se puede reconstruir la relación, realmente, en casos como estos? ¿Podemos volver a enamorarnos tras una desilusión profunda? Entre los creyentes, es frecuente que una crisis matrimonial importante dé paso a preguntas más amplias, relacionadas con la fe y con el significado vocacional de la elección: ¿cómo se pueden conjugar la desilusión y el amor? ¿Cómo se puede continuar con la relación, tras la ruptura de la promesa o cuando la gravedad de la desilusión parece hacer que se esfumen por completo los proyectos que habíamos soñado cuando nos enamoramos? ¿Puede Dios querer esto? ¿Es posible que quiera que seamos infelices?

      La respuesta a estas preguntas no es sencilla. No hay respuestas estandarizadas, o válidas para todos y por igual. Solo existen las historias personales. Pero en cualquier historia, por muy diferente que sea de otras, salen a la luz elementos que se repiten significativamente y que permiten identificar algunas claves de interpretación que tienen una utilidad transversal y válida para todas las situaciones. Y contar con una clave de lectura nos permite mantener siempre abierta la esperanza.

      Por este motivo, he decidido que las partes más teóricas del libro vayan de la mano de ejemplos concretos, tomados de la historia de tres parejas. Las he seleccionado entre las muchas que han acudido a mí en momentos de crisis más aguda, y a las que he acompañado en el recorrido de comprensión de su propia historia.

      Quisiera aclarar que no se trata de parejas “patológicas”, sino de parejas completamente normales, como las que nos encontramos a diario: personas que se han enamorado, que han decidido casarse, y que han tenido hijos. Son personas que se quieren. Pero, a pesar del amor mutuo, algo en su historia se ha roto: algo que ellos, por sí solos, no pueden reparar.

      Al igual que en otros casos, también en estos, los dos cónyuges han sido incapaces de abrir a lo largo del tiempo un encuentro lo suficientemente franco y abierto entre ellos. Este es necesario para negociar la relación, reorganizarla y darle una nueva forma que sea más satisfactoria para ambos. Los motivos son variados; muchas veces se evita la discusión con la intención declarada de proteger al otro, a uno mismo y a la relación. Pero la dificultad para comprender las dinámicas que están en juego y modificarlas de forma flexible ha llevado a endurecer y a dejar sin salida la estructura misma de la relación. En ausencia de una buena comunicación y de una recíproca y progresiva adaptación, la relación se ha vuelto paulatinamente asfixiante e insatisfactoria, y desemboca en el problema que ha hecho estallar la situación.

      En este capítulo, me propongo empezar por presentar las tres situaciones tal y como me las encontré en el momento de la petición de ayuda. He elegido nombres imaginarios y he procurado que los protagonistas no sean reconocibles, aunque han dado su consentimiento al uso de su historia. Por razones de espacio, no podremos seguir sus historias hasta el final. A lo largo del libro, voy a recuperar elementos de una o de otra, para ilustrar las partes más teóricas con ejemplos más concretos.

      Marta y Luca tienen la misma edad; los dos son profesionales, y tienen a sus espaldas un largo matrimonio: llevan casados 27 años y tienen tres hijos mayores, que todavía viven en su casa. Cuando vienen a verme, están atravesando una crisis importante: Marta ha descubierto que Luca le traiciona. No es una traición episódica, sino una relación que había empezado casi tres años antes de que Marta la descubriese por casualidad. En ella no

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