El libro de las mil noches y una noche. Anonimo
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Y ella contestó: "El khan (la posada) de AbyMansur".
Entonces el mandadero se levantó, se despojó de sus vestiduras y se metió en el agua. ¡Y su espalda sobrenadaba majestuosa en la superficie! Se lavó todo el cuerpo como se habían lavado las doncellas, y después salió del baño y fue a echarse en el regazo de la más joven, apoyó los pies en el regazo de la otra hermana, y señalando a su virilidad, preguntó a la mayor de todas: "¿Sabes, ¡oh soberana mía! cuál es su nombre?"
Al oír estas palabras, las tres se echaron a reír tan a gusto, que cayeron sobre sus posaderas, y exclamaron: "¡Tu zib!" Y él dijo:
"No es eso, no es eso". Y les dió a cada una un mordisco.
Entonces dijeron:
"¡Tu herramienta!" Y él contestó: "Tampoco es eso". Y a cada una les dió un pellizco en un seno. Y ellas, asombradas, replicaron: "Sí que es tu herramienta, porque está ardiente; sí que es tu zib, porque se mueve". Y el mozo seguía negando, con un movimiento de cabeza, y luego las besaba, las mordía, las pellizcaba y las abrazaba, y ellas reían a más no poder, hasta que acabaron por decirle:
"¿Cómo se llama, pues?" Entonces él meditó un momento, se miró entre los muslos, guiñó los ojos, y señalando a su zib, dijo: "¡Oh señoras mías! vais a oír lo que acaba de decirme este niño: "Me llaman el macho poderoso y sin castrar, que pace la albahaca de los puentes, se deleita con raciones de sésamo descortezado y se alberga en la posada de AbyMansur".
Y
se rieron las tres tan descompasadamente al oírle, que de nuevo doblaron sobre sus partes traseras. Después siguieron bebiendo en la misma copa hasta que comenzó a anochecer.
Las jóvenes dijeron al mandadero: "Ahora vuelve la cara y vete, y así veremos la anchura de tus hombros". Pero el mozo exclamó: "¡Por Alah, señoras mías! ¡Más fácil sería a mi alma salir del cuerpo, que a mí dejar esta casa! ¡Juntemos esta noche con el día, y mañana podrá cada uno ir en busca de su destino por el camino de Alah!"
Entonces intervino nuevamente la joven proveedora: "Hermanas, por vuestra vida, invitémosle a pasar la noche con nosotras y nos reiremos mucho con él, porque es una mala persona sin pudor, y además muy gracioso". Y dijeron entonces al mandadero:
"Puedes pasar aquí la noche con la condición de estar bajo nuestro dominio y no pedir ninguna explicación sobre lo que veas ni sobre cuanto ocurra". Y él respondió: "Así sea, ¡oh señoras mías!" Y ellas añadieron:
"Levántate y lee lo que está escrito encima de las puertas". Y él se levantó, y encima de la puerta vió las siguientes palabras, escritas con letras de oro: .
No hables nunca de lo que no te importe si no oirás cosas que no te gusten.
Y el mandadero dijo: "¡Oh señoras mías! os pongo por testigo de que no he de hablar de lo que no me importe".
En este momento de su narración,
Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.
PERO CUANDO LLEGO LA 10ª NOCHE
Doniazada dijo:
"¡Oh hermana mía! acaba la relación".
Y Schehrazada contestó: "Con mucho agrado, y como un deber de generosidad". Y prosiguió: He llegado a saber, ¡oh rey poderoso! que cuando el mandadero hizo su promesa a las jóvenes, se levantó la proveedora, colocó los manjares delante de los comensales, y todos comieron muy regaladamente. Después de esto encendieron las velas, quemaron maderas olorosas e incienso, y volvieron a beber y comer todas las golosinas compradas en el zoco, sobre todo el mandadero, que al mismo tiempo decía versos, cerrando los ojos mientras recitaba y moviendo la cabeza. Y de pronto se oyeron fuertes golpes en la puerta, lo que no les perturbó en sus placeres, pero al fin la menor de las jóvenes se levantó, fué a la puerta, y luego volvió y dijo: "Bien llena va a estar nuestra mesa esta noche, pues acabo de encontrar junto a la puerta a tres ahjam (1) con las barbas afeitadas y tuertos del ojo izquierdo. Es una coincidencia asombrosa. He visto inmediatamente que eran extranjeros, y deben venir del país de los Rum. Cada uno es diferente, pero los tres son tan ridículos de fisonomía, que hacen reír. Si los hiciésemos entrar nos divertiríamos con ellos". Y sus hermanas aceptaron. "Diles que pueden entrar, pero entérales de que no deben hablar de lo que no les importe, si no quieren oír cosas desagradables". Y la joven corrió a la puerta, muy alegre, y volvió trayendo a los tres tuertos. Llevaban las mejillas afeitadas, con unos bigotes retorcidos y tiesos, y todo indicaba que pertenecían a la cofradía de mendicantes llamados saalik.(2) Apenas entraron, desearon la paz a la concurrencia, y las jóvenes se quedaron de pie y los invitaron a sentarse. Una vez sentados, los saalik miraron al mandadero, y suponiendo que pertenecía a su cofradía, dijeron: "Es un saaluk como nosotros, y podrá hacernos amistosa compañía". Pero el mozo, que los había oído, se levantó de súbito, los miró airadamente, y exclamó:
"Dejadme en paz, que para nada necesito vuestro afecto. Y empezad por cumplir lo que veréis encima de esa puerta". Las doncellas estallaron de risa al oír estas palabras, y se decían: "Vamos a divertirnos con este mozo y los saalik". (1) Plural de ajami, palabra con que se designa a todos los pueblos que hablan lenguas distintas del árabe, y especialmente a los persas y a todos cuantos hablan mal el árabe. Pero generalmente sólo se aplica a los persas. (2) Los persas los llaman kalendars o calendos. Saalik es el plural de saaluk.
Después ofrecieron manjares a los saalik, que los comieron muy gustosamente. Y la más joven les ofreció de beber, y los saalik bebieron uno tras otro. Y cuando la copa estuvo en circulación, dijo el mandadero:
"Hermanos nuestros, ¿lleváis en el saco alguna historia o alguna maravillosa aventura con qué divertirnos?"
Estas palabras los estimularon, y pidieron que les trajesen instrumentos. Y entonces la más joven les trajo inmediatamente un pandero de Mussul adornado con cascabeles, un laúd de Irak y una flauta de Persia. Y los tres saalik se pusieron de pie, y uno cogió el pandero, otro el laúd y el tercero la flauta. Y los tres empezaron a tocar, y las doncellas los acompañaban con sus cantos. Y el mandadero se moría de gusto, admirando la hermosa voz de aquellas mujeres.
En este momento, volvieron a llamar a la puerta. Y como de costumbre, acudió a abrir la más joven de las tres doncellas.
Y he aquí el motivo de que hubiesen llamado:
Aquella noche, el califa HarúnAlRaschid había salido a recorrer la ciudad, para ver y escuchar por sí mismo cuanto ocurriese. Le acompañaba su visir GiafarAlBarmaki (1) y el portaalfanje Masurur, ejecutor de sus justicias.
El califa en estos casos acostumbraba disfrazarse de mercader.
Y paseando por las calles había llegado frente a aquella casa y había oído los instrumentos y los ecos de la fiesta. Y el califa dijo al visir Giafar: "Quiero que entremos en esta casa para saber qué son esas voces".
Y el visir Giafar replicó: "Acaso sea un hatajo de borrachos, y convendría precavernos por si nos hiciesen alguna mala partida". Pero el califa dijo: "Es mi voluntad entrar ahí. Quiero que busques la forma de entrar y sorprenderlos". Al oír esta orden, el visir