Nuestro grupo podría ser tu vida. Michael Azerrad
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La gira que realizaron en Reino Unido en 1981 fue una pesadilla: hacía un frío glacial, sufrían frecuentes ataques por parte de skinheads y grupos punk ingleses rivales, y era normal que se derramara sangre sobre el escenario. En un concierto, Ginn sangró abundantemente después de que alguien le tirara una bala a la cabeza; cayó del escenario tambaleándose, no sin antes haber lanzado cabreado una silla al público. Incluso perdieron el primer avión de vuelta a casa.
Cuando salió Damaged, el grupo realizó una gira desde principios de mayo hasta mediados de septiembre de 1982, un largo y penoso viaje. Sin embargo, su meteórica progresión estaba a punto de sufrir un parón repentino.
SST había estado vendiendo sus ediciones a pequeños distribuidores con una lista de precios intencionadamente bajos. Pero como los distribuidores solían vender discos de importación, sus copias generalmente acababan en tiendas especializadas, incomprensiblemente metidas en la sección de importación y con precios carísimos, propios de discos de importación. Al ser un grupo de punk rock de un sello independiente, Black Flag jamás figuraba en las secciones de rock de las tiendas de discos normales, colocado alfabéticamente entre Bad Company y Black Sabbath, lugar que Ginn creía que les correspondía. Así que decidió llevar el siguiente disco de Black Flag a un distribuidor convencional. Muchos distribuidores independientes más grandes ni siquiera devolvieron las llamadas de SST, pero sí que lo hizo una de las grandes compañías, MCA.
Como parte del contrato, Ginn aceptó coeditar el disco de Black Flag con Unicorn, un pequeño sello distribuido por MCA. Pero en 1982, justo cuando el disco estaba a punto de llegar a las tiendas con el logotipo de MCA en la carátula, alguien de Rolling Stone habló presuntamente mal de Black Flag al director de distribución de MCA, Al Bergamo. De repente, Bergamo anunció que sería «inmoral» editar Damaged, asegurando que el disco tenía un contenido inapropiado, más allá del límite del buen gusto. «Ciertamente, no sonaba como Bob Dylan o Simon y Garfunkel, ni tampoco lo hacían las cosas que intentaban decir», añadió.
Black Flag aseguró que habían advertido a MCA del contenido del disco, pero que MCA, convencido de que el grupo vendería muchos discos, miró hacia otro lado. En su libro Rock and the Pop Narcotic, Joe Carducci, que empezó a controlar las ventas, la promoción y el márketing de STT en 1981, aseguró que aquella reprobación del contenido por parte de MCA era una maniobra de distracción: el auténtico motivo era que Unicorn estaba tan endeudado con MCA que, para MCA, continuar aquella relación no tenía ningún sentido desde un punto de vista económico. Las letras con «contenido inapropiado» de Black Flag solo fueron una excusa para cortar los vínculos con Unicorn.
Así pues, el grupo fue al centro de prensado y puso pegatinas con la mención de Bergamo «contenido inapropiado» sobre el logotipo de MCA en veinte mil copias del disco. Posteriormente, se desencadenó un embrollo de pleitos cuando SST afirmó que Unicorn no había pagado los derechos de autor y los gastos del álbum a SST.
Unicorn contraatacó con una demanda y consiguió un requerimiento judicial que impedía a Black Flag editar cualquier otra grabación hasta que se resolviera ese asunto. Cuando SST lanzó la recopilación retrospectiva de material inédito de Black Flag, titulada Everything Went Black, sin los créditos del grupo en ella, Unicorn llevó a SST a juicio en julio de 1983 y describió al grupo como, en palabras de Ginn, «una especie de amenaza para la sociedad». El juez sentenció que Ginn y Dukowski, copropietarios de SST, habían violado el requerimiento y los envió a ambos a la cárcel del condado de Los Ángeles durante cinco días por desacato a un emplazamiento judicial.
Tras su liberación, Ginn se mostró como siempre escéptico.
—Ni siquiera habló de ello —explica Rollins—. Simplemente, dijo: «El ensayo es a las siete». No habló de ello. No bromeó, no dijo ni una palabra. No tengo la menor idea de cómo debió de ser para Greg Ginn ir a la cárcel. No dijo nada, salvo que subió al autobús para ir a la cárcel, que tenía un bocadillo o algo parecido para comer en el bolsillo delantero y que un tipo estiró el brazo por encima del asiento para quitárselo.
Ginn sigue sin contar demasiado acerca de su experiencia en la cárcel por deferencia a la gente que ha pasado mucho más tiempo que él en cárceles mucho peores.
—No es algo que recomendaría —es todo lo que dice—. Es muy degradante. Y recomendaría a cualquiera que hiciese lo posible por mantenerse alejado de allí.
Finalmente, Unicorn quebró a fines de 1983 y Black Flag pudo volver a grabar discos.
Pero aquella dura experiencia había tenido graves consecuencias para Black Flag. Damaged se había descatalogado y toda esa batalla legal había reducido drásticamente las posibilidades de salir de gira, un golpe bajo para la popularidad del grupo, por no hablar de sus ingresos. Y todos esos conflictos, tensiones y pobreza estaban generando una desazón considerable en el grupo.
—La gente se acababa cansando —explica Ginn—. Siete tipos viviendo en la misma habitación y yendo de gira durante seis meses y, a pesar de todo, hasta el cuello de deudas.
Llegados a ese punto, Robo hacía tiempo que se había ido. De nacionalidad colombiana, había tenido problemas con el visado a finales de la gira de diciembre de 1981 por el Reino Unido y no podía volver a entrar en el país. El grupo había contratado a Bill Stevenson, de The Descendents, para acabar la gira con una semana de conciertos en la Costa Este. Stevenson vivía al final de la calle de Ginn; The Descendents, cuarteto de pop-punk socarrón y acelerado, con canciones como «I Like Food» o «My Dad Sucks», era el grupo hermano de Black Flag y compartían el local de ensayos.
En la primera mitad de 1982, un muchacho flaco de dieciséis años con tirabuzones, conocido simplemente como Emil, empezó a tocar la batería con el grupo. No duró mucho. Según parece, la novia de Emil le presionaba para que dejara el grupo y pasara más tiempo con ella, y cuando eso llegó a oídos de Ginn, convenció a Mugger de que le dijera a Emil que se había acostado con su novia y así enfrentar a la pareja. Le salió el tiro por la culata, pues provocó una bronca con Mugger. Emil se marchó en plena gira maratoniana de 1982 por Estados Unidos y le sustituyó el increíble Chuck Biscuits de D.O.A.
En una gira por la Costa Oeste, esa formación tocó en una granja de un minúsculo pueblo situado al norte de Washington, Anacortes. «Henry estuvo increíble», afirmó Calvin Johnson, que escribió la crítica del concierto para el fanzine Sub Pop, «paseándose arriba y abajo, embistiendo, dando bandazos, gruñendo; todo era real, una de las experiencias emocionales más intensas que jamás he presenciado.»
Desgraciadamente, Biscuits solo duró unos pocos meses. Ginn afirma que Biscuits no aceptaba el riguroso horario de ensayos de Black Flag, que era de seis días a la semana en jornadas de hasta ocho horas al día.
—Los ensayos de Greg Ginn eran como una larga marcha hasta el mar —explica Rollins—. Por lo que respecta a su ética de trabajo, es como Patton cargado de esteroides. Black Flag era un puñado de gente muy disciplinada —continúa explicando Rollins—. Muy ambiciosos y superdisciplinados. Formar parte de ese grupo era como recibir una instrucción continua. Practicabas el repertorio una o dos veces por noche. Teníamos ensayo de grupo seis o siete días a la semana. Los fines de semana yo tenía que descansar la voz. Decía: «Greg, me voy a casa de una amiga este fin de semana porque me va a dar de comer. Volveré el lunes. No pienso cantar ni el sábado ni el domingo porque quiero descansar la voz». Y Greg se cabreaba un poco. Él estaba allí siete días a la semana. Así era Black Flag. Jamás hubo