Llegada . Морган Райс

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Llegada  - Морган Райс Las Crónicas de la Invasión

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Chloe—. Vosotros…

      —Deja de hablar y sigue corriendo —espetó Luna—. El coche está ahí delante.

      Y el excursionista que quedaba estaba justo detrás, moviéndose con toda la tenacidad de un lobo que persigue a un ciervo. Kevin no quería pensar en cómo acababan estas cosas normalmente, simplemente continuó corriendo, cambiando de dirección a través de los árboles.

      El excursionista controlado por los extraterrestres lo agarró y Kevin consiguió esquivarlo. Ante su sorpresa, allí estaba Chloe, empujó al hombre desde el lado y lo mandó dando volteretas ladera abajo, peleando por parar su caída. Ella sonrió al verlo, a pesar de que Kevin hizo una mueca de dolor, pues aunque hubiera un extraterrestre controlando aquel cuerpo, aún pertenecía a alguien y, si alguna vez lo recuperaba, probablemente lo querría sin huesos rotos.

      —¡Entrad! —exclamó Luna desde más adelante. Ahora ella estaba en el coche y de un salto se puso en el asiento del conductor.

      Kevin y Chloe fueron corriendo hacia el coche y entraron mientras Luna empezaba a girar la llave. Kevin oyó que decía palabrotas en voz baja y solo le llevó un momento darse cuenta del porqué: El coche no arrancaba. Hizo una especie zumbido y tosió pero, aparte de eso, no pasó nada, no importaba las veces que Luna intentara hacerlo funcionar.

      Entonces empezó a crecer el miedo dentro de Kevin, aunque había habido más que suficiente derramándose en su interior de todos modos gracias a tener que escapar de los controlados por los extraterrestres. Miró hacia los árboles para intentar detectar movimiento, en busca de cualquier señal de los controlados. No solo los que habían caído ladera abajo, pues habría más. Siempre parecía haber más.

      —No funciona —dijo Luna.

      —No va a funcionar —dijo Chloe—. Lo has ahogado.

      —Como si tú supieras algo de esto —replicó Luna.

      Daba la sensación de ser una discusión que duraría demasiado y sería demasiado fuerte; que haría que todavía estuvieran allí cuando más controlados llegaran. A Kevin ya le parecía oír un crujido en los árboles.

      —Tenemos que irnos —dijo Kevin. Le pareció ver unas formas detrás de los troncos más cercanos—. Y tenemos que irnos ahora.

      Salió otra vez del coche y las demás le siguieron con evidente reticencia. Por lo menos siguieron y se escabulleron entre unos árboles justo a tiempo mientras Kevin echaba la vista atrás y veía excursionistas y soldados, guardas forestales y familias, que llegaban al coche como una masa silenciosa y coordinada. Algunos de ellos miraban alrededor, casi parecía que olfateaban el aire. Kevin salió pitando todo lo rápido que pudo.

      —El coche no los distraerá durante mucho rato —supuso Kevin—. Tenemos que pensar en otra cosa.

      —Hay coches de sobra en el aparcamiento —dijo Chloe.

      Luna resopló.

      —De los que no tenemos llaves.

      —Yo no necesito una llave. Eso es lo que estaba haciendo allí, hasta que fueron a por mí. —Todavía parecía que quería buscar pelea, pero ahora mismo, si todos conseguían salir de allí, Kevin podía vivir con eso.

      —Tenemos que estar en silencio —dijo Kevin, y entonces las demás lo miraron como si acabara de decir la cosa más evidente del mundo. Avanzaron lentamente, dirigiéndose montaña arriba hacia la cima y el aparcamiento que había allí para los visitantes. Por lo menos, de momento, parecía que estaba vacío.

      —Ya te podrías quitar esa dichosa máscara —le dijo Chloe a Luna—. Ya te lo dije, lo que fuera que pusieran en el aire ha desaparecido. ¿O es que tienes miedo?

      Lo último bastó para molestar a Luna. Intencionadamente, estiró el brazo, se quitó la máscara y la colgó del cinturón.

      —No tengo miedo —dijo—. Solo es que no soy imbécil.

      —Tenemos que encontrar un coche —dijo Kevin, interrumpiendo antes de que pudieran discutir de nuevo.

      Había suficientes de donde escoger, abandonados donde los habían aparcado las personas que estaban dando una vuelta por la montaña. Había SUVs y minifurgonetas, coches modernos y viejos en todo tipo de colores y…

      —Ese —dijo Chloe, señalando hacia una ranchera que parecía molida hasta el punto que Kevin se sorprendió de que quedara algo de ella. La pintura estaba pelada, mostrando óxido en algunos lugares—. Ese lo podré arrancar.

      Fueron hacia él y una de las ventanas resultó estar entreabierta. Chloe la tiró un poco más para abajo, metió el brazo dentro y abrió la puerta.

      —¿No te preocupa que sepa hacer todo esto? —le preguntó Luna a Kevin.

      Chloe miró hacia atrás por encima del hombro.

      —No todos tenemos vidas perfectas, animadora.

      Kevin casi agradeció ver a un grupo de los controlados avanzando lentamente, evidentemente a la caza.

      —¡Rápido —dijo—, a la furgoneta!

      Entraron con las cabezas bajas. Chloe estaba en el asiento del conductor, trabajando en algo del arranque. Parecía que llevaba mucho tiempo.

      —Pensaba que habías dicho que sabías hacerlo —susurró Luna.

      —A ti me gustaría verte intentándolo —replicó Chloe.

      —Mientras nos puedas llevar hasta la NASA —dijo Luna.

      Chloe negó con la cabeza.

      —Vamos a ir a LA.

      —San Francisco —insistió Luna.

      —LA —replicó Chloe.

      Kevin sabía que tenía que intervenir, porque si no lo hacía, probablemente todavía estarían discutiendo cuando los controlados los alcanzaran.

      —Por favor, Chloe, de verdad que tenemos que oír este mensaje. Y… bueno, si esto no cuadra, entonces a lo mejor podríamos ir a LA. Juntos.

      Chloe se quedó callada durante un minuto. Kevin se atrevió a mirar por encima del salpicadero. Esperaba que se decidiera pronto, pues el grupo de controlados se estaba acercando.

      —Supongo que de alguna manera antes me salvasteis la vida —dijo Chloe—. Está bien.

      Continuó trabajando en lo que estaba haciendo con el arranque. El motor tosió. Kevin alzó la vista y vio que todas las personas controladas por alienígenas ahora los miraban fijamente, los miraban con la intensidad de un gato que acaba de detectar un ratón.

      —Esto… ¿Chloe?

      Empezaron a avanzar corriendo.

      —¿Puedes hacerlo o no? —dijo Luna.

      Chloe no respondió, sencillamente continuó trabajando en lo que fuera que estaba haciendo. El motor chisporroteó de nuevo y después rugió hasta cobrar vida. Chloe alzó la vista victoriosa.

      —¿Veis?

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