Si Ella Viera . Блейк Пирс
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—¿Cami Nash? —preguntó Kate.
—Sí, soy yo —dijo.
—Primero y ante todo, acepte por favor mis condolencias por su pérdida —dijo Kate—. ¿Eran cercanos usted y su hermano?
—Bastante cercanos, sí. Pero ahora mismo, tengo que soslayar eso. No puedo... llorarlo en este momento porque Olivia necesita a alguien. Ella no es la misma persona con la que hablé por teléfono la semana pasada. Algo se ha roto en ella. No puedo ni siquiera imaginar... lo que debe haber sido encontrarlos así y...
Se fue apagando y sorbió muy rápidamente un poco de su café, tratando de distraerse ante la catarata de lágrimas que parecía aproximarse con rapidez.
—¿Estará bien como para hablar con nosotras? —preguntó DeMarco.
—Quizás por un rato. Le dije que ustedes venían y pareció comprender lo que eso significaba. Por eso es que me estoy reuniendo con ustedes antes de que entren. Siento que es necesario decirles que ella es una joven normal, equilibrada. En el estado en que se encuentra ahora, sin embargo, no quería que pensaran que ella tenía alguna clase de problema mental o algo parecido.
—Gracias por eso —dijo Kate. Había visto antes personas absolutamente devastadas por la pena y nunca fue una vista agradable. No podía dejar de preguntarse qué tanta experiencia tenía DeMarco al respecto.
Cami las hizo entrar a la casa. El interior estaba tan silencioso como una tumba, y el único sonido provenía del zumbido del aire acondicionado. Kate notó que Cami caminaba lentamente, asegurándose de no hacer demasiado ruido. Kate la imitó, preguntándose si Cami esperaba que el silencio ayudaría a que Olivia finalmente durmiera o si simplemente estaba tratando de no alarmar de cualquier forma a la joven, ya de por sí frágil.
Entraron a la sala de recibo, donde una joven se hallaba entre sentada y recostada en el sofá. Su cara estaba enrojecida, sus ojos ligeramente hinchados por el llanto reciente. Lucía como si no hubiera dormido en una semana en lugar de algo más de un día. Al ver entrar a Kate y DeMarco se enderezó un poco.
—Hola, Señorita Nash —dijo Kate—. Gracias por aceptar reunirse con nosotras. Sentimos en verdad su pérdida.
—Llámeme Olivia, por favor —su voz sonaba ronca y cansada, casi tan desgastada como sus ojos parecían estar.
—Haremos esto lo más rápido posible —dijo Kate—. Entiendo que usted acababa de regresar de la universidad. ¿Sabe si sus padres habían planeado recibir a alguien más ese día?
—Si así fue, no lo supe.
—Por favor perdone que lo pregunte, pero ¿sabe si alguno de sus padres tenía alguna rencilla de larga data con alguien? ¿Personas que ellos pudieran haber considerado enemigos?
Olivia meneó su cabeza con energía. —Papá estuvo casado antes… antes de conocer a mamá. Pero incluso con su ex-esposa, estaba en buenos términos.
Olivia comenzó a llorar en silencio. Las lágrimas brotaron de sus ojos y ella no se molestó en enjugarlas.
—Quiero mostrarle algo —dijo Kate—. No sé si tenga algún significado para usted. Si es así, podría ser bastante emotivo. ¿Estaría dispuesta a echarle un vistazo y hacernos saber si es familiar para usted?
Olivia lució alarmada, quizás incluso un poco asustada. Kate realmente no la culpaba y casi que no quería mostrarle el retal de tela que Palmetto les había entregado —el retazo del que Kate tenía la certeza de que era parte de una frazada o un edredón. Lo sacó del bolsillo con algo de reluctancia.
Supo de inmediato que Olivia no la reconocía. Hubo una inmediata sensación de alivio y confusión en el rostro de la joven mientras miraba la bolsa plástica y lo que contenía.
Olivia meneó su cabeza pero mantuvo sus ojos pegados a la bolsa transparente. —No. No la reconozco. ¿Por qué?
—No lo podemos revelar ahora —dijo Kate. La verdad, no había nada ilegal en revelarlo al pariente más cercano... pero Kate no veía razón en traumatizar más a Olivia Nash.
—¿Tienen idea de quién hizo esto? —preguntó Olivia. Se veía perdida, como si no reconociera dónde estaba… quizás ni siquiera a ella misma. Kate no podía recordar la última vez que había visto a alguien tan claramente ajeno a todo lo que le rodeaba.
—Ahora no —dijo—, pero la mantendremos informada.Y por favor —dijo, mirando a Olivia y luego a Cami—, contáctenos si piensan en algo que pudiera ayudar.
Ante ese comentario, DeMarco sacó una tarjeta del bolsillo interno de su chaqueta y se la entregó a Cami.
Quizás eran los años que había pasado en el retiro, o el sentirse culpable por haber abandonado su puesto como abuela la noche anterior, pero Kate se sintió mal al abandonar la habitación, dejando a Olivia Nash con su profunda pena. Mientras ella y DeMarco caminaban hacia el porche, pudo escuchar a la joven dejando salir un suave gemido de aflicción.
Kate y DeMarco intercambiaron una mirada de incomodidad mientras se dirigían al auto. En su bolsillo interior, Kate podía sentir la presencia de ese retazo de tela y de pronto lo sintió en verdad pesado.
CAPÍTULO CINCO
Mientras Kate dejaba el pequeño pueblo de Whip Springs y se encaminaba a Roanoke, DeMarco usaba su iPad para consultar los archivos del caso del primer conjunto de homicidios. Era casi una copia exacta de la escena de crimen de los Nash; una pareja había sido asesinada en su hogar de una manera particularmente horrible. Los resultados preliminares no habían producido sospechosos potenciales y no había habido testigos.
—¿Dice algo acerca de alguna cosa dejada en las gargantas o bocas de las víctimas? —preguntó Kate.
DeMarco recorrió los informes y meneó la cabeza. —No hasta donde puedo ver. Pienso que puede ser un... —no, espera, aquí está. En el reporte de la autopsia. La tela no fue descubierta hasta ayer —día y medio después que los cuerpos fueron hallados. pero sí... el informe dice que había un pequeño pedazo de tela alojado en la garganta de la madre.
—¿Da una descripción?
—No. Llamaré al forense y veré si puedo obtener una foto del mismo.
DeMarco no perdió tiempo, haciendo la llamada de inmediato. Mientras estaba al teléfono, Kate intentó pensar en algo que pudiera conectar a dos parejas aparentemente escogidas al azar, dado lo que había sido encontrado en las gargantas de las mujeres. Aunque Kate todavía tenía que ver el pedazo de tela que había sido sacado de la garganta de la primera víctima, tenía la certeza de que coincidiría con el encontrado en la garganta de la Sra. Nash.
La llamada de DeMarco finalizó tres minutos después. Segundos más tarde, recibió un mensaje de texto. Miró la pantalla y dijo: —Tenemos una coincidencia.
Aproximándose a un semáforo mientras avanzaban lentamente por la ciudad de Roanoke, Kate echó un vistazo al teléfono mientras DeMarco se lo mostraba. Como Kate esperaba, la tela era suave y de color azul —una