Viajes por España. Pedro Antonio de Alarcón
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Viajes por España
AL SEÑOR D. MARIANO VÁZQUEZ,
Mi muy querido Mariano: Juntos hemos hecho, no sólo algunos de los viajes que menciono en la presente obra, como el de Madrid á Toledo y el de El Escorial á Ávila, sino también el muy más importante de la adolescencia hasta la vejez, pasando por los desiertos de la ambición…
Saliste tú de aquella metódica y bendita casa de la calle de Recogidas de Granada, en donde, puedo decir que sin maestro, aprendiste á interpretar las sublimes creaciones del Haydn español, ó sea del maestro Palacios, del colosal Beethoven, del profundo Weber, del apasionado Schubert y de otros grandes compositores casi desconocidos entonces en nuestra Península; y salí yo de mi seminario eclesiástico de Guadix (fundado sobre las ruinas de un palacio moro), llevando en pugna dentro de mi agitado cerebro á Santo Tomás y á Rousseau, á Job y á lord Byron, á Fr. Luis de León y á Balzac, á Savonarola y á Aben-Humeya…
Nuestro encuentro, hoy mismo hace treinta años, fué en la Alhambra… Allí estaban ya reunidos, soñando también con la gloria, los demás que de cerca ó de lejos habían de acompañarnos en la peregrinación. – Fernández Jiménez, Moreno Nieto, Castro y Serrano, Manuel del Palacio, tu pobre hermano Pepe, Antonio de la Cruz, Salvador de Salvador, Pérez Cossío, Soler, Pepe Luque, Moreno González, Pineda, e tanti altri, hoy ya viejos ó muertos, levantaron el vuelo con nosotros ó como nosotros, desde aquella deliciosa mansión, en que habíamos formado la célebre sociedad de La Cuerda, hasta las ingratas orillas del Manzanares, donde algunos seguimos viviendo juntos dos años más, bajo la denominación de Colonia Granadina… ¡Calle del Mesón de Paredes! ¡calle de los Caños! ¡fonda del Carmen, que ya no existes! ¡ventorrillos, ventas y posadas, en que tan pobre y alegremente pernoctamos durante nuestras primeras etapas por el mundo de las Letras, de las Artes, de las Ciencias ó de la Política!.. ¿Quién os dijera que muchos de aquellos locos mozuelos que tan dificultosamente pagaban el gasto diario y tan alborotada traían la vecindad, habían de convertirse en estas graves personas que hoy se complacen en recordar, como inverosímiles leyendas, ó cual si refiriesen travesuras de sus propios hijos, aquellas graciosas cuanto inocentes calaveradas, no reñidas con el más asiduo y heroico trabajo?
En Dios y mi ánima te juro, reduciéndome á hablar de ti, Mariano mío, que cuando, hace poco tiempo, te veía dirigir con universal aplauso la orquesta del teatro Real, de donde mengua es de España que estés alejado y donde no has sido sustituído ni lo serás nunca; cuando escuchaba á insignes artistas nacionales y extranjeros ensalzar tu nombre sobre el de todos los que habían ocupado aquel verdadero trono de la Música, me regocijaba tu gloria cual si fuera mía, ó por lo menos, de toda la Colonia Granadina, de 1854 á 1856, y que igual placer y ufanía siento cada vez que asisto á los grandes triunfos que sigues alcanzando como Director de la sabia Sociedad de Conciertos, admiración de propios y extraños…
Todas estas cosas, que nunca te he dicho privadamente, tenía ganas de decirte en público, y por eso y para eso te dedico ese libro, en que varias veces te nombro y en que figuras como actor y parte. – Mucho lamento no haber podido escribir en él nuestras visitas á Toledo y á Ávila tan extensamente como algunas otras de mis expediciones artísticas ó poéticas; pero tú suplirás con tu buena memoria lo que yo omita al hacer mención de aquéllas, y volverás á reirte homéricamente al recordar al Tío Tereso de Toledo y al cicerone que sólo tenía empeño en que viéramos la campana gorda de la Catedral, ó bien cuando te representes en la imaginación aquella mañana deleitosísima en que, con tu hermano Paco, salimos á esperar á los arrieros que llevan de El Barco de Ávila á la estación de Ávila la rica uva que tanto se estima en Madrid, y nos comimos no sé cuántas libras por cabeza, al otro lado de la ciudad, recostados en una romancesca muralla de color de naranja marchita, dando cara á un paisaje verde y pedregoso, más activos y descuidados que á la presente, y con mucho, muchísimo menos luto en el alma…
Adiós, Mariano. Recibe con indulgencia este libro, y recibe también un abrazo fraternal de tu paisano, amigo y compañero de viaje,
UNA VISITA AL MONASTERIO DE YUSTE
I
Si sois algo jinete (condición sine qua non); si contáis además con cuatro días y treinta duros de sobra, y tenéis, por último, en Navalmoral de la Mata algún conocido que os proporcione caballo y guía podéis hacer facilísimamente un viaje de primer orden – que os ofrecerá reunidos los múltiples goces de una exploración geográfico-pintoresca, el grave interés de una excursión historial y artística, y la religiosa complacencia de aquellas romerías verdaderamente patrióticas que, como todo deber cumplido, ufanan y alegran el alma de los que todavía respetan algo sobre la tierra… – Podéis, en suma, visitar el Monasterio de Yuste.
Para ello… (suponemos que estáis en Madrid) empezaréis por tomar un billete, de berlina ó de interior, hasta Navalmoral de la Mata, en la «Diligencia de Cáceres»1, – que sale diariamente de la calle del Correo de ésta que fué corte, á las siete y media de la tarde.
La carretera es buena por lo general, y en ningún paraje peligrosa. Pasaréis sucesivamente por la Dehesa de los Carabancheles, donde los Artilleros tenían establecida su muy notable Escuela práctica; – por las Ventas de Alcorcón y por Alcorcón mismo, que es como si dijéramos por el Sèvres de los actuales madrileños; – por Móstoles, donde os acordaréis de su órgano y de su célebre Alcalde del año de 1808; – por Navalcarnero, uno de los principales lagares que surten de peleón á Madrid; – por Valmojado, que nada tiene de mojado ni de valle, pues ocupa un terreno muy alto y arcilloso; – por Santa Cruz del Retamar, abundante en fiebres intermitentes y en carbones; – por Maqueda, todavía monumental hoy, cuanto poderosa en la antigüedad romana y en tiempos de nuestra doña Berenguela, – y, en fin, por Santa Olalla, patria del historiador Alvar Gómez de Castro y del predicador Cristóbal Fonseca, ambos insignes varones y literatos; – con lo cual, al amanecer (dado que viajéis, como os lo aconsejamos, en primavera ó en otoño), os encontraréis en Talavera de la Reina, confirmada (supongo) recientemente con el nombre de Talavera de la República federal.
Dicho se está que en todo este trayecto no habéis visto casi nada, á causa de la obscuridad de la noche y de haber ido proveyéndoos de sueño, ó bien de dormición ó dormimiento (como se decía antaño, para evitar confusiones entre la gana y el acto de dormir), y en ello habréis hecho perfectamente, pues no os esperan grandes hôteles, que digamos, en toda vuestra romería; – pero al llegar á Talavera, donde se detiene el coche una hora y se toma chocolate, despertaréis sin duda alguna, y podréis ver al paso muchas y muy buenas cosas…
Por ahorraros gastos, no presuponemos que caéis en la tentación de pasar todo un día en aquella ilustre villa, cuna del ínclito Padre Mariana; rica de monumentos arquitectónicos; emporio de los opimos frutos y frutas de todo el país que vais á recorrer; renombrada por sus barros cocidos, que os indemnizan del bochorno cerámico que pasasteis en Alcorcón, y vecina del memorable campo de batalla en que españoles é ingleses dimos tan buena cuenta de José Napoleón, de Sebastiani, de Víctor y de otros generales del Imperio, con más de 50.000 soldados vencedores de Europa… – En otro caso vierais allí, además de las murallas, y la catedral, y los conventos, y los palacios, los celebérrimos jardines y alamedas que forman un paseo público á la orilla del noble Tajo… – Pero ¡nada! vosotros vais á Yuste exclusivamente, y no podéis deteneros en parte alguna…
Montaréis, pues, de nuevo en la Diligencia, y, dejando á la izquierda
1
Este viaje se hizo y fué escrito en 1873. – Hoy se va en ferrocarril á Navalmoral de la Mata.
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