Antes de que Codicie . Блейк Пирс
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“Podría haber varias razones,” dijo ella. “Puede que haya sido algo tan morboso como simplemente divertirse con el cadáver, esparciéndolo por todas partes como si se tratara de unos juguetes con los que él estaba jugando. Queriendo llamar nuestra atención. O podría haber algún tipo de razones calculadas para ello—para la distancia, el hecho de que fuera una pierna, y así sucesivamente.”
“Ya veo,” dijo Smith. “Bueno, algunos de mis hombres ya escribieron un informe que contiene la distancia entre el cadáver y la pierna. Y todas las medidas que se te puedan ocurrir.”
Mackenzie echó otra mirada alrededor—al grupo de hombres reunidos y el bosque aparentemente en paz—y se detuvo por un momento. No había una razón clara para elegir este lugar. Eso le hacía pensar que el lugar era arbitrario. Aun así, el hecho de que estuviera tan lejos del sendero trillado indicaba algo más. Indicaba que el asesino conocía estos bosques—quizá hasta el parque mismo—bastante bien.
Comenzó a caminar alrededor de la escena, buscando de cerca la más mínima cantidad de sangre seca. Allí no había nada. Con cada momento que pasaba, se sentía mas convencida de su teoría.
“Guardas,” dijo. “¿Hay alguna forma de conseguir los nombres de las personas que frecuentan el parque? Estoy pensando en gente que viene mucho por aquí y conoce la zona al dedillo.”
“Realmente no,” dijo Joe Andrews. “Lo mejor que podemos hacer es proporcionarte la lista de los patrocinadores.”
“Eso no es necesario,” dijo ella.
“¿Tienes una teoría que poner a prueba?” le preguntó Smith.
“El asesinato propiamente dicho tuvo lugar en otra parte y se arrojó el cuerpo aquí,” dijo, casi hablando consigo misma. “¿Pero por qué aquí? Estamos a casi una milla del sendero central y no parece que haya nada de significativo en este lugar. Y eso me lleva a pensar que quien sea que esté detrás de esto, conoce el terreno del parque bastante bien.”
Obtuvo unos cuantos gestos afirmativos mientras explicaba las cosas pero le dio la impresión general de que o dudaban de ella o simplemente les traía sin cuidado.
Mackenzie miró hacia Bryers.
“¿Estás bien ahí?” preguntó.
Él asintió.
“Gracias, caballeros.”
Todos le miraron en silencio. Clements parecía estar intentando comprender de qué estaba hecha.
“Bien, vamos entonces,” dijo por fin Clements. “Os llevaré de vuelta a vuestro coche.”
“No, está bien,” dijo Mackenzie con cierta rudeza. “Creo que prefiero caminar.”
Mackenzie y Bryers comenzaron a salir, de vuelta a través del bosque y hacia el sendero para peatones por el que les había traído Clements.
A medida que desaparecieron hacia el interior del bosque, dejando atrás las miradas de la policía estatal, Clements, sus hombres, y los guardabosques, Mackenzie no pudo evitar apreciar la enorme extensión del bosque. Era escalofriante pensar en lo infinito de las posibilidades que existían ahí afuera. Pensó en lo que había dicho el guardabosques, en los delitos incontables que tenían lugar en estos bosques, y algo al respecto envió un escalofrío helado a través de todo su cuerpo.
Si alguien tenía intenciones de asesinar a gente como la persona que habían encontrado dentro de este triángulo acordonado y tenía un conocimiento bastante decente de estos bosques, virtualmente no había límites al nivel de amenaza que podía causar.
Y supo con certeza que volvería a atacar.
CAPÍTULO SEIS
Mackenzie llegó a su oficina pasadas las seis de la tarde, agotada tras el largo día y ordenando sus notas para prepararse para la puesta en común que había solicitado mientras venía de Strasburg.
Alguien llamó a su puerta y cuando elevó la vista se encontró con Bryers, con aspecto de estar tan cansado como ella, sujetando una carpeta y una taza de café. Parecía estar haciendo todo lo posible para ocultar su agotamiento y entonces se le ocurrió pensar en que él había dejado todo en sus manos en el parque estatal, permitiéndole que ella llevara la voz cantante con Clements, Smith, Holt y los demás hombres egocéntricos en el bosque. Eso, además de su tos, le hizo preguntarse si a lo mejor se estaba poniendo enfermo.
“La puesta en común está lista para empezar,” dijo él.
Mackenzie se puso de pie y le siguió a la sala de conferencias al final de pasillo. Cuando entró, echó una mirada a los diversos agentes y expertos que constituían el equipo del caso de Little Hill. Había siete personas en total y, aunque personalmente creía que era demasiada gente trabajando en un caso en su etapa temprana, no le correspondía a ella decirlo. Este asunto le pertenecía a Bryers y ella se alegraba de poder acompañarle. Era mucho mejor que leer leyes sobre inmigración y ahogarse en papeleo.
“Tenemos un día muy ocupado por delante,” dijo Bryers. “Así que vamos a empezar con un resumen rápido.”
Si él se había sentido cansado al llegar, había conseguido sacarse el cansancio de encima. Mackenzie observó y escuchó con total atención mientras Bryers informaba a las siete personas en la sala sobre lo que Mackenzie y él habían descubierto en los bosques del Parque Estatal Little Hill ese día. Los presentes en la sala tomaron notas, algunos garabateando en cuadernos, otros escribiendo en los teclados de sus tablets o smartphones.
“Una cosa que añadir,” dijo uno de los otros agentes. “Recibí un soplo hace quince minutos. El caso ha llegado oficialmente a los periódicos estatales. Ya han empezado a llamar a este tipo el Asesino del Campamento.”
Por un momento, el silencio se extendió sobre la sala, y Mackenzie suspiró para sus adentros. Esto iba a hacerles las cosas mucho más difíciles a todos.
“Demonios, no tardaron nada,” dijo Bryers. “Malditos periodistas. ¿Cómo diablos le echaron sus garras a esto tan deprisa?”
Nadie le respondió, pero Mackenzie creyó saber la respuesta. Una pequeña localidad como Strasburg estaba llena de gente a la que le encantaba ver el nombre de su pueblo en los periódicos—aunque fuera debido a malas noticias. Se le ocurría pensar en un par de guardabosques o policías locales que pudieran encajar en esa categoría.
“De todas maneras,” continuó Bryers, impasible, “la última pieza de información que recibimos llegó de la policía estatal. Entregaron detalles de la escena del crimen al equipo forense. Ahora sabemos que la pierna cortada y el cuerpo del que formaba parte previamente estaban a exactamente 100 centímetros de distancia. Obviamente, no sabemos si eso tiene ningún significado, pero lo vamos a investigar. Además—”
Un golpe a la puerta le interrumpió. Otro agente entró a la sala deprisa y le entregó una carpeta a Bryers. Susurró algo al oído de Bryers y después salió de allí.
“El informe del forense sobre el cadáver más reciente,” dijo Bryers, abriendo la carpeta para mirar sus contenidos. La escaneó a toda prisa y comenzó a pasar las tres páginas al resto del equipo. “Como podéis ver, no había marcas