El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

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El libro de las mil noches y una noche - Anonimo

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cariñoso, y conversó con él afablemente durante un buen rato, demostrándole su amistad v su simpatía. Después mandó poner la mesa en honor del visir, y todo el mundo se sentó a comer y beber hasta saciarse.

      Entonces quiso el rey quedarse solo con el visir, y todos salieron, excepto los principales chambelanes y el gran visir del reino.

      Y el visir del rey Soleimán se puso de pie, se inclinó ceremoniosamente, y dijo: "¡Oh gran rey, lleno de munificencia! ¡Vengo hacia ti para un asunto cuyo resultado para todos nosotros estará lleno de bendiciones, de frutos dichosos y de prosperidad! El objeto de mi misión es pedirte en matrimonio tu hija, llena de estimación y gracia, de nobleza y modestia, para mi señor y corona sobre mi cabeza, el rey Soleimán-Schah, sultán glorioso de la Ciudad Verde y de las montañas de Ispahán. Y a este efecto, vengo hacia ti trayendo ricos regalos y cosas suntuosas, para demostrarte el entusiasmo con que desea mi señor poder llamarte su suegro. Quisiera saber de tu boca si compartes igualmente ese deseo, y si le quieres otorgar el objeto de sus ansiedades".

      Cuando el rey Zahr-Schah oyó este discurso del visir, se levantó y se inclinó hasta el suelo. Y los chambelanes y los emires llegaron hasta el límite del asombro al ver al rey manifestar tanto respeto a un simple visir. Pero el rey siguió de pie delante del visir, y le dijo: "¡Oh visir, dotado de tacto, de sabiduría, de elocuencia y de grandeza! escucha lo que voy a decirte: ¡Me considero como un simple súbdito del rey Soleimán-Schah, y me parece el mayor honor poderme contar entre los miembros de su familia! ¡De modo que mi hija ya no es en adelante más que una esclava entre sus esclavas, y desde este mismo instante es su cosa y su propiedad! ¡Y tal es mi respuesta a la demanda del rey Soleimán-Schah, soberano de todos nosotros, señor de la Ciudad Verde y de las montañas de Ispahán!".

      E inmediatamente mandó llamar a los kadíes y a los testigos, que redactaron el contrato de casamiento de la hija del rey Zahr-Schah con el rey Soleimán-Schah. Y el rey, muy dichoso, se llevó el contrato a los labios, y recibió las felicitaciones y los votos de los kadíes y los testigos, colmando a todos de sus favores. Dió grandes fiestas para honrar al visir, y grandes diversiones públicas que dilataron el corazón y la vista de todos los habitantes. Y repartió víveres y regalos, lo mismo a los pobres que a los ricos. Después dispuso los preparativos para la marcha, y escogió las esclavas de su hija: griegas, turcas, negras,y blancas. Y mandó construir para ella un gran palanquín de oro macizo con incrustaciones de perlas y de pedrería, y lo mandó colocar a lomo de diez mulos bien alineados.Después se puso en marcha toda la comitiva. Y el palanquín parecía, a la claridad de la mañana, un gran palacio entre los palacios de los genios, y la joven, cubierta con sus velos, semejaba una hurí entre las más bellas huríes del Paraíso.

      Y el rey Zahr-Schah acompañó a la comitiva durante tres parasanges. Después se despidió de su hija, del visir y de los que le acompañaban, y se volvió a su ciudad en el colmo de la alegría, lleno de confianza en lo futuro.

      En cuanto al visir y a la comitiva…

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió aparacer la mañana, y discretamente, aplazó su relato para el otro día.

       Y CUANDO LLEGO LA 109ª NOCHE

      Ella dijo:

      En cuanto al visir y a la comitiva, viajaron sin ningún contratiempo, y llegados a tres jornadas de la Ciudad Verde, enviaron un correo para que los anunciara al rey Soleimán-Schah.

      Cuando el rey supo la llegada de su esposa, se estremeció de placer, y dió un hermoso traie de honor al correo anunciante.

      Y mandó a todo su ejército que fuera al encuentro de la reina con los estandartes desplegados, y los pregoneros públicos invitaron a toda la ciudad a formar parte de la comitiva, de modo que no quedasen en las casas ni una sola mujer, ni una sola doncella, ni siquiera una sola anciana, aunque estuviese caduca o imposibilitada por la edad.

      Y nadie dejó de salir al encuentro de la novia. Y cuando toda la gente llegó alrededor del palanquín, se acordó que la entrada en la ciudad se verificaría por la noche con gran pompa.

      Así, pues, en cuanto llegó la noche, los notables de la ciudad mandaron iluminar por su cuenta todas las calles y el camino que llevaba hasta el palacio del rey. Y formaron en dos hileras a lo largo del camino, y los soldados cubrieron la carrera, formados a derecha e izquierda, y en todo el trayecto resplandecieron en el aire límpido las iluminaciones, los tambores hicieron sonar sus redobles más profundos, las trompetas cantaron en voz alta, las banderas ondearon por encima de las cabezas, los perfumes ardieron en los pebeteros por calles y plazas, y los jinetes justaron con lanzas y azagayas.

      Y por en medio de todos, precedida de negros y mamalik y seguida por sus esclavas, pasó la recién casada, con el magnífico vestido que le había dado su padre, y así llegó al palacio de su esposo el rey Soleimán.

      Entonces las esclavas desataron a los mulos, y entre los gritos de alegría que lanzaban el pueblo y el ejército, cogieron en hombros el palanquín y lo transportaron hasta la puerta reservada.

      En seguida las doncellas y la servidumbre ocuparon el lugar de las esclavas, e hicieron entrar a la novia en su aposento. Y en el acto se iluminó el aposento con la claridad de sus ojos, y palidecieron las luces ante la hermosura de su rostro. Y en medio de todas aquellas mujeres, parecía la luna entre las estrellas o la perla solitaria en medio del collar.

      Después las doncellas y las sirvientas salieron de la habitación y se formaron en dos filas, desde la puerta hasta el fin del corredor, luego de haber acostado a la joven en la gran cama de marfil enriquecida con perlas y pedrería. Y el rey Soleimán, atravesando la doble hilera formada por estas estrellas vivas, penetró en la habitación y llegó hasta la cama de marfil donde se tendía la joven, toda adornada y perfumada. Y Alah incitó en aquel momento una gran pasión en el corazón del rey y le dió el amor de aquella virgen. Y el rey la poseyó, y se deleitó en la felicidad, olvidando en aquel lecho,entre muslos y brazos, todos los pesares de su impaciencia y su ansia de amor.

      El rey permaneció durante todo un mes en el aposento de su esposa, sin dejarla un solo instante, por lo muy íntima y adecuada con su temperamento que era aquella unión. Y la dejó preñada desde la primera noche.

      Después de lo cual fué a sentarse en el trono de su justicia, y se ocupó en los asuntos del reino para el bien de sus súbditos, y llegada la noche, no dejaba de visitar el aposento de su esposa, y así hasta el noveno mes.

      Y en la última noche de este noveno mes sintió la reina los dolores de parto, se sentó en la silla parturienta, y al amanecer, Alah le facilitó el parto, y la reina dió a luz un varón marcado con la señal de la suerte y la fortuna.

      En cuanto supo el rey la noticia de este nacimiento, se dilató su pecho hasta el límite de la dilatación, y se alegró con una gran alegría, e hizo regalos de gran riqueza al anunciador. Después corrió hacia el lecho de su esposa, y cogiendo en brazos al niño le besó entré los dos ojos, se maravilló de su hermosura, y vió cuán perfectamente le cuadraban estos versos del poeta: ¡Desde que nació, le otorgó Alah la gloria y el límite de las alturas, y le hizo levantarse como un astro nuevo! ¡Oh nodrizas de hechos espléndidos y delicados, no le acostumbréis a la curva de vuestra cintura! ¡Porque su única cabalgadura será el lomo firme de los leones y de los caballos encabritados! ¡Oh nodrizas de leche muy dulce y muy blanca, apresuraos a destetarle! ¡Porque la sangre de sus enemigos será para él la bebida más deliciosa!

      Entonces las criadas y nodrizas cuidaron del recién nacido, y las comadres le cortaron el cordón, y le alargaron los ojos con kohl negro.

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