Agua. Isabel Gómez-Acebo Duque de Estrada
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Colección dirigida por Luis López González
© SAN PABLO 2019 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)
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© Isabel Gómez-Acebo y Duque de Estrada 2019
Distribución: SAN PABLO. División Comercial
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ISBN: 9788428561099
Depósito legal: M. 16.180-2019
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Printed in Spain. Impreso en España
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A mi marido, Alejandro, que ha saciado
con su agua mi sed de amor.
Te amo agua cuando eres mar, río, océano o manantial.
Te amo cuando eres riego de lluvia, nieve, rocío, gota o lágrima.
Te amo agua cuando recorres y bañas mi cuerpo, como si fuera una suave caricia.
También te amo cuando recorres las entrañas de la tierra, y luego afloras a la superficie deleitándonos con tu música y alegría.
Te quiero porque sacias la sed de las personas y de los campos.
ALFONSO ACERO VISIEDO
INTRODUCCIÓN
En el mundo no hay nada más sumiso y débil que el agua, sin embargo, para atacar lo que es duro y fuerte nada puede superarla.
LAO TSE
Cuando me pidieron que escribiera un libro de espiritualidad con el nombre de un vocablo, tengo que reconocer que me salieron algunos ya adjudicados a otros autores, pero el siguiente que quedaba libre en mi lista fue «agua». Fue una reacción instintiva que no precisó de mucha reflexión, pues reconozco que soy una persona impulsiva y me falta meditación antes de actuar, algo de lo que muchas veces me tengo que arrepentir.
Nací en la meseta castellana, en la que siempre rogábamos para que lloviera. Pero también recuerdo grandes inundaciones debidas a la gota fría o a las lluvias invernales. No teníamos término medio, por eso me vienen a la memoria los discursos de Franco hablando de la pertinaz sequía e informando de la inauguración de presas y pantanos a bombo y platillo.
Hoy sabemos que la escasez de agua está resultando trágica en otras zonas de la Tierra. Tan grave es que hay sociólogos que dicen que las próximas guerras serán por el agua, ya que esta mata si no eres capaz de beberla. Como antaño, las grandes inundaciones también aparecen en nuestras pantallas con su cuota de muertos o desaparecidos. La contaminación del agua que originan las fábricas, los plásticos o la falta de depuradoras no es menos grave y también preocupa.
El agua ha sido siempre un elemento que ha facilitado la comunicación. Los pozos fueron, desde tiempo inmemorial, el lugar donde las mujeres acudían –y acuden– para acarrear el agua. Allí se enteraban de noticias que no habían llegado a sus casas, por lo que hacían de canales de transmisión, de lo que hoy se ha dado en llamar redes sociales.
En la antigüedad, el viaje por los ríos era más seguro y rápido que por los caminos, que estaban muy mal cuidados. Todos conocemos historias de barqueros que cruzaban de una a otra orilla y hemos visto películas en las que los perseguidos soñaban con llegar a ríos donde se borraran sus huellas para dejar atrás a sus perseguidores. Molinos que se movían por la fuerza del agua, puentes destrozados por los enemigos, desvíos de agua para arruinar las cosechas de los competidores...
Las grandes masas de agua como los mares han dado pie a leyendas y grandes historias de viajes o batallas, de heroísmo o de cobardía, de lucha contra grandes tormentas y, en tiempos modernos, de regatas y travesías muy largas, incluso protagonizadas por hombres solos.
El agua es también símbolo de libertad, pues resulta imposible retenerla en las manos. Se aposenta en la piedra y poco a poco la va moldeando, con lo que legitima la fuerza de lo blando frente a lo duro. Sirve de metáfora para todo lo que fluye; de su riego depende que la vida crezca y se desarrolle; no tiene dueño, con lo que se pasea por el mundo sin fronteras, tanto si es caño humilde como cascada poderosa. Decía Leonardo da Vinci que el agua es la fuerza motriz de toda la naturaleza.
Esta pequeña introducción nos hace comprender la importancia que siempre ha tenido el agua para describir simbólicamente el estado espiritual de las personas con independencia de su religión y de su cultura.