Educación White. Maijo Roth

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de la filiación, el tema de la paternidad de Dios se basa en la narrativa del Antiguo Testamento y está estrechamente relacionado con el llamado de Israel como el pueblo dentro del cual el Mesías entrará en el mundo. Si queremos entender lo que el Nuevo Testamento quiere decir cuando llama a Dios “padre”, debemos permitir que la historia misma nos diga lo que significa esa expresión. Cuando lo hacemos —es decir, cuando nuestro pensamiento obedece a la teología de la narrativa de la Biblia— se hace evidente que hay un sentido en el que Dios es nuestro Padre y el Padre de Jesús. Un sentido que la idea normal de paternidad no puede abarcar totalmente, como vamos a ver más adelante en este estudio.

      Una imagen coherente se está construyendo, mientras nosotros simplemente seguimos la narración bíblica para ver dónde nos lleva. Estamos a punto de saltar de nuestros asientos en este punto, cuando las implicaciones de la filiación comienzan a vislumbrarse en nuestras mentes. Al dejar que la historia nos guíe, estamos a punto de comprender la Biblia en un nivel completamente nuevo. A partir de aquí la cosa es cada vez más sorprendente, así que presta mucha atención a lo que sucede a continuación.

      «De un lado está Adán y del otro Jesús. Estas dos figuras constituyen la premisa de toda la historia bíblica».

      Capítulo Cinco

      DAVID, MI HIJO

      Israel, el “hijo primogénito” de Dios, ahora liberado de la esclavitud, crece como nación, generación tras generación, hasta que nace un niño llamado David.

      Puede que hayas oído la historia de David como un relato aislado, inspirador, con hermosas lecciones acerca de vencer a “gigantes” personales que se oponen a tu éxito profesional (Goliat) con cinco cualidades de tu personalidad (sus cinco guijarros), pero es más que eso. La historia de David es, a nivel profundo, la continuación ininterrumpida de la historia de la gran alianza de la Biblia.

      David es, de hecho, el siguiente hijo de Dios en la Sagrada Escritura.

      Al convertirse en el rey elegido de Israel, en él se encarna ahora la identidad corporativa de Israel. La identidad de la filiación ahora toma un significado profético más concreto. El ideal del orden de nacimiento es transgredido, una vez más, porque David no es el primogénito de su padre, Isaí, sino su último hijo (1 Samuel 16: 10-11).

      Una vez más, lo que importa es la continuidad histórica de la alianza, no el orden cronológico de nacimiento. Dios reafirma con David la promesa del pacto que hizo con Abraham, Isaac, Jacob, e Israel, de modo que David se convierte en una especie de prototipo del Mesías venidero.

      Fíjate en esto.

      Con el fin de transmitir la idea de sucesión, la Escritura invoca de nuevo el lenguaje de “hijo”. En el Salmo 2: 1-7, David habla de sí mismo como habiendo sido «engendrado» como «hijo» de Dios, y al mismo tiempo evoca proféticamente la venida del Mesías, en quien debe cumplirse todo lo que Dios ha prometido al mundo a través de Israel:

      ¿Por qué se amotinan las gentes,

      y los pueblos piensan cosas vanas?

      Los reyes de la tierra se levantan,

      y príncipes conspiran

      contra el Señor y contra su ungido (Mesías en hebreo)…

      Yo he puesto mi rey sobre Sión, mi Santo Monte.

      Yo publicaré el decreto; el Señor me ha dicho,

      «tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy».

      ¿De quién habla David?

      Pues habla de sí mismo en el sentido histórico inmediato y local. David ha sido ungido rey de Israel. Pero también está hablando proféticamente del último rey de Israel, ungido como rey universal, es decir de Jesucristo. Sabemos que esto es así porque el Nuevo Testamento hace esta conexión profética (Hechos 2: 25-36; 4: 25-28; 13: 33; Hebreos 1: 5).

      En el Salmo 89: 19-29, David se describe a sí mismo como el hijo «primogénito» de Dios a través del cual su «pacto se mantendrá firme,» a la vez que predice de nuevo la venida del Mesías:

      Entonces hablaste en visión a tu Santo,

      y dijiste:

      «He puesto el socorro sobre uno que es poderoso;

      he exaltado a un escogido de mi pueblo.

      »Hallé a mi siervo David,

      y lo ungí con mi santa unción.

      Mi mano estará siempre con él;

      mi brazo también lo fortalecerá.

      »El enemigo no lo vencerá,

      ni el hijo perverso lo quebrantará;

      sino que quebrantaré delante de él a sus enemigos,

      y heriré a los que le aborrecen.

      »Mi fidelidad y mi misericordia estarán con él,

      y en mi nombre será exaltado su poder.

      »Asimismo pondré su mano sobre el mar,

      y sobre los ríos su diestra.

      »Él clamará a mí, diciendo: “Tú eres mi Padre,

      mi Dios y la roca de mi salvación”.

      »Y yo le pondré por primogénito,

      el más excelso de los reyes de la tierra.

      »Para siempre le aseguraré mi misericordia,

      y mi pacto será firme con él.

      »Estableceré su descendencia para siempre,

      y su trono como los días de los cielos».

      Por supuesto preguntamos de nuevo ¿de quién habla David?

      ¿Quién es el Santo?

      ¿Quién es el exaltado, escogido de entre el pueblo?

      ¿Quién es el que exclama: «Tú eres mi Padre,» a quien Dios responde, «yo lo haré mi primogénito»?

      ¿Quién es ese rey supremo de la Tierra, con quien Dios establecerá su pacto para siempre?

      David, por supuesto, ¡pero también alguien aún más que David!

      Llegados a este punto de nuestro recorrido, sabiendo lo que sabemos, simplemente leyendo estos dos salmos de David, una luz debería encenderse en nuestras mentes. Estos pasajes del Antiguo Testamento son vitales para comprender la historia que va a continuar en el Nuevo Testamento, específicamente con respecto a lo que el Nuevo Testamento quiere decir cuando llama a Jesús “hijo primogénito” o “hijo unigénito” de Dios. Estos salmos de David están en el origen de esa terminología, junto con los pasajes que hemos analizado anteriormente con respecto a la filiación de Israel. De hecho, como pronto descubriremos, el Nuevo Testamento cita específicamente estos dos Salmos para informarnos acerca de la identidad del Mesías dentro del marco del pacto.

      Por

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