Robándole Un Beso A Un Pícaro. Amanda Mariel

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Robándole Un Beso A Un Pícaro - Amanda Mariel

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bien y la conocía aún más. De todas maneras, Daphne no se sentiría cómoda rodeada de mucha gente. No de la forma en que Natalie se relacionaba con la gente. Ella, simplemente, no era una mariposa social extrovertida, como su prima.

      Lulia le dio una mirada amable a la mano de Daphne antes de soltarla. “Me temo que tu situación no es tan simple. El amor no aterrizará en tu regazo directamente.”

      Daphne mordió su labio inferior. Toda la conversación era una locura. No debería estar involucrada en ella.

      Su madre no lo aprobaría, y la consecuencia emocional lo estaba probando.

      Lulia dijo, “Tu tiempo se está acabando. Si no recibes un beso durante las celebraciones de Navidad, continuarás soltera el resto de tu vida.”

      “¿Las celebraciones de Navidad?” las manos de Daphne se contrajeron, su corazón latía fuerte, al sentir que no tenía ninguna esperanza. “Eso es imposible. Sólo quedan quince días, y no tengo ni un solo admirador. Peor aún, me estaré yendo al campo inmediatamente.”

      Natalie tomó su codo y se acercó. “Deja de ser tan dramática. No es que debas comportarte de esa manera.”

      “Tienes razón, y lo siento, pero tú sabes que digo la verdad.” Daphne pasaría las vacaciones en la casa de Natalie, Harrington Gardens. Su tío, el Duque de Sheridan, había insistido que toda la familia lo complaciera con su presencia, y su madre y su padre habían aceptado.

      No es que a Daphne le importara. A ella le gustaba pasar tiempo en la enmarañada hacienda, tanto como con Natalie, pero encontrar un pretendiente parecía imposible.

      No podía pasearse alrededor de la villa, esperando encontrar extraños al azar para que la besaran, y la hacienda estaría llena de sus parientes. Era muy improbable que pudiera conseguir lo que buscaba.

      “Te estás rindiendo antes de comenzar,” Natalie deslizó su brazo alrededor de Daphne, acercándola. “Pero no todo está perdido, ya verás.”

      Lulia brindó una sonrisa comprensiva. “Cree en tu futuro, y haz que las cosas ocurran. Te sentirás complacida de haberlo hecho.”

      Daphne asintió, demostrando una confianza que definitivamente no sentía.

      Ella temía que lo único que ellas vieran fuera lo rápido que se podía convertir en una solterona. De todas maneras, se quedaría con la poca esperanza que Lulia le había brindado, junto con el ánimo y la ilusión de Natalie de esperar algo más.

      Una quincena, quince días...Pronto conocería su futuro.

      Capítulo 2

       Harrington Gardens, Inglaterra

      Daphne descendió del carruaje de su familia, siguiendo a sus padres, como la hija obediente que era. El viaje desde Londres había sido insoportablemente largo, sin ninguna otra compañía, excepto su Madre y su Padre.

      A Daphne se le había hecho casi imposible sacarse de su cabeza la predicción de Lulia y deseaba desesperadamente discutirlo con alguien. Pobre de ella, se había mantenido en silencio acerca del tema sabiendo que su madre no lo aprobaría.

      ¿Había llegado Natalie ya? Daphne esperaba que sí, así tendría alguien con quien discutir acerca de su fortuna. Estiró su espalda y giró sus hombros, observando a los carruajes cercanos.

      Ninguna llevaba la insignia Nightly, pero eso no significaba mucho, Natalie bien podría haber llegado el día anterior, o aún más temprano esa mañana. Preguntaría por su prima una vez que hubieran entrado.

      Cerrando su capa para protegerse del aire frío del invierno, Daphne siguió a sus padres por las escaleras y dentro del vestíbulo. Le sonrió dulcemente al mayordomo, cuando él le hizo una reverencia de bienvenida, y después le entregó su capa a un lacayo.

      “Dígame por favor, ¿está Lady St. Vella en la residencia?” Le preguntó al mayordomo.

      Una voz grave le contestó desde el fondo. “Está en el salón rosa.”

      “Gracias.” Daphne giró para ver de dónde provenía la voz, y su sonrisa se iluminó ante la vista del hermano de Natalie, Bradford. “Hola, primo,” le dijo al acercarse.

      Bradford tomó su mano y le dio un beso fraternal en sus nudillos. “Te ves tan hermosa como siempre.”

      Se inclinó ante sus padres, antes de besar la mejilla de su Madre. “Bienvenidos, Tía y Tío, espero que su viaje no haya sido muy tedioso.”

      En su consiguiente conversación, la atención de Daphne giró al ver que se aproximaba Marcus Wentworth, el Conde de Clarendon. Vivía en una hacienda cercana y era un viejo amigo de Bradford.

      Alguna vez, había sido su amigo, también. No es que hubieran pasado por alguna situación desagradable. No, simplemente habían crecido alejados, según habían pasado los años.

      Un día, estaban patinando sobre hielo juntos. Luego, sin darse cuenta qué había pasado, Bradford y sus amigos se habían alejado de ella, incluso Natalie y sus amigas parecían no tener tiempo para ella.

      Caramba, ella lo estaba mirando como si fuera el hombre más excitante, en que sus ojos se hubieran posado. Sus mejillas se sonrojaron al darse cuenta de lo que estaba pensando, y desvió su mirada. ¿Qué diablos le estaba ocurriendo?

      Un momento después, ella lo miró, y su mirada se posó en sus pantalones grises ajustados de franela, un ajustado chaleco, antes de encontrarse con sus profundos ojos azules.

      Se había vuelto muy buen mozo – extremadamente buen mozo. Era sabido que él se había ganado el título de sinvergüenza. Un hombre que se viera tan bien no podría evitar que las mujeres lo persiguieran. Pero, no debía tomarse libertades simplemente porque estuvieran rendidas a sus pies.

      “Lady Daphne, tanto tiempo.” Él le hizo una reverencia.

      Mortificada por la reacción ante él, tragó para sacarse el nudo que tenía en la garganta. “Es verdad, Lord Clarendon. Es un placer verlo aquí.” Ella presionó sus labios, reprendiéndose a sí misma por haber dicho la palabra placer.

      ¡Por supuesto, que iba a estar allí! Era el mejor amigo de Bradford y un vecino. Debería haber esperado o al menos considerado la posibilidad de que él estuviera presente.

      Qué lío se estaba haciendo ella misma.

      “Y es un placer verte aquí,” le dijo tomando su mano, para darle un beso en sus nudillos.

      Sus mejillas pasaron de estar sonrojadas a arder, y sólo podía imaginar lo rojas que debían estar. Cuando él se incorporó para brindarle una sonrisa elegante, ella pensó que se prendería fuego por la vergüenza que sentía flameando dentro de ella.

      Daphne se dirigió a sus padres. “Madre, ¿me excusa que voy a encontrarme con Natalie?”

      Su madre asintió. “Por supuesto, querida.”

      Daphne giró, luego dio grandes pasos hacia las escaleras. Hubiera corrido si pensara que podía escapar de un comportamiento tan impropio para una señorita.

      Deseaba

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