Música y Músicos Portorriqueños. Fernando Callejo Ferrer

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Música y Músicos Portorriqueños - Fernando Callejo  Ferrer

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el señor Secretario del Obispo, Rev. Padre Hormachea a quien está encomendada la penosa labor de reorganizar el archivo, aparece, como primer acta, la fechada en 9 de enero de 1660. En ella se consignan los nombramientos, para dicho año, del presbítero Don Gerónimo de Ovando y Guerra, como organista, y de Juan Piñero, para sorchantre, donando (suponemos que en calidad de honorarios) 150 misas, valor de 15 reales de plata cada una, para el organista, y 50 para el sorchantre.

      El Padre Ovando permaneció de organista hasta el año 1690,[2] quedando vacante la plaza durante todo el 1691, hasta que, en enero de 1692, fué nombrado el padre Don Juan de Morales quien la sirvió hasta diciembre del 1698.

      Piñero, el sorchantre, fué reelecto, consecutivamente, hasta el año 1680 en que falleció. Durante el 1681, estuvo vacante el cargo, designándose al presbítero Don Fernando de Morales, en enero de 1682, siendo reelecto hasta el 1698, último del siglo XVII, en que se hicieron tales nombramientos.

      Por primera vez, aparece en el acta de enero de 1672, la designación de maestro de capilla, a favor de Téllez Rodríguez, y la de Sebastián García Serrano, como cantor, asignándosele, al segundo, la cantidad de seiscientos reales de plata, como honorarios. Ambos permanecieron en sus oficios hasta el 1680, cesando, en esta fecha, esas designaciones y sin que se indiquen, en las actas, las causas.

      Desde el 1698 hasta el 1756, no se encuentra, en las actas, ningún nombramiento de organista, sorchantre, maestro de capilla ni cantor.

      ¿Serían suprimidos los servicios o dejarían de ser provistos los cargos por el cabildo de la catedral?

      Lo primero es inadmisible después de un siglo de haberlos utilizado; cabe más bien suponer lo segundo, en vista de la cédula expedida en el Escorial, el 12 de junio de 1749, por el Rey Fernando VI, en la que se negaba a acceder a la petición del Cabildo para que se excluyesen los mulatos al designarse los cuatro músicos que constituían la capilla de la cofradía del Sacramento y fuese obligatorio, para dichos músicos, tocar en todas las festividades de 1ª y 2ª clase.

      El Rey no consideraba depresivo para las solemnidades del culto la presencia de los mulatos músicos, ni en la capilla del Sacramento, ni en las procesiones y viáticos: por el contrario, recomendaba se les tratase con las consideraciones debidas a todo ser humano, si bien indicaba se cubriesen las vacantes con los más idóneos.

      ¿En qué forma estaba organizada esa capilla? ¿Qué funciones desempeñaban los cuatro músicos?

      Sin documentación en que apoyar el aserto y sólo teniendo en cuenta cómo estaban organizadas, por aquella época, las capillas de las catedrales españolas, suponemos que el cuarteto estaría representado por el órgano, dos chirimías[3] y un fagot.

      El presbítero Don Francisco de Sotres, notario y secretario del Obispado, desempeñó la plaza de organista durante los años 1756 y 57; y la de sorchantre, en iguales fechas, Don Bernardino Lexes.

      Desde 1758 hasta el 1761 en que falleció, fué organista Miguel Feliciano, permaneciendo la plaza vacante hasta el 31 de diciembre de 1769, en que fué nombrado Domingo de Andino quien continuó hasta 1800, fecha con que cerramos este capítulo.

      Muerto el sorchantre Lexes, en 1758, hasta el 1761 no fué nombrado Miguel Bonilla, sucediéndole, desde 1762 hasta el 68, el Clérigo de menores, Don Pedro Martínez.

      Don José de Torres fué sorchantre en el año 1769, y del 1770 al 74, José Vicente Muñoz.

      En 1775, designóse al presbítero Don Antonio José Espeleta, reeligiéndosele para el 1776, y, desde 1777 hasta 1783, sirvió la plaza Don Leonardo del Toro y Quiñones, que falleció en este año. Le sucedió, interinamente, Don José María Ruiz hasta el 1785 en que fué nombrado, en propiedad, Don Pedro Level que la sirvió hasta el 1790.

      Durante los años 1791 y 92 desempeñó el oficio, Nicolás Ruiz; del 1793 al 95, Don Pascual González; y, desde 1796 hasta el 1800, el Rev. Don Agustín Benito Valdejuli que ejercía, a la vez, las funciones de Secretario y Protonotario.

      La frecuencia con que vacaba el oficio de sorchantre y el tiempo que permanecía sin cubrirse el cargo, hace suponer cuán escasos serían los apropiados para ejercerlo, hipótesis que confirma la Real Cédula de 18 de diciembre de 1792, incluyendo copia de un oficio del Obispo sobre: "la necesidad de un sujeto instruído en el canto llano que tiene la Catedral para que se informe sobre lo que expresa." [4]

      Ya por estos mismos años, según dice otra cédula que, sin fecha ni encabezamiento, existe en el archivo, se solicitaba la asignación de $50 para un profesor de solfeo y canto, a fin de instruir un número de niños que ayudasen a solemnizar las festividades.

      Esto, unido a la carencia absoluta de bandas militares, pues al organizar el mariscal de campo, gobernador en 1765, Don Domingo de O'Reilly, el batallón denominado El Fijo, solamente lo dotó de dos pífanos y dos tambores, nos hace sostener la creencia de que el arte musical estaba completamente, en pañales, al finalizar el siglo XVIII, teniendo por únicas manifestaciones, la música religiosa (circunscrita a los servicios de la catedral, conventos de frailes y alguna que otra parroquia de la isla) y la de baile, sin que podamos informar la forma en que ésta se producía.

       1800-1858

       Índice

      El grito de independencia lanzado por las colonias españolas de Centro y Sur América, al empezar el siglo XIX, hizo que el gobierno español reforzara la guarnición de Puerto Rico, destinando un regimiento de línea[5] con banda de música, que debió arribar a San Juan en la primera década del siglo, ya que al verificarse, el 24 de julio de 1812, la proclamación de la Constitución de Cádiz, en la Gaceta de Puerto Rico del 29 de julio de 1812, No. 27, Vol. 7,[6] se cita, por dos veces, a la música del regimiento de línea, solemnizando las fiestas.

      Dicha banda, sin que estuviese constituída por artistas, ni la índole de sus trabajos formasen escuela, vino a ser un nuevo elemento en el desarrollo del arte musical.

      Durante las guerras de las colonias, se estableció una gran corriente de inmigración hacia esta isla, que llegó a su mayor incremento cuando, en el año 1821, se emancipó Venezuela.

      De Costa Firme, como se la llamaba también, vinieron a Puerto Rico un gran número de familias, muchas de ellas ricas, ilustradas y cultivadoras de la música; y un nuevo regimiento de línea, creo que el de Granada, con su música, constituyó, con el de Asturias, fijo de artillería, la compañía de caballería y las milicias, la guarnición militar de toda la isla.

       Las bandas, entonces, estaban organizadas con el instrumental antiguo en que, el figle y el serpentón, ocupaban el puesto del bombardino y bajo modernos; las trompas y clarines eran "de manos", es decir, que la escala de sus sonidos se producía por la mayor o menor introducción de la mano en la campana del instrumento, lo que hacía muy difícil la ejecución; los trombones eran de barras en vez de pistones y el total de instrumentos no pasaba de 20 a 22, incluyendo los de percusión.

      La música recreativa empezó a tener mayores exponentes que los del género bailable, pues las bandas que acostumbraban a solemnizar las misas de tropa, dejaban oir, durante ellas, trozos de música un poco más selecta que la, hasta entonces generalmente conocida.

      Los bailables, cuya procedencia era completamente española, predominando la contradanza

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