El Misterio Del Libro. Angelo Grassia
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Le gustaba mucho ver los barcos que partían y llegaban, desde Ponza, no solo esto, para él era un espectáculo ver a los Canadair (aquellos pequeños aeroplanos amarillos que toman agua del mar para apagar los incendios que se producen en las montañas cercanas). Se divierte como un niño al observar los aviones que vuelan rasantes sobre los techos de la ciudad, que llegan sobre los montes, lanzan el agua sobre las llamar, y regresan al mar para tomar más agua, de continuo hasta el atardecer. A veces volando sobre su terraza dejan caer gotitas de agua salada que le dan un poco de frescura.
Entonces, a las cuatro dejó la playa para regresar a casa. Mientras recorría la rambla Caboto vio los clásicos puestos de mercado de pulgas. Mercado que se armaba con frecuencia diaria durante el mes de agosto. Él que es gran apasionado de estos mercados (porque espera encontrar un Van Gogh o un Picasso, cosa que nunca le ha sucedido, por desgracia), sabiendo que aquel era solo un mercado de chucherías, decidió seguir adelante. Cuando pasó por el último puesto, sintió en su corazón algo que lo obligaba a parar. ¿Era quizás el pensamiento de que tal vez podría volver a encontrar a Sabrina? Sin siquiera darse cuenta se encontró retrocediendo y comenzando por el primer puesto. Aparcó la Vespa y se dirigió calma a dar una mirada. Mientras paseaba entre los puestos, vio desde lejos un cuadro que parecía ser el de las cuatros estaciones del maestro Giuseppe Ciavolino, un conocido pintor napolitano, nacido en Torre del Greco en 1918 y muerto en 2011. Giuseppe Ciavolino también es conocido en el exterior: de hecho una obra suya está expuesta en el MoMA, el museo de arte moderno newyorkino. En este museo, entre los trabajos raros, está expuesto un solo camafeo inciso en “sardónica” (la obra más apreciada hecha con una conchilla); y es el firmado por Giuseppe Ciavolino. Paki, que estima mucho y es un gran coleccionista de este pintor, se dirigió velozmente a la tela para admirarla de cerca.
El amor por las obras de Ciavolino nació en el año 1993, cuando vio por primera vez un cuadro en el mercado de anticuarios de Nápoles, cerca de la villa comunal, en la avenida Caracciolo. En esa época tenía el hábito de ir al mercado con su mujer Sally, y juntos miraban y decidían los objetos que comprarían. Aquel día Paki aún no lo ha olvidado. De hecho, mientras paseaba con su mujer, vio una pequeña obra del maestro Ciavolino. Paki miró la obra extasiado, a este pintor, que le era desconocido, él lo admiraba, y quedó mirando aquel cuadro durante mucho tiempo. Le gustaba, lo quería comprar, pero el precio pedido por el vendedor (250.000 liras) en aquella época no era poco, lo hacían pensar. Quedó encantado por aquel cuadro, el mismo era como una calamidad, le gustaba de manera inexplicable. Era casi el punto de concluir las tratativas por el mismo cuando la mujer con un codazo lo hizo desistir, lo alejó bruscamente murmurando: “¿No ves cuán feo es? Déjalo. Además ¿adónde lo pondremos?” Mientras se alejaba, Paki giraba la cabeza continuamente en dirección al cuadro, dentro suyo sentía como si estuviera dejando atrás un trozo de su corazón. Fue la última vez que miró los puestos con su mujer. Desde el siguiente mercado comenzaron a recorrerlo por separado, así Paki podía decidir en total autonomía y sin apuro qué adquirir. Por desgracia en el mercado del siguiente mes, Paki no encontró más aquel pequeño cuadro que lo había emocionado tanto, porque ya lo habían vendido. Pakí se amargó mucho, y se contrarió mucho con su mujer que le había hecho perder la compra.
Algún tiempo después fue a un cuadrero para encargarle un marco para un cuadro. En la entrada encontró justo delante de sí un cuadro del maestro Ciavolino: un poco más grande que el que había visto en el mercado, pero más hermoso. Afortunadamente aquel día estaba solo. Preguntó el precio y sin dudarlo compró el cuadro, quizás por despecho a su mujer que no lo había dejado comprar el cuadro en el mercado, y pagándolo mucho, pero mucho más caro. Después de una semana volvió al cuadrero y compró otro. Su mujer, mientras, había comprendido su error, y para remediarlo se informó sobre el pintor, quién era, dónde vivía. Logró encontrar todas las informaciones y los días precedentes a la Navidad de 1994fue hasta su casa y le compró un hermosísimo cuadro de 50x70 para regalarle a Paki. Sally, para hacerse perdonar había pensado en hacerle una hermosísimo sorpresa a Paki y, para que fuera mejor aún, tuvo la idea de hacer dos paquetes: en el más pequeño colocó solo el catálogo de las obras de Ciavolino que puso bajo el árbol, mientras que el cuadro lo envolvió y lo escondió debajo del sofá. Cuando Paki abrió el paquete más pequeño y encontró el catalogo del maestro Ciavolino, le brillaron los ojos, era feliz. Le preguntó a la mujer dónde lo había encontrado, la abrazó tiernamente y le dio un beso. Luego que el entusiasmo pasó, Sally le pidió a Paki que se levantara del sofá, lo sacó y manifestando alegría exclamó: “Este es tu verdadero regalo, amor”. Paki vio el paquete que salía del sofá, lo tomó entre las manos y comprendió que contenía un cuadro. Lo abrió frenéticamente y cuando vio aparecer una tela de Ciavolino, muy hermosa, se conmovió. Pero la emoción aumentó cuando en la parte de atrás vio la dedicatoria que le fue hecha directamente por el maestro, a pedido de su mujer. Fue la Navidad más hermosa de su vida.
Inmediatamente, sabiendo la dirección del maestro, comenzó a ir a su casa con frecuencia, estableciendo una gran amistad e iniciando una amplia colección de obras. Era tan fuerte la emoción al observar las obras del maestro Ciavolino, que en ocasión de cumpleaños ochenta le hizo una gran sorpresa. Fue hasta la agencia publicitaria del semanario Arte e hizo publicar tres fotos de sus pinturas, con una dedicatoria debajo: “Para ti gran Maestro, que puedes hacerme soñar con tus obras”.
Cuando el maestro se enteró de esto, quedó muy contento. La alegría y la conmoción fueron tales que le regaló a Paki una hermosísima tela con la siguiente dedicatoria: “A Paki, gran admirador de mis obras”. Aún hoy, cuando ve una tela de Ciavolino queda encantado y la mira con pasión y con amor.
Una vez que hubo contemplado el cuadro, Paki pasó al siguiente puesto, y aquí lo atrajeron las monedas de plata. Paki que es un experto numismático, decidió detenerse y hacer una pequeña mirada. Tomó una y la observó con atención para ver si era auténtica. En el momento en que la giraba y la volvía a hacer girar entre sus dedos, su atención de distrajo por un rocía que provenía de detrás. Se volvió y vio a un hombre que le leía a otro el contenido de una página que apretaba entre sus manos. El hombre se detuvo y al darse cuenta del estupor de Paki lo mira, se acerca y lo pone al corriente de la situación.
“Sabe es un testamento que encontré vaciando un altillo”. Paki lo miró estupefacto, no entendía lo que decía para reírse en aquel testamento. Entonces el hombre continuó: “En el testamente dice: “Estimado hijos, les dejo además de la casa de mi propiedad, todo lo que pude ahorrar durante parte de mi vida, un bono de 80.000 liras”.
Paki lo miró extrañado, aún no entendía cuál era la gracia.
“No, aún no termino. La cosa divertida es que al final hay un post scriptum en el que el di cuius hace una rectificación, y precisamente luego de los eventos bélicos que se subsiguieron y a causa de la bolsa negra sus ahorros se dilapidaron”. Y, continuando con la sonrisa, agregó: “Imagino la cara de los herederos, jajaja”.
Paki se quedó sin palabras. El hombre, notando que Paki no compartía su sarcasmo y solo tenía la intención de comprar la moneda e irse, le dijo: “¿Usted colecciona también sellos? Porque en el mismo altillo, del que tomé el testamento, había una caja llena de cartas”. Y con la mano le indicó a Paki una caja llena de cartas con sellos de los años 40 a 60 bien conservadas y enlazadas entre ellas con bellísimas cintas de colores.
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