¿Hay que coger al bebé en brazos cuando llora? Proporcionarle tranquilidad y confianza de 0 a 2 años. Marie Auffret-Pericone

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¿Hay que coger al bebé en brazos cuando llora? Proporcionarle tranquilidad y confianza de 0 a 2 años - Marie Auffret-Pericone Así es la vida

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los dramas en caso de pérdida o de olvido!

      Sin embargo, si no puede dormir más que en sus brazos o se muestra inconsolable cada vez que lo deja con otra persona, ¿por qué no ayudarlo a elegir? El objeto tendrá, en las primeras semanas, la importancia que usted le dé cuando lo pone en las manos de su bebé antes de la separación. Una vez que el niño, solo o con su ayuda, haya elegido el objeto que parece cumplir esta función, será importante que lo lleve siempre en los momentos que se salgan de la rutina o que puedan resultar inquietantes (en el médico, en la guardería, en el coche, para dormir…). Cuanto más circule este elemento en los momentos de ausencia y de presencia de la madre, más cumplirá su función de objeto transicional y más tranquilizador resultará para el bebé.

      Un consejo: una vez elegido el objeto, procure conseguir otro exactamente igual, con el fin de alternarlo y poderlo lavar cuando llegue a un estado crítico. Confecciónele también una pequeña etiqueta con el nombre del niño y el número de teléfono (¡los kilómetros recorridos por padres extenuados para buscar uno de estos objetos favoritos perdidos equivaldrían a varios viajes de ida y vuelta de la Tierra a la Luna!). Por lo tanto, la inversión es rentable, y más teniendo en cuenta que estará ligado al niño durante muchos años, a menudo incluso hasta la edad adulta. Pero tenga cuidado, no vaya a estar más atado a este objeto que el bebé: ¡también el niño tiene sus propios recursos, que usted ignora! Por otra parte, a veces, cuando un niño pierde su peluche favorito, es una forma de mostrar que está creciendo. ¿Por qué no aprovechar esta ocasión para que aprenda a estar sin él, si se siente preparado?

      Pulgar o chupete: ¿a favor o en contra?

      «¿Le has dado un chupete? No sabes lo que haces, ¡te costará quitárselo!», «¡Hay que evitar que se chupe el pulgar, o tendrá dientes de conejo!»… El chupete y el pulgar tienen sus partidarios y sus detractores, tanto desde el punto de vista de los bebés como del de los especialistas en desarrollo infantil.

      ♦ ¿Por qué son útiles?

      El reflejo instintivo de succión ya existe antes del nacimiento. Son numerosas las ecografías que demuestran que en el vientre de la madre el bebé ya se chupa el pulgar. Así, este reflejo puede desarrollarse desde el quinto mes de gestación, con motivo del roce de los labios con el dedo. Tras el nacimiento, este reflejo le resulta muy útil al recién nacido, pues le permite alimentarse… y sentir placer, fuera incluso de las tomas. Sin embargo, no todos los niños se chupan el pulgar. ¿Es necesario, entonces, darles este medio artificial para calmarse, que es el chupete? La respuesta es: ¿por qué no? Para un bebé inquieto o angustiado, el chupete puede tener un efecto relajante. Además, su forma anatómica parece tener poca (o ninguna) repercusión en la formación de la mandíbula, cosa que no ocurre con el pulgar. Sin embargo, ¡no se trata de que el chupete sea el sustituto de otros gestos maternales y calmantes como las caricias, y sirva de tapón al menor lloro!

      El chupete, al igual que el objeto de transición, puede resultar muy útil durante los difíciles momentos de las primeras separaciones. Algunos estudios han demostrado que la succión de un chupete o del pulgar permite, gracias a la secreción de endorfinas – las famosas hormonas del placer—, disminuir el dolor causado por el pinchazo de una vacuna (aunque hoy en día hay parches antidolor que permiten mitigar el dolor de estos pinchazos, lo cual es todavía mejor).

      Por otra parte, algunos niños evidencian más que otros esta necesidad de chupar. Se trata de niños que parecen tener siempre hambre. El chupete permite aquí responder a sus necesidades, sin tener que recurrir a una sobredosis de biberón, lo que podría, a largo plazo, conllevar trastornos alimentarios.

      ♦ ¿Demasiado apegado?

      ¿Considera que su bebé está demasiado apegado al chupete? No se lo quite bruscamente, sobre todo a ciertas edades (seis-ocho meses y trece-quince meses) y en momentos difíciles (comienzo en la guardería, nacimiento de un hermanito, destete…). Sin embargo, evite darle su chupete cuando acaba de comer y cuando está entretenido, y limite su uso a los momentos un poco difíciles: separación, cansancio, hora de dormir o durante la noche, por ejemplo. ¿Hay que recordarlo? Muchos niños consiguen prescindir muy bien de su pulgar y de su chupete, pero, por el contrario, ¡ninguno puede prescindir del cariño!

      ¿Hablarle? Vale, pero ¿qué decirle?

      «Antes de los dos años no sirve de nada hablarles; no entienden nada», afirman algunos padres. «Yo le hablo de todo, como a una persona mayor», dicen otros. ¿Hay que hablar a los bebés? ¿De qué? ¿En qué tono? ¿Nos entienden? He aquí muchas preguntas que se siguen planteando, aunque numerosos estudios se interesan por este tema.

      ♦ Acunado por la voz

      Antes de ser sensible a las palabras, el bebé es sensible a la voz. Desde Terry B. Brazelton, pionero en la investigación sobre la hipersensibilidad de los recién nacidos, los especialistas están de acuerdo por lo menos en un punto: el recién nacido reconoce la voz de su madre entre las de otras mujeres, y reacciona cuando la oye. Identifica también la de su padre, con la condición, sin embargo, de que este le haya hablado lo suficiente cerca del vientre de la madre durante la gestación. Así, en los primeros instantes de su existencia, el bebé es acunado por las palabras de su madre, incluso cuando esta no se dirige a él, y su voz lo calma. Este fenómeno se puede ver muy bien en los servicios de neonatología que acogen a niños prematuros: resulta muy emocionante ver a un pequeño en su incubadora volviendo la cabeza hacia su madre en cuanto la oye hablar.

      ♦ Las palabras sientan bien a los bebés

      Hablar está bien, pero no hay que transformarse en un torbellino de palabras.

      Antes que nada, el lenguaje ha de tener sentido. El bebé no es un lingüista precoz, es cierto, pero algunos estudios han demostrado que un bebé de dos días es completamente capaz de reconocer, en su lengua natal, las siguientes tres emociones en las entonaciones de una voz femenina: la alegría, la cólera y la tristeza. ¿Y qué prefiere? La expresión alegre…

      Así, desde sus primeros instantes de vida, el tono adquiere sentido. Desde los siete u ocho meses de vida, por ejemplo, el bebé no entiende todavía el significado preciso de las palabras o frases, pero las inflexiones de la voz, la mímica y los objetos utilizados para reforzar lo que se pretende decir le dan un significado concreto. Por ejemplo, si le anuncia: «Vamos a prepararnos para dar un paseo por el parque» enseñándole su abriguito, es probable que el bebé mire hacia la puerta. De la misma manera, si le felicita porque se mantiene bien sentado, por el tono de su voz y la expresión de su cara el bebé comprenderá rápidamente que se siente orgullosa de él. ¡No se asuste si no es muy habladora! Lo importante es que hable a su hijo como quiera. ¡El aprendizaje del lenguaje es un hecho natural, y el niño no necesita un profesor de dicción!

      ♦ Palabras para sus emociones

      Lo alimenta con leche y cariño, pero también con palabras, cada vez que se dirige a él dulcemente, describiéndole lo que está haciendo en ese momento. Este baño afectivo de lenguaje introduce al bebé en el universo de la palabra y del entendimiento del mundo. Y no hay ninguna razón para prohibirse hablar de esta manera con un bebé, si lo siente así.

      Es importante, para dar seguridad al pequeño, poner palabras a sus emociones, pero sin tener que transformarse en un traductor permanente. Este acompañamiento le permitirá sentirse aceptado y comprendido por usted, en los momentos difíciles en los que se enfrente al miedo o a la angustia de la separación (véanse los capítulos siguientes). Gracias a las palabras, va a poder tomar conciencia de sus competencias de bebé y pondrá, poco a poco, orden a sus sentimientos y emociones.

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