Héroe, Traidora, Hija . Морган Райс
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Héroe, Traidora, Hija - Морган Райс страница 12
—Basta —se dijo Felene a sí misma, pero aquello era más difícil de lo que parecía. Algunas heridas no se curaban.
Y no es que la física lo hubiera hecho ya. Se la había cosido lo mejor que pudo en la playa, pero a Felene le empezaba a preocupar el agujero que el cuchillo de Estefanía le había dejado en la espalda. Se levantó la camisa lo suficiente para empaparla con el agua del mar, apretando los dientes por el dolor mientras la limpiaba.
A Felene la habían herido antes y esta herida no tenía buen aspecto. Había visto heridas como esta en otros y, en general, no habían acabado bien. Estaba aquel guía de escalada a quien había atacado con sus garras un leopardo de las nieves mientras Felene intentaba robar en uno de los templos muertos. Estaba la esclava a la que Felene había rescatado por capricho después de que su amo la azotara con el látigo de forma encarnizada, solo para ver como se consumía y moría. Estaba aquel jugador que había insistido en no moverse de la mesa, aun cuando se había cortado la mano con un trozo de cristal roto.
Felene sabía que ahora lo sensato era volver por donde había venido, buscar a un curandero y descansar el tiempo necesario para volver a ser lo que había sido. Evidentemente, para entonces la invasión probablemente habría terminado y todos los que estaban involucrados estarían desperdigados al viento, pero Felene estaría bien de nuevo, libre para irse a donde quisiera.
Al fin y al cabo, para ella no debería cambiar nada cómo acabara la invasión. Era una ladrona. Siempre habría cosas para robar y siempre estarían los que querrían capturarla. Probablemente habría más como resultado de una guerra, cuando las cosas solían estar un poco menos controladas y siempre había huecos por los que alguien con suficiente astucia se podía colar.
Podía regresar a Felldust, descansar y después buscar alguna nueva aventura en la que embarcarse. Podría partir en busca de islas que hacía tiempo que se habían perdido o dirigirse a tierras en las que el hielo lo encerraba todo como en un puño. Podría haber tesoros y violencia, mujeres y bebida. Todas las cosas que habían acostumbrado a mezclarse tan fácilmente en su vida hasta la fecha.
Lo que la mantenía con el timón de su pequeña barca apuntando hacia Delos era simple: allí era donde estarían Estefanía y Elethe. Estefanía la había engañado acerca de Thanos. La había utilizado para llegar hasta Felldust y, entonces, la había intentado matar. Aún más, había intentado matar a Thanos, aunque los rumores que corrían por Felldust apuntaban a que, por lo menos, había sobrevivido a la toma de la ciudad por parte de la rebelión.
Felene pensaba que no podía dejar pasar lo que Estefanía había hecho. Felene había dejado muchos enemigos atrás cuando partió, pero no le gustaba dejar deudas sin resolver. Una vez, se había batido en un duelo en el Vado del Roble por un insulto de un año atrás, y otra vez había capturado a un cerrajero que había intentado quitarle su parte, siguiéndolo a través de las Tierras de Pasto.
Estefanía moriría por lo que había hecho. Y respecto a Elethe…
En muchos aspectos, su traición era peor. Estefanía era una serpiente y Felene lo supo desde el momento que pisó el barco. Por Elethe realmente había llegado a sentir algo. Por una de las primeras veces en su vida, Felene se había atrevido a pensar más allá del siguiente robo y había empezado a soñar.
—Y vaya un sueño —se dijo Felene a sí misma—. Viajar por el mundo, rescatando hermosas princesas y seduciendo lindas doncellas. ¿Quién te crees que eres? ¿Una especie de heroína?
Parecía más bien el tipo de cosa que hubiera hecho Thanos, que algo para las de su especie.
—Mi vida sería mucho más fácil si no te hubiera conocido, Príncipe Thanos —dijo Felene—. Tiró de una de las cuerdas de su barca, para colocarla mirando hacia una nueva dirección.
Aunque eso no es lo que quería hacer. Principalmente, lo que sería su vida de no haber conocido a Thanos sería más corta. Hubiera muerto en la Isla de los Prisioneros sin él, y después de aquello…
Él era un hombre que parecía tener una causa. Alguien que defendía algo, aunque hubiera sido Felene la que le había recordado qué era. Era un hombre que se había preparado para luchar contra todo lo que le habían educado para que fuera. Había luchado contra el Imperio, aunque para él hubiera sido más fácil no hacerlo. Se había preparado para dar su vida para salvar a gente como Estefanía, que verdaderamente era lo que hacía un héroe.
—Supongo que si tuviera un poco de sensatez, estaría enamorada de ti —dijo Felene mientras pensaba en el príncipe—. Desde luego, era una persona mejor de la que enamorarse que gente como Elethe. Pero en esta vida no se conseguía lo que se deseaba. Y, por supuesto, no podías escoger cuando se trataba de amor.
Bastaba con que Thanos era un hombre al que respetar, incluso admirar. Bastaba con que, solo pensar en el tipo de cosa que él haría, hacía de Felene una mejor persona.
—Aunque no necesariamente más sensata.
Felene suspiró. No tenía sentido intentar discutir con ella misma. Sabía lo que iba a hacer.
Iba hacia Delos. Encontraría a Thanos si, por un golpe de suerte, todavía estaba vivo. Encontraría a Estefanía, encontraría a Elethe, y habría sangre por sangre, muerte por muerte. Probablemente, Thanos hubiera discutido por algo más amable o más civilizado, pero solo hasta aquí se podía llegar emulando a la gente. Incluso a los príncipes.
Ahora, solo estaba el problema de llegar a Delos y entrar. Para cuando llegara allí, Felene no tenía ninguna duda de que sería una ciudad en guerra, si no había caído completamente. La flota de Felldust probablemente sería una barricada flotante delante de la ciudad y bloquear puertos era una táctica que hacía tiempo que se había establecido en tiempos de guerra.
No era que a Felene le preocuparan este tipo de cosas. De vez en cuando había sacado un buen provecho del contrabando en los asedios. Comida, información, gente que quería salir, todo era lo mismo.
Aún así, Felene imaginaba que los soldados de Felldust no le darían una buena bienvenida si era tan estúpida como para simplemente arremeter contra la ciudad. Felene ya veía fragmentos de la flota de Felldust delante de ella, embarcaciones que se extendían en el agua desde Felldust hasta el Imperio como las cuentas de un collar. La flota principal hacía rato que había partido, pero ahora se habían apiñado en grupos de tres o cuatro, saliendo juntos mientras esperaban sacar el máximo provecho de la invasión que estaba por llegar.
En muchos aspectos, probablemente eran los más sensatos. Felene siempre había tenido más afinidad con la gente que aparecía para robar tras una lucha que con los que ponían sus vidas en peligro. Estos eran los que sabían cuidar de ellos mismos. Ellos eran la gente de Felene.
Entonces se le ocurrió una idea y Felene giró su esquife en dirección a uno de los grupos. Con su mejor brazo, sacó un cuchillo.
—¡Eh, los de allí! —exclamó en el mejor dialecto de Felldust que pudo.
Un hombre, que la apuntaba con un arco, apareció en el barandal.
—Te quitaremos todo lo que…
Balbuceó cuando Felene le lanzó la espada, cortándolo a media frase. Cayó del barco, salpicando agua al impactar contra ella.
—Era uno de mis mejores hombres —dijo la voz de un hombre—.
Felene