Me sedujiste, Señor. José Díaz Rincón
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JOSÉ DÍAZ RINCÓN
ME SEDUJISTE, SEÑOR
Experiencias y convicciones
de un seglar
Prólogo de
Mons. francisco cerro chaves
obispo de coria-cáceres
Con un prefacio de
Mons. ANTONIO DORADO SOTO
obispo EMÉRITO DE MÁLAGA
Ediciones Trébedes
© Ediciones Trébedes, 2011.
© José Díaz Rincón, 2011.
ISBN: 978-84-939085-4-6
ISBN edición impresa: 978-84-939085-3-9
www.edicionestrebedes.com
Imprimatur: +Braulio Rodriguez, Arzobispo de Toledo, Primado de España. Toledo 1/12/2011.
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier método o procedimiento.
Índice
I. Jesucristo, la Iglesia y la fe 21
III. Juventud y pasión por el apostolado 53
IV. La familia, Iglesia doméstica 79
V. Recrecerse en las dificultades 95
VI. La llamada más colosal y el mayor servicio 119
VII. Renovar el laicado en la diócesis 133
VIII. Participar de la Cruz de Jesucristo 141
IX. Nuevos horizontes apostólicos 151
Prólogo
Escribir es siempre retrato de la propia alma. Uno va desgranando retazos de su corazón, de sus vivencias más profundas. Conociendo y admirando la persona de “Pepe”, nuestro querido José Díaz Rincón, se descubre que ha sido un acierto desde el título del libro: “Me sedujiste, Señor” hasta la última palabra donde se resume en todos los escritos, para tratar lo que yo llamaría las tres grandes pasiones de uno de los laicos más conocidos y representativo de la Iglesia española, desde nuestra querida Archidiócesis de Toledo que siempre fue cuna de un laicado referente para la Iglesia Universal.
1. La pasión por Jesucristo. Su fuerza es que sólo dice y escribe lo que vive o desea vivir “con toda su fuerza y con todo su ser”, que es su pasión por Cristo. Muchas veces he escuchado a “Pepe”, y siempre me ha impactado su Amor a Jesús, ayudado por grandes sacerdotes que han influenciado decisivamente en su vida, entre ellos destacaría la figura colosal de Don José Rivera, que también fue profesor mío de Teología Espiritual, y que dejó en Pepe una honda pasión por Jesús. Su Amor a Jesús es tan fuerte que le ha llevado a ser siempre un apóstol en su ambiente, en su parroquia, en su trabajo, en su experiencia de conferenciante y de transmisor del Evangelio por todos los rincones y son muchos los que ha visitado en toda España. Su pasión por Cristo es la clave de una vida tan sencilla y, a la vez, tan probada por la cruz, que sólo se puede vivir con paz cuando se centra la mirada en “quien tiene traspasado el corazón”.
2. Su pasión por la Iglesia. Pocas personas he conocido con una pasión tan concreta y real de amor hacia la Iglesia. Ha luchado siempre dentro de ella y por amor a ella y siempre mirada como la Madre que nos ha dado a Cristo. Sabiendo que a esta Iglesia sólo la hacen creíble los santos y los que viven en su seno, el gozo de ser familia de Dios. Rincón ama a la Iglesia porque ha “mendigado” siempre el Amor de Dios y, como Benedicto XVI, se considera un “obrero de la viña del Señor”, ni más ni menos.
3. Su pasión por el laicado asociado. Su vocación de laico la ha vivido siempre en el seno de la Iglesia, como una vocación de primera a la santidad. No se ha ido por las ramas. No ha querido otra cosa que vivir como laico con “los sentimientos de Cristo”. Este libro es un canto a la profunda vocación laical, tan sencilla como apasionada, tan real como la vida misma. Desde su realidad de padre de familia, de trabajador, de esposo, de viudo, de abuelo. O bien de catequista o de militante, no ha sabido hacer otra cosa que servir a todos, como un laico que siempre vivió la pasión por los movimientos de Acción Católica y sobre todo por su amor a crear un laicado que, como era un “gigante dormido”, había que despertar para la nueva Evangelización. Pepe siempre ha vivido su pasión por el laico. Cree en los laicos porque ve en ellos el potencial de santidad y entrega que hay que descubrir y que sobre todo hay que sembrar en todas las Diócesis para que verdaderamente sea conocido y amado Cristo y su Iglesia.
Quiero agradecer el bien que siempre me ha hecho José Díaz Rincón, desde que lo conocí. A toda su familia y a toda la gente que con él han realizado una labor tan evangélica y tan ejemplar y que callarlo sería un pecado de omisión. He recibido siempre, tanto de su amistad, que no quiero callarlo.
Los laicos, nuestros hermanos en la común misión de evangelizar, y entre ellos Pepe, a mí siempre como sacerdote y ahora como Obispo, me han enseñado y me ayudan a vivir esa pasión por Cristo, por la Iglesia y por los pobres. Los laicos siempre