Amando A Un Espía Americano. Brower Dawn

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Amando A Un Espía Americano - Brower Dawn

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Full Page Image Amando a un espía americano

      Índice

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Epílogo

       ACERCA DE LA AUTORA

       TAMBIÉN DE DAWN BROWER

       EXTRACTO: Eternamente mi duque

       Prólogo

       CAPÍTULO UNO

       EXTRACTO: Todas las damas aman a Coventry

       Prólogo

       CAPÍTULO UNO

      Esta obra es ficción. Los nombres, personajes, lugares y acontecimientos son producto de la imaginación del autor o son usados de forma ficcionada sin relación alguna con la realidad. Cualquier parecido con lugares, organizaciones o personas, tanto vivas como fallecidas, es casualidad.

      Amando a un espía americano Copyright © 2019 por Dawn Brower

      Todos los derechos reservados.

      Diseño de portada por Victoria Miller

      Ninguna parte del libro puede ser reproducida en cualquier formato, tanto electrónico como manual, incluyendo sistemas de almacenamiento de información, sin permiso por escrito del autor, a excepción de las citas en reseñas literarias.

      Publicado por Tektime

      Capítulo 1

      Enero, 1915

      El silbido del tren resonó en toda la estación. Victoria Grant observó desde un banco cercano, mientras el sonido la abstraía de sus pensamientos. Ella había llegado a la estación temprano, para no perder su tren, que la llevaría a una pequeña ciudad en Francia. Desde allí, viajaría con un regimiento a un hospital de campaña, al cual había sido asignada para trabajar como enfermera.

      Su tren ingresó a la estación y llegó hasta un apeadero cerca de la plataforma. El vapor de la chimenea en lo alto de la máquina se extendió por toda la estación. Los pasajeros comenzaron a desembarcar con rapidez. Victoria tuvo que esperar para subir a bordo durante varios minutos. El auxiliar del tren les indicaría cuando pudieran embarcar. Los maleteros estaban todavía descargando el equipaje de los pasajeros que dejaban el tren. Pronto, comenzarían a colocar las nuevas maletas en su lugar.

      Victoria se paró y caminó hacia la estación. Ella no tenía muchas pertenencias. Para trabajar como enfermera, no necesitaba muchas tampoco. Tenía un baúl con sus uniformes y algunos pocos objetos personales. Al crecer como la hija de un vicario, se le había enseñado a denunciar cualquier actitud que llevara a la avaricia. Ella se había tomado a pecho sus enseñanzas y había aprendido a vivir tratando de ayudar a quienes necesitaban. Con la Gran Guerra devastando el mundo, las mujeres como ella eran requeridas. Ella usaría sus habilidades como enfermera para salvar a aquellos que pudiera, y ya no podía esperar más para ponerse al servicio de la causa.

      Continuó caminando y se tropezó con el pecho duro de un hombre. Miró hacia arriba y se encontró con la mirada de este hombre. Sus ojos azules eran tan oscuros, que parecían casi negros, y su cabello brillaba como caramelo con miel. “Mis disculpas,” dijo ella, dando un paso hacia atrás.

      “Es mi culpa,” dijo él, con un acento Americano del sur, si ella no estaba equivocada. Eso la tomó un poco de sorpresa. No había muchos americanos en Francia, desde que la guerra había comenzado. Lo último que había oído, era que querían mantenerse neutrales, con respecto al conflicto masivo. “Debí haber prestado más atención,” Sus labios se inclinaron hacia arriba en una sonrisa deslumbrante. Su sonrisa impactó sus sentidos, maravillándola momentáneamente.

      Victoria meneó su cabeza, recuperando su equilibrio en un momento. “¿Está ligado al norte de Francia?” Ésta parecía una pregunta normal, pero de todas maneras se sintió tonta al hacerla.

      Observó el tren pasar y luego la miró a ella. “Si, lo estoy.” Él alzó una ceja. “¿Y usted?”

      Ella asintió rápidamente. Esta conversación era extraña. Victoria nunca había sido buena para hablar con, bueno, con nadie. Menos con un hombre... Esta era una proeza que era casi imposible. No sabía por qué, pero los hombres siempre la desconcertaban, y habitualmente se había comportado un poco torpe en cada conversación o encuentro. “Si, um, sí.” Ella se sentía como una idiota. Habría puesto cualquier excusa para salir de la conversación pronto. La mayoría de los hombres había tenido problemas para hablar con ella, ya que a ella se le hacía difícil discutir cualquier tema con los hombres, excepto cuando hablaba de asuntos médicos.

      Él sonrió suavemente. “Entonces espero hacer el viaje con usted.” ¿Hablaba en serio? Ella frunció el entrecejo y lo observó. Tal vez él se divertía en burlarse de la gente. No quería cuestionarse más. No conocía a este hombre, y probablemente nunca terminaría de conocerlo.

      Uno de los auxiliares del tren salió y gritó, “Todos a bordo.”

      Los pasajeros se acercaron y comenzaron a subir. Victoria se dirigió hacia el tren, siguiendo a un grupo de personas. No tenía un vagón privado, ni siquiera un vagón con cama, para esconderse de la multitud.

      Victoria debería estar atascada, sentada con todos los demás en el vagón de pasajeros. Al menos, el viaje no era muy largo. Caminó por el pasillo y encontró un asiento junto a la ventanilla.

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