Cuentos De Etiopía I. Juan Moisés De La Serna

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Cuentos De Etiopía I - Juan Moisés De La Serna

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hospitalidad y al muchacho su invitación y dijo,

      –En verdad tienes una gran familia, enhorabuena.

      –Espero yo con mis hijos y mis hijos con los suyos extender todo el bien que nosotros hemos aprendido a generar dentro de la casa ―afirmó el muchacho.

      EL GRILLO CANTANTE CRI-CRI

      En un lugar un poco distante de las tierras de Hab y Ssinia (Etiopía) y también en otros momentos de la historia diferentes, en un prado cubierto de amplio matorral y vegetación, nació un grillo como los demás, normal, y de una madre que ya había tenido más hijos, y también le dio en esta ocasión varios hermanos, pues es sabido que por la gran mortandad que existe, la naturaleza da muchos hijos a quien los pierde con facilidad.

      Ocurrió que este grillo al día siguiente de nacer y ya moviéndose subió a una hoja en un momento en que sopló el viento. Aquel joven experimentó en un solo momento la naturaleza con todo su esplendor, el viento le trajo música y también vida, pues respiró profundo y se sintió lleno por dentro y abrazado por fuera. El aire era cálido y sintiendo bien cerró los ojos asiéndose a la hoja, sin embargo, esta se desprendió y fue arrastrada hasta un pequeño arroyuelo.

      El aire arrastró la hoja hasta un lugar de remanso en que quedó varada y ya había vegetación y unas piedras. El grillo que había abierto los ojos y que se sintió volar con el aire, se encontró bien, no experimentó miedo, pues no lo conocía, y esperó y se vio en un nuevo lugar, en un lugar que contenía unas piedras verdes en el fondo y en las laderas de las tierras que estaba formando los límites del pequeño arroyo, que apenas era de unos centímetros de ancho, pero que para el joven grillo le parecía una maravilla.

      Aquel pequeño animal no estaba asustado por qué no le había dado tiempo a aprender lo que era el miedo, pero sí de alguna manera pensaba diciendo que el mundo era un poco complicado, ya que tan solo se había puesto en una hoja y ahora estaba lejos de donde había nacido, y se bajó y sintió el suelo bajo sus patas.

      Se sintió feliz y le entró hambre y allí había mucha comida y en apariencia no había nadie de los suyos, así era pues el lugar no contenía vida física y él comió y estando en esto se sintió cogido con cuidado y como no le hizo daño no sintió dolor, aspecto que tampoco había conocido aún, y se dejó llevar, y le pusieron encima de una pequeña hoja y miró y vio unos ojos muy grandes y muy cerca que le miraban.

      Estuvo en ese lugar varios días y todos los días sentía hambre y comía y todos los días tenía comida fresca y jugosa y también tenía agua pues la comida antes de dársela la mojaban en abundancia, y era que un niño lo había cogido y le estaba cuidando, un niño que amaba los animales y había visto a aquel Cri-Cri, y le había gustado, y vivió en lugar donde se le había llevado.

      Su tamaño aumentó de forma considerable y el mismo como no veía nadie más que a aquel niño y a él mismo, no pensaba que nada raro le ocurría y tan solo sabía que estando junto a aquel niño estaba seguro, y tenía comida y bebida y sintió amistad y cariño por él y procuraba no alejarse y cuando le llegó el turno, empezó a volar y a sentir la tentación de gritar y así se hizo fuerte.

      Cuando empezó a hacer Cri-Cri, escuchó por primera vez la mente del niño que le hablaba y que le decía:

      –Bien has nacido, ya puedes escucharme, quiero decirte algo, si quieres te suelto y vives en el campo como los demás Cri-Cri que existen, pero si quieres vives conmigo y juntos podemos estar un tiempo, y nos ayudamos, tú me avisas de los peligros y yo te protejo y te doy de comer.

      El Cri-Cri, le contestó con su mente y le dijo,

      –Déjame en el campo que vea cómo se vive y después de dos días ven a buscarme y te daré una respuesta, pues me pides una decisión sin darme los conocimientos necesarios para tomarla.

      El niño, aunque le dolió lo aceptó, y le llevó a donde le había encontrado, y le dejó de comer varias hojas de las que él mismo le daba, por si las necesitaba.

      Aquel enorme Cri-Cri se había desarrollado de una forma anormal, ya que era muy grande para su tamaño pues había tenido comida en abundancia sin esfuerzo, su naturaleza le impulsaba a volar y cuando el niño le dejó lo hizo, y por instinto se dirigió a donde había nacido, y allí encontró a la pradera donde su madre le dio la vida, y en la cual él sólo había vivido escasas horas.

      Cuando él llegó al lugar, aquellos que tenían que ser sus hermanos y parientes y vecinos se alarmaron por aquel monstruo que se acercaba ellos con intenciones no conocidas, dado que ellos eran de menor tamaño y temían lo desconocido, el joven Cri-Cri buscó a su madre la que no encontró, pero si a su familia que no le aceptó, y se marchó de aquel lugar con el alivio de todos.

      Aquella ignorancia le dolió tremendamente y entonces se empezó a dar cuenta de que él era diferente y se dio cuenta de que esa diferencia podía venir del comer alimentos de otros lugares, e hizo lo siguiente, cogió a una hembra joven, con escasos días de vida y volando se la llevó al lugar donde él mismo había crecido a que comiera la comida que le había dado el niño, y así se presentó a él con la hembra y el niño extrañado pues pensaba que ya no volvía les acepto a los dos, y juntos vivieron unos días, y mientras Cri-Cri, hablaba con su compañera y con el niño y así se enteró de que el niño en el agua con la que lavaba las hojas que le daban a comer había puesto una sustancia y según pensó podía ser la causa de su gran tamaño, la joven hembra también creció como él.

      En este tiempo el niño fue llamado para estudiar en las Escuelas del Conocimiento de los Hab-Baa-Ssi, y se llevó a sus dos amigos, que no se marchaban de su lado, y así el niño cuando vino el Maestro a buscarle, les pidió permiso para llevarlos y se los enseñó y el propio Maestro le dijo,

      –Es mejor que te los lleves ―pues pensó “si estos se reproducen y llegan a ser muchos tendremos problemas con los sembrados”.

      Se marcharon a las cuevas, y cuando estuvieron en ellas, el niño dijo a su Maestro tutor,

      –¿Qué puedo darles de comer? pues tengo un trato, ellos me avisan de algún peligro y yo les protejo y les doy de comer y el Maestro le dijo,

      –Tendrás las hojas que necesites todos los días.

      A los pocos días los grillos armaron tan alboroto que despertaron a todos a media noche, y salieron a decirle al joven que les mandase callar, pero en esto se produjo un terremoto, que sin duda hubiera dado más de un muerto, pues una de las galerías donde dormían los estudiantes se había medio hundido, cuando pasó el temblor ellos se callaron y todos se dieron cuenta de que les habían salvado.

      Ocurrió otro hecho singular, cuando todos los días el Maestro traía las hojas de las que se alimentaba, las traía mojadas de aquel agua que lo había hecho el joven, ya que él mismo había visto en el pasado que le daba de comer a aquellos animales, y viendo lo que había materializaba todo según lo veía, y con ello los animalitos, crecieron un poco más, siendo de considerable tamaño, y siendo amigos de todos y pudiéndose comunicar con ellos, y podéis imaginar a un redondel de niños tumbados boca-abajo en el suelo, para poder estar más a la altura de los Cri-Cri, hablando mentalmente con ellos.

      Sucedió que cuando llegó la primavera y los alumnos y Maestros salieron a recolectar los sembrados que ellos mismos tenían en las Escuelas, los dos Cri-Cri, decidieron tener familia, y así lo habían hablado con el niño y le habían preguntado si tenía inconveniente en que tuvieran hijos, y si a estos les podría seguir alimentando, y el niño lo había consultado con el Maestro, el cual había dado su consentimiento, y así en primavera tuvieron familia y tuvieron tan solo dos hijos, uno macho y otro hembra y tan solo comían las hojas que se les daba de

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