Los argonautas. Висенте Бласко-Ибаньес

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Los argonautas - Висенте Бласко-Ибаньес страница 32

Los argonautas - Висенте Бласко-Ибаньес

Скачать книгу

de fuerza; y los pies pequeños, reducidos, altos de empeine, cuidados con meticulosidad; de día siempre encerrados en charol con cañas de colores, de noche con forro de seda calada y escarpines que martirizarían a muchas señoras. Son pies que parecen tener una vida aparte, pies sabios que pueden seguir sin error las más difíciles combinaciones del baile... Y ellas igualmente ¡qué finura de extremidades!... En esta Arca de Noé, amigo Fernando, se reconoce el origen étnico de cada uno sólo con mirar al suelo... Mire esos otros que suben.

      Y sonrieron los dos viendo ascender por los peldaños algunos pies de masculina dimensión, a pesar de que asomaban bajo una corola de faldas recogidas. Tras ellos subían enormes zapatos de hombre, embetunados y de fuerte morro, que dejaban en la alfombra una huella de pesadez. Muchos comerciantes que se habían endosado el frac en honor del soberano, guardaban sobre su abdomen la gruesa cadena de oro, cargada, como un relicario, de medallones, dijes, lápices y fetiches, y en los pies los fuertes botines de uso diario.

      Ojeda acogió con incrédula sonrisa las consideraciones de su amigo acerca de la superioridad de una raza sobre otra por la finura de las extremidades.

      —Los «latinos», como usted dice, Maltrana, somos bellamente ligeros, más «alados» que estas gentes del Norte. Se ve la influencia aristocrática de los conquistadores andaluces en los pies breves y graciosos de las sudamericanas. El indio también tiene el pie pequeño... Pero ¡quién sabe si el mundo no está destinado a ser una presa de los pies grandes! Fíjese con qué autoridad insolente y ruidosa van avanzando esos navíos de cuero y cartón. Allí donde se detienen se incrustan, y la pesada voluntad que los habita tiene que hacer un esfuerzo para cambiarlos de lugar. Marchan sin gracia y con lentitud, pero lo que ellos cubren es suyo y no lo abandonan. Nuestros pies son más graciosos, tienen algo del salto del pájaro, pero dejan poca huella.

      Sonó una risa femenil, ruidosa, petulante, en la que se adivinaba un deseo de hacer volver las cabezas. Ascendió por la escalera un vestido de color de sangre, y detrás de su cola, majestuosamente suelta, varios fracs parecían correr para alcanzarlo y dominarlo.

      —Nélida, nuestra amiga Nélida, con su escolta de admiradores—dijo Maltrana—. Todas las naciones de a bordo están representadas en este séquito amoroso. Sólo faltamos nosotros; pero tengo la certeza de que si usted no va a ella, ella le buscará.

      Admiraba su boca de «tigresa en celo», según él decía; boca de húmedo carmesí, en la que brillaba luminoso el nácar de una dentadura voraz. Al abrirse con el desperezo de la risa, sus dientes, un tanto agudos, parecían surgir de este estuche rojo, como salen las uñas de la zarpa de un felino.

      Ocupó una mesa ella sola, e inmediatamente la rodearon sus acompañantes. Hablaba en alemán, inglés, francés y español con todos ellos, llevándose a los labios un cigarrillo sin encender. Uno de los adoradores se inclinó ofreciéndole la llama de un fósforo.

      —Ése es el que llaman «el barón»—dijo Maltrana—: un belga que nos abruma con su hermosura de Antinoo, petulante e insufrible lo mismo que esas muchachas que alcanzan en un concurso el premio de belleza... Por el momento, es el preferido.

      —¡Nélida!... ¡Nélida!—gritó una voz de mujer.

      Era la mamá, que, desde una mesa cercana, pretendía corregir con este llamamiento la audacia de su hija. Podía tolerarse que fumasen las artistas, pero no una señorita que viaja con sus padres. Bastaba ver la actitud de las damas que estaban en el jardín de invierno: fingían no reparar en ella, pero se adivinaba en sus ojos una impresión de escándalo... Todo esto pareció decirlo la madre con su mirada y su breve llamamiento. Pero Nélida se limitó a contestar fríamente: «¡Mamá!», y encogiéndose de hombros siguió fumando. La madre se replegó vencida, cruzó los brazos sobre el vientre y quedó en la inmovilidad de una esfinge cobriza al lado de su esposo, que hablaba con un vecino.

      —Ese padre es admirable—dijo Isidro—, tan admirable como la niña. Vea su aire de patriarca, sus barbas y sus melenas canas, la mansedumbre con que habla y la deferencia con que escucha. Por dos veces se declaró en quiebra hace años; pero en América se olvidan pronto estas cosas, y según parece, vuelve ahora para reanudar sus antiguos trabajos.

      Había perdido en Europa gran parte de su fortuna, pues lo que obtiene éxito a un lado del Océano no lo obtiene en el otro, y regresaba, después de catorce años de ausencia, con el propósito de explotar varios negocios estupendos, según él, que aún le quedaban por allá.

      Конец ознакомительного фрагмента.

      Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

      Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

      Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

/9j/4AAQSkZJRgABAQAAAQABAAD/2wBDAAMCAgMCAgMDAwMEAwMEBQgFBQQEBQoHBwYIDAoMDAsK CwsNDhIQDQ4RDgsLEBYQERMUFRUVDA8XGBYUGBIUFRT/2wBDAQMEBAUEBQkFBQkUDQsNFBQUFBQU FBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBT/wAARCAWgA4QDASIA AhEBAxEB/8QAHgAAAQMFAQEAAAAAAAAAAAAAAAECAwQFBgcICQr/xABfEAABAwMDAgQDAwcHBgoG BQ0BAgMEAAURBhIhBzEIE0FRFCJhMnGBCRUjQpGh0RYXUlaUscEkM2Jyk6I2N0Z0gpKys+HwGENT dcLxJSc0VGNzg6PSJjWFw4TTRGSV/8QAGgEBAAMBAQEAAAAAAAAAAAAAAAECAwQFBv/EADoRAQEA AgEDAgUDAwMEAAUFAQABAhEhAxIxQVEEEyIyYUKh8CNxgZGx4TNSYsEUJHKC0QU0Q1Oi8f/aAAwD AQACEQMRAD8As9GcU0HFIo10MIUnJpwpE9hTx2okU5PelAp+KjadaFFFGKqsKae9OoqQwjNRrTUp 70hGasrYo1DmjbU60iolcZq0UyMUKZTiqkJ5q6hM4pd9MUaak1KNnnn7qAnNLTkioSbjFPHagigD NVXKBSmig9qgANSJqMDAp47VCdn0ncimlWKAc1AfTh2ptOBok8dqcmkSadVKscntS54pMc08dqja SJ70tB4FFQaBGaaRg04nFMNTElpmc06kNSimnNB7UhNGaaCUUnrn0oKqtpGyHvRRSpobCRTwKQd6 dUBU06mp706qVMANOpE0tRtb1OSaWmUuabNJE9qWmUvJqA6imnIpM1CT6KKKnSNiiiimjYooopo2 KKKKhIpuTTqTFAtNJp1JirbRonGKTGaVVJQNIxSYFOIptSeUau9AFSYoAzTaNGhP0p2OKKKJ0D2p pNOpD2oIz3pU0pGaAMUCjvT80wd6dQOBzS0g7UtECjFFFECiiio8J8lFOplGaqkp70lIo80manZo 6ikTS1KBRRQKipgpU0tFAtFFFQkUUUelAUEYoooFBpD3oooAjFFFFAUUUZ4oCiiigtANBNMSadXT GESjtTh2pgPFPSahKVNLTBzT6quUd6Wm0uaqEoozQe1SGnk0EYFA70pGanaPKJY4qnUKqVCoSmrR SoD3ph71KoYqJYrWMzCqmhXNB5NNCealGlQFcU5KqYkcUo4NRtaJhS0AfLmis1hRRQO9WDgOKKKX HFVoShJxS4oxUJOHNKO9NHanDvRMSDtT6YntT6zqxR3pwNMpc4ppJ5ORQmmg5pahIUaaTmgmmE1K ClVNKqQmmk1aRB26gqpm6lzU6RstFCR707tUBoGacBS4pU0SB2pQM0U4dqrUjGKWiioWhU9qWkT2 paBccUE5pKKBwOaWmg06iPAoooquk7KDilzTaB3oH0UUVZUUUUVFTBRRRVVhRRRQFFFFAiqbTiM0 hFWiCUhGaWipNE20baU8UUQQjNG2looGkYpKce1IB70SaRSVIttTZAWlSCQFAKGMgjIP3EU2gAMU UUUDh2paQGlogUUUVAKKKdilIbRTttGKjSdmnmmkU8jFJQImlooqUCiigDmoqYcO1LSUtTUQUUUV VYUUY4ooAjFFFFAUUUUBRRRQGeMUUUUBRRRQWJJwakChUe2nAYFdenNtKORUiaiSeOKlb+ZQSO5O Kqts9NOBrZaPDT1MUkEaVkEHkEPs8/79WrVXRPW+irM7dr1p9+Db2lJSt9TjagkqOBnaonkkCqcV flhWRRkVGDzVRBiPXKbHhxWlPSZDiWmm091rUcJA+8kVGkbRnntSYNbN/wDRo6mj/kpI/wBuz/8A r1YtWdJdWaEbhOagtK7U1MeDDK3XUKClfclR7DmiWJMsOvr2tNrdV32tpKj+wUigUKKVApUOCDwR Xp1086dWTpvpyLa7RDaa2Np82QEjzH145WtXckn9nYcVq7xa9NbLeumty1H8IzHvVrCHUS20hKnE FaUqbUR9oYVkZ7EDHc1XuTpwkRmo14qU1Goc1pFKgWKhWmqlYqMprSKVThODmlAFPUmgJqypQOKU JoAqSq2rQDtil20DvS1RJhOKQLGaFimJHNTsTA1IO1RDvUgNQktIRmloomlApQmp40CVLQVMRX30 g4KmmlKAPtwKldtkyM0XHochpsd1uMqSB+JFCKdIp2KanvTs1VYUUUmDmoScDg0uc02iiAe1Rk4p 6u1RnvVoghNNJq5ae07cdWXqNabTFVNuMklLLCSAVkAk8kgdgazw+GXqcf8AknI/27P/AOvU7Gsc ilT3rZn/AKMnU7+qcj/bs/8A69QS/Dr1KgtlxzR89SR38nY4f2JUTTcNNehNOxjvVXdbNcbBLMW5 wJNukj/1UtlTav2KAqjKqjQcCKMit7eF/orp3q+3qNV+VMBgKjhn4R4N/bDm7PBz9kVvT/0LOnv9 O8f2wf8A6lVtkWk24XA5p1XzXdljab1vqC0w9/wkGe/Ga8xW5WxCykZPqcCrHUVJQKNtKO1FVSAM UUUVIKKKCcURSjvS5FMzS0D6KQdqWoCjHrSDvRRUaTs7IoyKbQKlB2RRnFJjNJUbTo7NLTR70veg Wiiip0jYoq7aX0pdtaXhu12WGqfcHEqW

Скачать книгу