Ciudad Carbón Destartalada. Foraine Amukoyo Gift
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Los hombres procedieron a un estudio exclusivo en una profunda discusión. Luego el contratista se dejó caer en una silla sin brazos y estiró las piernas.
“Ahora tendrás que llenar otro formulario. En vez de las dos mil Nairas que les pagas a ellos, pondrás de manera personalizada diez mil Nairas por contrato con el gobierno. Haz un listado y envíale la parte del ministro del trabajo a su cuenta”, dijo el jefe Daggers
“Bien hecho jefe Daggers”. Dijo el contratista. “La forma en que inflaste el proyecto en cinco millones de Nairas en realidad me sorprendió. Creí que los pocos millones adicionales de los que habías hablado eran algo moderados, sin lugar a dudas, eres un hombre inteligente”. Sorbió vino.
“Mi hermano, así es como logramos este estilo de vida lujoso y debemos mantenerlo a cualquier costo”. Rieron y chocaron sus copas.
Jerry entró sin tocar. “Papá, adivina qué, mi amigo Dan va a tener su fiesta de cumpleaños en América y voy a necesitar tu jet privado”.
“Seguro hijo y diviértete en la fiesta. Mis muchachos pondrán algunas cosas en el jet.” Jerry se veía confundido. El jefe Daggers dijo rápidamente, “Pondrán cosas para tu comodidad”.
“Ah, ok papá, eres lo máximo, gracias”. Le hizo una señal de pulgares arriba.
“De nada hijo, ¿me imagino que te divertiste en la pista de carreras hoy?
“Seguro que sí. Probamos la máquina en las carreteras principales. Aunque hubo un pequeño accidente. Mi moto atropelló a una mujer embarazada. No logró sobrevivir. Tuvimos suerte que tu amigo el policía nos rescató de una turba enojada”.
“Ese es mi muchacho, luchador, rápido y furioso. Hijo, ven a saludar a mi amigo. Olvídate de ese incidente. Le tocaba morir. Más tarde hablaré con el inspector”.
“Jerry le estrechó la mano al contratista. “Encantado de conocerlo. Jerry Daggers, el humilde hijo del magnate de los negocios”
“No necesitas presentarte, el parecido es asombroso. Me dice que tu padre sin lugar a dudas fue un hombre buenmozo cuando joven. Alégrate de haber nacido dentro de una gran dinastía”.
“Es gracias al Señor, mi hermano”. Dijo orgullosamente el jefe Daggers mientras Jerry lanzaba las llaves de su moto y las atrapó en el aire cuando Jerry salía.
Ezekiel dejó caer el sobre con los calmantes sobre la cama. Se sentó en la única silla del cuarto. Su casa estaba muy ordenada y arreglada para un cuarto en un sitio desvencijado. No podía relajarse sin tomar un baño. Se rascó la quijada y el abdomen.
Se olió sus axilas y puso una cara divertida por el olor desagradable. Un tambor que había llenado hasta el borde le dio la bienvenida. Ezekiel había llenado el tambor con agua en la mañana y lo había asegurado con un candado fuerte antes de salir a trabajar.
“Oh no, no de nuevo”. Se frotó el cabello por la frustración. No era que le gustaba el estilo afro, si no que su cabello no había sentido las tijeras del barbero en muchas semanas porque no quería gastar su dinero espectacularmente. Este era su primer trabajo después que la compañía de seguros había reducido la nómina.
Enojado, Ezekiel pensaba por qué algunos de sus vecinos tenían que acabar con toda el agua y no tomar baldes como lo habían hecho en otras ocasiones. Estaba cansado de que la mayoría de sus vecinos sacaran agua de su tambor como si este fuera la reserva del complejo. “Ah, quisiera darles un baño completo en el mar y ahogarlos”. Apretó los puños y enseñó los colmillos.
Al contrario de la mayoría de los inquilinos del complejo que tenían hermanos más jóvenes o niños, podían enviar a buscar agua a intervalos regulares. Ezekiel no tenía ninguno de ellos, así que el generalmente llenaba su tambor antes de irse a trabajar todas las mañanas. Rápidamente se bañaba con cubos de agua y se quitaba el jabón de su cuerpo con una toalla pequeña. Le quedaban algunos minutos para encontrarse con sus amigos para una reunión en la noche.
Dos mujeres se sentaron en una mesa de trabajo redonda. Era el departamento de enfermería del Cuerpo de Paz. Estaban trabajaban hasta tarde en la noche. La oficina estaba en silencio mientras se ocupaban de llenar los reportes semanales de sus especialidades.
El director les había dado tres horas de plazo y les quedaban treinta minutos para finalizarlos. Gloria era una enfermera militar, mientras que Rachel era una civil. Gloria se levantó para buscar agua fría del dispensador.
“Que sean dos, por favor”, le dijo Rachel.
“Una para mí también, por favor, yo quiero agua tibia. El dolor de garganta me está matando”, dijo amablemente Temba, la secretaria.
Te he dicho que apagues el aire acondicionado si te molesta tanto”, dijo Gloria.
“Y, chicas, les he dicho que no se preocupen. No quiero que estén incomodas por mi conveniencia”, Temba tosió suavemente.
“Deja tranquila a la niña, probablemente quiere disfrutar del frío aquí. Puede que se haya ido la luz cuando llegue a su casa” Dijo Rachel riéndose.
“Rachel, por una vez en tu vida, compórtate seriamente”, le dijo Temba y le lanzó una bola de papel.
“En realidad no estás tomando en serio el mejorarte”. Gloria apagó el aire acondicionado y levantó las persianas mientras iba a sentarse.
Temba sonrió. “Gracias, ahora me siento mejor”.
“Sabía que así sería. De nada”.
Rachel presionó una tecla en el tablero con entusiasmo. “¡Guao! Gracias a dios que hoy es viernes.¿Quien más ha terminado? Ya he terminado este reporte”. Rachel saco tres entradas para el cine de su bolso. “¿Quién está interesada? Se abanicó con las entradas y se acomodó el cabello.
“Tres entradas. Niña tienes dinero”. Dijo Gloria.
“¿Quién tiene dinero para gastarlo en estas cosas? ¿Yo? Un novio me los dio. Él sabe que somos las tres mosqueteras del pueblo, así que ustedes, damas, tienen dos. No puedo dejar que no se diviertan” Ella movió cintura sobre el asiento.
“¿Cuál de los novios?” Preguntó Gloria.
“Dinos”. Le dijo Temba.
“El del mall” Sonrió Rachel.
“Chica, por favor, no te aproveches de ese tipo. En verdad veo amor en esos ojos. Está completamente enamorado de ti niña”, le advirtió Gloria.
“En verdad si le tienes tanta lástima, entonces anda y hazle caso a su amor. Yo no, niñas, yo soy una libre pensadora. Me divierto sin ninguna atadura. No soy culpable de lo que él sienta”.
“Hum Rachel, no digas que no te advertí. Miró a Temba. “Hermana, eres testigo. Espero haber dicho lo correcto”. Temba asintió y Rachel les sacó la lengua.
El intercomunicador sonó y Gloria lo atendió porque Temba tenía un ataque de tos. “Hola señor, es Gloria”.
“Gloria, manda a Rachel a mi oficina inmediatamente”.
“Muy