Una Oportunidad Para Amar. Brower Dawn
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"Quería hablar con Luca", comenzó Lulia. "Como recuerdas, nuestro príncipe favorito estaba muy ocupado, así que tuvo que conformarse con hablar conmigo". Levantó las manos y formó un campanario con ellas, luego juntó las puntas de los dedos. "Quería saber más sobre ti", dijo ella sacudiendo la cabeza. "Es increíble lo ciego que puede ser un hombre".
"Estoy de acuerdo", dijo. "Se sentirá como un verdadero idiota cuando se dé cuenta de quién soy.", dijo golpeando con su mano el brazo de su silla. "No estoy segura de qué hacer con esta información. Nunca pensé que no me reconocería". Lenora necesitaba darle un cierre a lo que había pasado entre ella y el Duque de Ashley. Si él ni siquiera sabía quién era ella, ¿cómo podría lograrlo? "Tal vez debería seguir adelante y olvidarme de él por completo".
"¿Crees que puedes hacer eso?" preguntó Lulia. "Sería mejor para ti si pudieras seguir adelante, pero no creo que sea algo fácil de lograr".
Una criada abrió la puerta y entró con una bandeja. "Perdone la interrupción", dijo. "He traído el refrigerio que pidió, mi señora". Dos platos de comida junto con todo lo necesario para disfrutar de un buen té se mostraban frente a ellas.
Lulia se lamió los labios. "Me alegro de que hayas pensado en esto", dijo y se acercó a la bandeja. "Me muero de hambre".
Lenora puso los ojos en blanco. "Siempre tienes hambre. Si me hubiera sabido que tú eras mi visitante habría pedido más comida. Sírvete tú misma". La última observación era innecesaria pues Lulia ya estaba llenando un plato con pasteles. La criada hizo una reverencia y salió de la habitación en silencio.
Esperó a que Lulia volviera a su asiento y luego respondió a su pregunta anterior. "No estoy segura de poder renunciar a mi venganza contra el Duque de Ashley. Esperaré un tiempo y luego decidiré que hacer".
"Creo que es una sabia decisión", respondió Lulia con la boca llena de pastel.
Después de eso, hablaron de temas más agradables y disfrutaron genuinamente de la tarde. Cuando Lulia se fue, escribió una nota y se la envió a Luca. Tendría que discutir con él su próxima aparición pública a la brevedad posible...
Julian entró en su club y se dirigió a la trastienda. Ocupó una mesa y esperó a que uno de los sirvientes del club le trajera una bebida. No había podido descubrir la identidad de su dama misteriosa. Cuando fue a buscar a Fin a la sala de cartas no lo encontró. Su duquesa no había estado mintiendo. Su marido no estaba en el baile y no podía proporcionar a Julian ninguna información.
El sirviente trajo una copa de brandy y la puso delante de Julian. "¿Necesita algo más, Su Gracia?"
"No, eso es todo", dijo Julian. "De hecho, tráeme la botella entera de brandy". Quería beber hasta que estuviera completamente embriagado. Julian odiaba fracasar en cualquier cosa.
Apuró su vaso mientras el sirviente traía la botella. Julian comenzó a beber pero en forma más pausada esta vez.
"¿Por qué estás bebiendo?", preguntó un hombre. Julian levantó la vista y se encontró con su amigo, el Conde de Northesk.
"Northesk", lo saludó. "No me di cuenta de que habías vuelto del campo. ¿Cómo están tu esposa e hijo?" El hijo del Conde de Northesk tenía que tener ya un año. Julián tendía a perder la noción del tiempo en cuanto a la edad de los niños. Este tipo de cosas no le importaba mucho...
"Mi familia está bien", le respondió Northesk. "No has respondido a mi pregunta".
"¿Crees que necesito una razón para beber?”, dijo Julián alzando una ceja y levantando su copa de brandy. "Cualquier día es un buen día para beber demasiado y pasar un buen rato. Siéntate y tómate una copa conmigo".
Todos sus amigos estaban felizmente casados. Era casi... asqueroso. Ahora pasaba demasiado tiempo solo. Julian no entendía por qué todos habían decidido enamorarse y encadenarse a una mujer por el resto de sus días. El amor, en su opinión, era tóxico. Convertía a un hombre en alguien completamente distinto. Julian no tenía ningún deseo de ser otra cosa que la persona que era. Ninguna mujer iba a cambiarlo. Dejando de lado su actual obsesión... una mujer no lo controlaría. Nunca.
"Pasaré del brandy", respondió Northesk. "Pero me uniré a ti". Sacó una silla y se sentó junto a él. "¿Sabes algo de Holton?".
El marqués estaba en la granja de caballos de su esposa. Han permanecido muchos días allí. "No sé nada de él. ¿Hay alguna razón por la que necesite hablar con él?".
"No", Lord Northesk sacudió la cabeza. "Escuché un rumor de que su prima, Lady Lenora regresó a Londres. Diana la conoce y quiere visitarla. Ninguno de los dos está seguro de dónde se ha instalado".
Julian frunció el ceño. Se había olvidado de la prima del Marqués de Holton. No la había visto en un par de años. La dama era una completa flor y una tímida ratoncita. Bailó con ella una vez como un favor a Holton. Ella había sido intrascendente para, la había descartado por no ser resaltante y se había olvidado de su existencia. Él tendía a hacer eso a menudo. Quizá debería cambiar su forma de tratar a la gente... Julian podía ser un poco idiota y actuaba en forma egoísta la mayoría de las veces.
Pasó su dedo por el borde de su vaso. "No sabía nada sobre el paradero de su prima", respondió. "Apenas conocía a la chica. Demonios, dudo que la reconociera si la tuviera frente a mí". Sus rasgos eran un poco borrosos en sus recuerdos. Tenía el cabello castaño... y eso era todo lo que él podía recordar. Realmente era un imbécil... Si se cruzaba con Lady Lenora otra vez se disculparía por ser un idiota engreído. Nadie debería ser tratado tan mal. Vació el contenido de su vaso... otra vez.
El conde sacudió su cabeza. "No deberías pasar tanto tiempo solo, amigo mío. Estás de un humor bastante sombrío".
"No estoy seguro de saber lo que quieres decir", respondió Julian evasivamente.
"Sí, lo sabes", dijo el conde con firmeza. "Pero no voy a presionarte. Sé cómo te pones en esta época del año. Olvidas que nos conocemos desde Eton. No puedes ocultarme nada".
Julian lo dudaba. Aunque Northesk sabía más sobre él que la mayoría de la gente. El Conde de Northesk y el Marqués de Holton eran sus dos amigos más cercanos. Tendían a contarse todo el uno al otro, la mayoría de las veces. Si le pedía a Northesk que le ayudara a descubrir la identidad de su dama misteriosa, probablemente le ayudaría. Sin embargo, algo impidió que Julian se lo pidiera. No quería involucrar a su amigo por alguna razón y no sabía muy bien por qué.
"Eso puede ser verdad", comenzó Julian. "Pero no me apetece mucho reavivar viejas heridas en este momento". En cambio, tomó un generoso trago de brandy. A este ritmo, estaría completamente embriagado en cuestión de minutos en lugar de horas.
"Muy bien”, dijo Northesk asintiendo. "Pero si cambias de opinión...".