Convivir con su pájaro. Guy Barat
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A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos – a menudo únicos– de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. EDITORIAL DE VECCHI, S. A. U.
Traducción de Gustau Raluy Bruguera.
Diseño gráfico de la cubierta de Design 3.
Fotografía de la cubierta de Florence Desachy.
Fotografías del interior del autor.
© Editorial De Vecchi, S. A. 2016
© [2016] Confidential Concepts International Ltd., Ireland
Subsidiary company of Confidential Concepts Inc, USA
ISBN: 978-1-78525-974-6
El Código Penal vigente dispone: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios. La misma pena se impondrá a quien intencionadamente importe, exporte o almacene ejemplares de dichas obras o producciones o ejecuciones sin la referida autorización». (Artículo 270)
Prólogo
En las ciudades hay personas que no se dan cuenta de la presencia de pájaros, y ni tan siquiera los oyen. Otras perciben vagamente algo que creen que es la sombra furtiva de un gorrión o el aleteo de una tórtola. No dudan en proclamar su aversión por los pájaros enjaulados y opinan que estos estarían mejor en la naturaleza, es decir, en otra parte. Este tipo de personas nunca echa en falta a estos animales.
Por otro lado, están las numerosas personas aficionadas a los pájaros, que se dividen en tres categorías, y a veces se mezclan o incluso se confunden. Paradójicamente, los cazadores constituyen una de ellas. El deseo de apoderarse de un pájaro salvaje que huye volando rápidamente, tenerlo en la mano, acariciarle las plumas y admirar sus espléndidos colores para después cocinarlo haciendo alarde de cultura gastronómica, es una de las interpretaciones de la afición por las aves; una pasión asesina heredada de nuestros antepasados del paleolítico.
Observar los animales en estado salvaje, libres en el entorno natural, admirándolos con los prismáticos para estudiar sus costumbres es la versión más moderna y más pura de la afición por los pájaros. Es la ornitología, que entusiasma a muchos ecologistas por su contenido estético y sus reminiscencias protectoras.
La tercera categoría está formada por los criadores. Tienen la misma pasión que los ornitólogos «de campo», pero la expresan de forma diferente. El criador pertenece a la familia de los agricultores y los jardineros. Es un protector, un conservador, un investigador de laboratorio. Sus pajareras recrean pequeños fragmentos de la naturaleza; son reinos en miniatura donde el pájaro es el rey.
El criador intenta descubrir los misterios más ocultos de la aclimatación, la reproducción y la genética. Al igual que el cazador, le gusta tocar el animal. Con el ornitólogo comparte el deseo de querer su bien. Si el cazador pretende controlar con su acción las poblaciones salvajes, y el ornitólogo desea proteger el medio natural y la fauna de la intervención humana, el lema del criador, a partir del momento en que se considera autor de su obra, es «creced y multiplicaos». En un futuro no muy lejano será necesario aunar los esfuerzos de unos y otros en proyectos orientados a la salvación de especies en peligro de extinción, para reintroducirlas en su medio natural de origen. Y, cuando llegue este momento, saldrá a relucir el trabajo de los criadores.
A ellos debemos la posibilidad de admirar y contemplar de cerca numerosas especies exóticas, originarias de selvas o sabanas, de las cuales la fotografía o el cine sólo pueden ofrecernos una imagen lejana.
Los criadores se interesan por la genética y trabajan para descubrir nuevas mutaciones. Tanto es así que no se conforman con aclimatar miles de especies de aves (hay más de nueve mil en estado salvaje) procedentes de todas las partes del mundo, sino que, además, las diferencian en variedades de colores, de formas o de posición, quizá por un eterno deseo de sorprender.
La última y más reciente especialidad avícola consiste en la producción de pájaros domésticos de compañía. En la mayoría de los casos, estos pertenecen a la familia de los loros, criados «con biberón». El resultado es un compañero extraordinario, comparable a un perro o un gato.
¿Quién mejor que Guy Barat, científico, ornitólogo y criador de pájaros, para acompañarnos en el descubrimiento de este mundo mágico y fascinante?
Christian Bougerol
Veterinario
Miembro de The European College of Avian Medecine and Surgery
Los pájaros de jaula, ayer y hoy
Con más de siete millones de pájaros de jaula, España es uno de los países más importantes del mundo en esta categoría de animales domésticos, que actualmente reciben la consideración de animales de compañía.
Un poco de historia
El placer de mirar un pájaro dentro de una jaula se remonta a la antigüedad. Los griegos, los romanos, los chinos y, en el continente americano, los aztecas y los mayas, supieron rodearse de criaturas de colores vistosos, en algunos casos con el don de la palabra, como los loros. Pardillos, camachuelos, pinzones, jilgueros, currucas o ruiseñores hicieron las delicias de nuestros antepasados.
El periquito es uno de los pájaros más difundidos y apreciados
Durante la Edad Media, tras un largo periodo de eclipse, se recupera la cría de estos animales.
A principios del siglo xv un acontecimiento revoluciona el pequeño mundo de los ornitólogos: la llegada del canario, el pájaro de jaula más famoso, a la corte española y luego a la francesa. Su fácil reproducción hace que este virtuoso del canto conquiste poco a poco el continente europeo.
En París, a orillas del Sena, los comerciantes venden las primeras mutaciones. Sobre el color verde original se impone el amarillo, a veces con manchas negras. Los ojos pasan del negro al rojo. La costumbre de tener pájaros se extiende de tal modo que, en el año 1600, Enrique IV tiene que reglamentar este comercio, cuyo centro está situado en la Mégisserie de París.
Un siglo después, en 1705, Hervieux de Chanteloup publica el primer tratado dirigido al gran público, titulado Nouveau traité des serins de Canarie (Nuevo tratado del canario). El canto de este pájaro se transforma poco a poco, en especial por la labor de los criadores tiroleses. En aquella época aparecen las primeras especies exóticas.
El desarrollo de los medios de navegación permite que exploradores y viajeros vuelvan a sus países con criaturas desconocidas que antes no sobrevivían a la captura y al viaje. Primero son los loros, las cotorras, pequeñas aves africanas y faisanes asiáticos, y más