Rebeldes. Amy Tintera

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Rebeldes - Amy Tintera Reiniciados

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decírselo a las demás.

      No sabía si mirarla con exasperación o reírme por el comentario, y las comisuras de su boca se levantaron en una sonrisa cuando captó las dos expresiones en mi rostro. Borré de él todo rastro de diversión y me giré hacia Micah.

      —Me sorprende que sobreviviera en la CAHR —dijo Micah, mirándola mientras se alejaba—. No parece recibir muy bien las órdenes.

      Me encogí de hombros. Addie había estado en la CAHR durante seis años, así que debía haber hecho algo bien. Y yo no podía evitar pensar que quizá simplemente estaba cansada de que le dieran órdenes. Sin duda yo lo estaba.

      Dos niños Reiniciados corrían alrededor de la fogata y Micah siguió mi mirada. Sonrió de oreja a oreja.

      —¿Genial, no crees?

      —Extraño —murmuré. La niña Reiniciada tenía unos cuatro años y gritó mientras una niña más pequeña la perseguía peligrosamente cerca del fuego. Nadie parecía preocuparse por eso, así que supuse que no importaría si las dos se caían y se asaban.

      Si animaban a engendrar bebés Reiniciados, no parecía haber mucha gente dispuesta a hacerlo. Sólo había visto al bebé anoche y a otro niño, además de las dos pequeñas cerca de la fogata.

      —¿Hay muchos niños? —le pregunté.

      Micah se dirigió hacia la mesa de comida y me hizo señas para que lo siguiera.

      —No —dijo, cabizbajo, mientras me pasaba un plato hondo—. Había más, pero ya se fueron.

      —¿Adónde? —pregunté. Una chica como de mi edad me puso avena en el plato. En realidad, casi todos tenían mi edad, más o menos. La composición del lugar era parecida a la de la CAHR, con la mayoría de los Reiniciados entre los doce y los veinte años. ¿No debería haber más gente alrededor de la edad de Micah? ¿O más mayores?

      Se quedó en silencio hasta que nos sentamos en suelo.

      —Teníamos más gente como hasta hace un año —hablaba en voz baja.

      —¿Adónde se fueron? —apreté la cuchara con más fuerza.

      —Un grupo de alrededor de cincuenta se fue por su cuenta.

      Arqueé las cejas.

      —¿Por qué?

      —¿Has notado que no hay muchos Reiniciados adultos en la reserva?

      Asentí.

      —Tuvimos una discusión —contestó—. La generación mayor no estaba contenta, no le gustaba cómo dirigía las cosas, así que se marchó. La mayoría de la gente con niños decidió acompañarla. Creyeron que estarían más seguros lejos de aquí.

      —¿Y sabes adónde fueron?

      La idea de una segunda comunidad segura para Reiniciados era reconfortante, en especial si ésta no funcionaba.

      —Todos murieron —dijo Micah. Una expresión de dolor cruzó por su rostro—. Traté de decirles que no era seguro, que nuestras mayores ventajas eran nuestro número y nuestras armas, pero se fueron de todos modos. Los encontré una semana después, cuando salí de cacería. Parece que la CAHR los atrapó.

      —¿Fueron hacia el Sur? —pregunté, sorprendida.

      —Más bien hacia el Oeste —dijo Micah, protegiéndose los ojos con el dorso de la mano mientras miraba hacia el sol—. Pero la CAHR tiene maneras de rastrear y cazar a los Reiniciados en todos lados.

      Tragué un poco de avena, mientras me atravesaba una punzada de miedo. Si eso era cierto, mi plan de emergencia de escapar con Callum no parecía bueno.

      —¿Cómo los atrapó la CAHR? —pregunté—. ¿No iban armados?

      —Apenas. Nuestras armas son de la reserva. No se las iba a dar a un grupo de desertores. Se llevaron lo que tenían, pero no les bastó. Por lo visto, la CAHR mandó a muchos oficiales, más de los que pudieran combatir.

      Parecía que Micah tenía más que suficientes armas. Me pregunté si todos en la reserva habían estado de acuerdo con que dejara ir a unos Reiniciados escasamente armados para defenderse.

      —¿Cuánta gente hay aquí ahora? —pregunté.

      —Poco más de cien, quizá ciento quince. Éramos ciento veintisiete ayer, antes de que llegarais, pero todavía estoy esperando un conteo preciso de las bajas —se puso de pie de un salto y se aclaró la garganta—. ¿Ya has terminado? Te llevaré a hacer el recorrido.

      Quería preguntar exactamente por qué se habían ido los Reiniciados, pero la forma en que Micah había dicho que porque no les gustaba cómo dirigía las cosas me hizo dudar de que pudiera obtener una respuesta completa. Quizá sería mejor preguntárselo a Riley o a alguno de los Reiniciados de aquí.

      Dejamos nuestros platos para que los lavaran y seguí a Micah por la reserva. Señaló los lugares donde fabricaban la ropa y otros artículos indispensables, como jabón y muebles. Usaban una tienda como escuela, y dijo que los Reiniciados más jóvenes de Austin deberían asistir de nuevo. Tal vez tenía razón. Yo había logrado conservar gran parte de mi educación, pero no había tenido ninguna otra después de los doce años. Quizás ir a esa tienda sería bueno para mí también.

      Me llevó afuera y caminamos hasta el borde de sus extensos cultivos. Cosechaban avena, trigo y judías, entre otras cosas. Un enorme establo era una de las únicas estructuras permanentes del conjunto y estaba repleto de ganado.

      Había que reconocérselo a Micah. El lugar estaba organizado y prosperando bajo su mando. Me daba la sensación de que si la CAHR lo dejara a cargo de las ciudades las limpiaría en menos de un mes y los tendría a todos alimentados, vestidos y organizados.

      —¿Habrá suficiente comida para alimentarnos a todos con un centenar de personas más? —le pregunté mientras comenzábamos a caminar de vuelta a la reserva—. No sé mucho sobre cultivos, pero ya habéis cosechado todo lo de la temporada pasada, ¿verdad?

      Asintió.

      —Estaremos bien, aunque quizás un tanto limitados. También tenemos algunas hortalizas en la reserva. Estoy trabajando en un plan para asegurarme de atenderos a todos. Además, todavía estábamos produciendo suficiente para los Reiniciados que se fueron.

      Parecía triste cada vez que hablaba de ellos y sentí un poco de lástima por él. Debía haber sido una enorme carga cuidar a tantos Reiniciados, mientras la CAHR constantemente trataba de matarlos.

      —El equipo de cacería ya debería haber vuelto—murmuró, mientras clavaba la vista en el cielo—. Estaba programado que regresaran esta mañana.

      —¿Normalmente regresan a tiempo?

      —Sí, cuando va Riley. Lo conoces, no se desvía del plan.

      Era cierto. Había sido un entrenador incluso más estricto que yo. Probablemente habría dejado que el oficial Mayer matara a Callum sin protestar.

      —¿Dónde están? —pregunté—. ¿Puedes ir a buscarlos?

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