La Búsqueda Del Tesoro. Stephen Goldin

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La Búsqueda Del Tesoro - Stephen  Goldin

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       LA BÚSQUEDA DEL TESORO

       por Stephen Goldin

      

       Publicado por Parsina Press

       Traducción publicada por Tektime

      La Búsqueda del Tesoro. Copyright 1976, 1999, 2009 por Stephen Goldin. Todos los derechos reservados.

      Título Original: Scavenger Hunt.

      Portada © Victor Habbick | Dreamstime.com

      Traductor: Jordi Olaria

      Esta vez es

       MARY

      para quien canto todas mis Canciones

       Índice

       Capítulo 1: Baile tras la cacería

       Capítulo 2: Puesta en marcha

       Capítulo 3: Un sueño desde Lethe

       Capítulo 4: Una rosa de Eclipsiascus

       Capítulo 5: Un corazón de piedra desde Ootyoce

       Capítulo 6: Un huevo desde Gondra

       Capítulo 7: Un pecio desde el Vortex

       Capítulo 8: Un artefacto desde Flame Pits

       Capítulo 9: Línea de Meta

       Acerca de Stephen Goldin

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       Capítulo 1: Baile tras la cacería

      Si sólo fueran lo suficientemente amables para odiarnos, podríamos usar ese odio para forjar una identidad racial. Pero se niegan a darnos incluso ese respeto. Somos objetos, cosas para ser usadas, sin derecho al amor u odio, lástima o calumnia. Nos definen por nuestras funciones,no como personas. Y, puesto que no tenemos otra, así actuamos...

      Hice una huelga para ganar la más básica de las libertades. Haré más, muchas más, para ganar el sentido de identidad...

      -Jasmine S

       Manifiesto de un Androide

      Tal era la fuerza de su reputación, que la presencia de Tyla DeVrie trajo consigo una tensión silenciosa a Hunt Hall horas antes de que ella entrara al edificio. Las mujeres se acicalaban con cierta timidez, sabiendo que no importaba lo muy espléndidas que pudieran parecer, ya que ella siempre lo sería más. Los hombres se movían inquietos, como antiguos amantes que eran, preguntándose lo que había echo para perder su favor, y teniendo la esperanza si todavía eran lo suficientemente atractivos para atraer su atención.

      Cuando el androide al cargo de esos asuntos anunció por fin su llegada, nadie tuvo el valor suficiente para no dejar de hacer lo que hacían y contemplarla. Gente por todas partes se dieron la vuelta discretamente hacia la puerta, para volver a sus quehaceres despreocupadamente. Excepto algunos pocos no lo hicieron, justo antes de que Mistress DeVrie hubiera llegado al tercero de los peldaños que llevaban del pasillo hacia la entreplanta que daba al salón de baile, el resto hizo inventario de todo lo que llevaba puesto. Mientras su rostro mostraba una expresión de aburrimiento placentero, su ropa estaba lejos de considerarse aburrido desde allí hasta la siguiente moda interestelar.

      Mechas fosforescentes se arremolinaban como rayos por su cara como electrones rojos y verdes alrededor de un núcleo. Su pelo peinado hacia arriba y terminado en una trenza, con gruesos cabellos verdes y rojos entrelazados hábilmente, dándole una apariencia infantil añadiéndole veinte centímetros a su altura. Empezando por sus hombros, tenía dos amplias franjas de plástico, uno rojo y otro verde, en forma de arco en la parte frontal de su cuerpo, cubriendo sus pechos y creando una X a la derecha de su entrepierna, para luego seguir enrollándose al contorno de sus piernas para terminar en sus pies como sandalias. De allí, las franjas volvían a sus piernas, se cruzaban de nuevo a la altura de sus nalgas y continuaban hasta sus hombros para completar el ciclo. Alrededor de su tobillo izquierdo había una franja satinada, en la cual colgaba una pieza de joyería, en forma de cereza, del tamaño del corazón cortado del corazón de una criatura de silicona del planeta Ootyoce. A cualquier otra persona tal ropa le haría parecer extravagante. En ella, algo vertiginoso.

      Tyla DeVrie había reunido una gran cantidad de reporteros fuera del hall, todos ellos cargados con preguntas sobre aquella fantástica herencia de DeVrie en la Búsqueda del Tesoro. Permanecía de pie junto a la balaustrada, mirando hacia afuera de aquella basta sala. Cuando se llegó al cupo del millar de personas en aquel lugar, parecía que se había llenado algo menos que la mitad. Llenarlo hasta los topes, después de todo, hubiera sido algo de pobres.

      Una orquesta estaba tocando junto a la esquina norte del hall. No era tan sólo una simple colección de sintetizadores y mezcladores, si no que se trataba de unos ochenta personas frescas tocando instrumentos modernos, genios de su arte reunidos de varios planetas de la galaxia. La música que tocaban era tranquila, apropiada para los bailes de la Alta Sociedad. Algunas personas, de hecho, estaban bailando aunque la mayoría se limitaban a estar sentadas junto a las mesas colocadas alrededor de las esquinas del piso. La orquesta tenían cierta amplificación electrónica, la justa para permitir que la gente hablara sin que se molestaran con los de al lado.

      Tyla permanecía en pie como un monarca contemplando sus dominios. Entonces, en un movimiento digno de su estatus, empezó a andar dando zancadas largas como si fuera un felino hacia el tubo de gravedad. Ella podría haber estado posando como una simple estatua mientras el campo gravitatorio la mantuviera flotando suavemente por el suelo del hall. Su mirada permanecía bajada y su expresión nunca se vio alterada. En ningún momento tocó el nivel del suelo. Salió del tubo y empezó a mezclarse con la gente.

      Parecía como si solamente se moviera aleatoriamente entre la multitud, aceptando una bebida del androide que las servía, y un aperitivo de otro. Los movimientos brownianos podrían provocarle que cambiara de destino una docena de veces cada minuto, pero sabía donde iba en todo momento. Como si se tratara de un político con tablas buscando en su agenda, su mente era un fichero computarizado con información precisa sobre la gente con la que se había visto.

      Kontorr, Occla. 80 y muchos, aunque ella afirma tener setenta. Tres ex-maridos (¡incluyendo

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