Una Vez Enfriado . Блейк Пирс

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Una Vez Enfriado  - Блейк Пирс Un Misterio de Riley Paige

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dejó escapar un gruñido de aprobación.

      “Yo llegué a esa misma conclusión en ese entonces”, dijo. “Todavía creo que tengo razón. Creo que todavía está en esa área, y que todavía se siente atormentado por lo que hizo hace todos esos años”.

      Una palabra comenzó a hacer eco en la mente de Riley...

      Remordimiento.

      Algo le pareció evidente en ese momento.

      Sin detenerse a pensar, dijo: “Todavía está lleno de remordimientos, Jake. Y apuesto a que deja flores en las tumbas de las mujeres”.

      Jake se rio.

      “Bien pensado”, dijo. “Eso es lo que siempre me agradó de ti, Riley. Entiendes la psicología, y sabes cómo usarla para poner un plan en acción”.

      Riley sonrió.

      “Aprendí del mejor”, dijo.

      Jake le dio las gracias por el cumplido, luego ella le dio las gracias a él por su ayuda y finalizaron la llamada. Ella se quedó sentada en su oficina pensando.

      “Ahora depende de mí”.

      Tenía que cazar al asesino y llevarlo ante la justicia de una vez por todas.

      Pero sabía que no podía hacerlo sola.

      Necesitaba ayuda para lograr que la UAC reabriera el caso.

      Corrió al pasillo y se dirigió a la oficina de Bill Jeffreys.

      CAPÍTULO OCHO

      Bill Jeffreys estaba disfrutando de una mañana inusualmente tranquila en la UAC cuando su compañera irrumpió en su oficina. Inmediatamente reconoció la expresión en su rostro. Así se veía cuando estaba emocionada por un nuevo caso.

      Hizo un gesto hacia la silla en el otro lado de su escritorio, y Riley se sentó. Pero a medida que escuchaba su descripción de los homicidios con atención, Bill se sintió un poco perplejo por su entusiasmo. A pesar de ello, no hizo ningún comentario mientras ella le dio el resumen completo de su conversación telefónica con Jake.

      “Entonces, ¿qué te parece?”, le preguntó a Bill cuando terminó.

      “¿Qué me parece qué?”, preguntó Bill.

      “¿Quieres trabajar en el caso conmigo?”.

      Bill estaba indeciso.

      “Claro que me gustaría, pero... Bueno, el caso ni siquiera está abierto. No depende de nosotros”.

      Riley respiró profundamente y dijo con cautela: “Esperaba que ambos pudiéramos hacer algo al respecto”.

      A Bill le tomó un momento entender qué quería decir. Entonces sus ojos se abrieron y negó con la cabeza.

      “No, Riley”, dijo. “Esto es cosa del pasado. Meredith no estará interesado en reabrir el caso”.

      Veía que ella también tenía dudas, pero estaba tratando de ocultarlo.

      “Tenemos que intentarlo”, dijo. “Podemos resolver este caso. Lo sé. Los tiempos han cambiado, Bill. Tenemos nuevas herramientas a nuestra disposición. Por ejemplo, las pruebas de ADN estaban en pañales en ese entonces. Ahora las cosas son diferentes. No estás trabajando en otro caso en este momento, ¿cierto?”.

      “No”.

      “Yo tampoco. ¿Por qué no lo intentamos?”.

      Bill miró a Riley con preocupación. En menos de un año, su compañera había sido reprendida, suspendida, e incluso despedida. Su carrera estuvo en peligro varias veces. Lo único que la había salvado era su extraña habilidad para encontrar a su presa, a veces de maneras poco ortodoxas. Esa habilidad, y el hecho de que él la había encubierto de vez en cuando, eran las razones por las cuales seguía en la UAC.

      “Riley, eso causará problemas”, dijo. “No busques problemas donde no los hay”.

      Vio la mueca que hizo ante lo que dijo y de inmediato se arrepintió de su elección de palabras.

      “Está bien si no quieres hacerlo”, dijo ella, levantándose de su silla, dándose la vuelta y dirigiéndose a la puerta de su oficina.

      *

      Riley odiaba esa frase. “No busques problemas donde no los hay”.

      Después de todo, ella estaba acostumbrada a agitar las cosas. Y sabía perfectamente bien que era una de las cosas que la hacían una buena agente.

      Estaba a punto de salir de la oficina cuando Bill le dijo: “Espera. ¿Adónde vas?”.

      “Creo que ya lo sabes”, respondió.

      “¡Está bien! ¡Ya voy!”.

      Ella y Bill corrieron por el pasillo hacia la oficina del jefe de equipo, Brent Meredith. Riley tocó la puerta de su jefe, y oyeron una voz ronca decir: “Adelante”.

      Riley y Bill entraron a la oficina espaciosa de Meredith. Como siempre, el jefe de equipo tenía una presencia intimidante con su gran físico y sus rasgos negros y angulosos. Él estaba encorvado sobre su escritorio estudiando unos informes detenidamente.

      “Sean breves”, dijo Meredith, sin levantar la mirada de su trabajo. “Estoy ocupado”.

      Riley ignoró la expresión de preocupación que Bill tenía en el rostro y se sentó audazmente junto al escritorio de Meredith.

      Ella dijo: “Jefe, el agente Jeffreys y yo queremos reabrir un caso sin resolver, y nos preguntábamos si...”.

      Todavía concentrado en los papeles, Meredith la interrumpió.

      “No”.

      “¿Qué?”, dijo Riley.

      “Solicitud denegada. Ahora discúlpenme, pero tengo trabajo por hacer”.

      Riley se quedó sentada. Se sintió momentáneamente obstaculizada.

      Luego dijo: “Acabo de hablar por teléfono con Jake Crivaro”.

      Meredith levantó la cabeza y la miró. Una sonrisa se formó en sus labios.

      “¿Cómo está el viejo Jake?”, preguntó.

      Riley también sonrió. Ella sabía que Jake y Meredith habían sido amigos cercanos en aquel entonces en la UAC.

      “Malhumorado”, dijo Riley.

      “Siempre lo fue”, dijo Meredith. “Ese viejo bastardo era intimidante”.

      Riley reprimió una risita. Era cómico que a Meredith le pareciera alguien intimidante. Riley jamás se había sentido intimidada

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