Gloria Principal. Джек Марс

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Gloria Principal - Джек Марс La Forja de Luke Stone

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a elucubraciones sobre llevar al Presidente de los Estados Unidos a juicio ante un tribunal fundamentalista islámico? Ridículo.

      No tenía que decirle nada a Luke Stone sobre eso. Luke Stone pensaba que el que no era Murphy estaba muerto. Todo el mundo pensaba que el que no era Murphy estaba muerto. Era bueno que todos lo pensaran.

      El que no era Murphy desechó la idea. No había nada que contar, no era nada más que una charla ociosa.

      Volvió a concentrarse en ese patio.

      No verían nada, no escucharían nada, no sabrían de dónde vino el disparo. Al principio, pensarían que estaba cerca, pero no estaba cerca. Su mente hizo un cálculo rápido.

      Velocidad de salida, aproximadamente 930 metros por segundo. Distancia, supongo, 800 metros. Pérdida de impulso… diablos, no era un científico espacial. Digamos que un segundo completo después de apretar el gatillo, habría miedo, confusión y caos.

      Luego, un momento después, comenzaría la caza.

      –¿Estás listo, chico? —dijo el que no era Murphy. —¿Estás listo para sacarme de aquí?

      –Sí —dijo Ferjal, ahora muy serio. El que no era Murphy podía sentir el cuerpo del niño tensarse.

      –¿Tengo luz verde?

      –Me han dado el poder de darle luz verde desde el principio. Puede disparar cuando esté listo.

      Ahora no había nada más que Aahad. Su rostro llenaba la mira. Aahad estaba hablando. Le estaba contando a alguien el trato, cómo iba a ser.

      Aahad era inteligente y un asesino desalmado. Conocía su negocio, era astuto y despiadado. Había permanecido vivo y un paso por delante de sus enemigos durante todos estos años.

      La luz naranja de las antorchas parpadeó contra el rostro de Aahad.

      No podrían haberle proporcionado mejor vista al que no era Murphy, aunque la hubiera pedido.

      –Puf —dijo el que no era Murphy, muy tranquilamente.

      Respiró de nuevo. Inspiró… luego exhaló.

      Apretó el gatillo. El arma impactó contra su hombro.

      Hubo un sonido leve. ¡Put!

      El cartucho gastado se expulsó al aire.

      Abdel Aahad había sido un hombre inteligente y un oponente ingenioso.

      Pero ya no.

      Entonces, el que no era Murphy corría agachado, su mano agarraba el hombro del niño, chocando contra la densa maleza en la oscuridad.

      CAPÍTULO DOS

      17:55 h., hora del Este

      Condado de Queen Anne, Maryland

      Costa Este de la Bahía de Chesapeake

      —Viernes por la noche —dijo Luke Stone.

      Luke y Becca estaban sentados a la mesa del patio. El sol se estaba poniendo a través de la bahía, en un tumulto de rojo, naranja y amarillo. Era una noche fresca y serena. Los árboles comenzaban a cambiar. A Luke le encantaba esta época del año. Llevaba una camiseta fina y unos vaqueros, dejando que la brisa le pusiera la piel de gallina. Becca vestía un jersey de lana amarillo.

      Becca suspiró de satisfacción.

      –Viernes por la noche —dijo ella también. Chocaron las copas, como si el concepto de viernes por la noche fuera un brindis común.

      Acababan de cenar pizza para llevar de un local bastante bueno. Luke estaba tomando su tercera copa de vino tinto.

      El bebé dormía en el regazo de Becca, envuelto en su pijama polar azul claro, con un gorro de lana y una manta.

      Ah, el bebé.

      Gunner tenía ya cinco meses. Estaba creciendo a pasos agigantados. Su cabeza era enorme y estaba cubierta de un espeso y rizado cabello rubio. Tenía unos ojos azules penetrantes, era muy fuerte y ya podía sostener esa cabeza gigante por sus propios medios.

      Balbuceaba y gorjeaba todo el tiempo, en una versión infantil del habla. Y le encantaba jugar a cucú-tras. Podía jugar durante horas y reír con deleite cada vez.

      Todo se estaba desarrollando entre misterio y encanto. El otro día, Luke había dicho “Gunner” en voz alta y podía jurar que el bebé se volvió para mirar, como si reconociera su propio nombre.

      La vida era buena.

      –Debería llevarlo adentro —dijo Becca. —Empieza a hacer frío.

      Luke asintió. —Yo recogeré, voy a quedarme aquí un poco más.

      Becca rodeó la mesa, lo besó en la frente y luego subió la colina hacia la cabaña, con el bebé en brazos. Luke la vio irse.

      Era idílico estar aquí. Lamentaba que se acabara.

      Lo habían suspendido de servicio, con sueldo, durante el último mes. Fue un regalo de Don Morris. Don se había retrasado deliberadamente investigando los eventos que tuvieron lugar en la plataforma petrolera del Ártico Martin Frobisher.

      Al final, apenas la semana pasada, Luke había sido exonerado de todos los cargos, había recibido una distinción de la agencia por la Frobisher y era probable que recibiera otra en secreto por desactivar la bomba nuclear del tío Joe. El incidente del tío Joe, como lo llamaría la historia algún día, fue clasificado como Alto Secreto durante los siguientes setenta y cinco años.

      Pero todo lo bueno llega a su fin, incluida esta suspensión. Luke fue restituido y se esperaba que regresara a la sede del Equipo de Respuesta Especial el lunes por la mañana. Y eso significaba que este era su último fin de semana en la cabaña, un hermoso y antiguo lugar que había pertenecido a la familia de Becca durante más de un siglo.

      La casa era rústica. Era pequeña, construida para personas diminutas de finales del siglo XIX, no para personas grandes del siglo XXI como Luke Stone. Los techos eran bajos. La escalera al segundo piso era estrecha. Las tablas del suelo crujían. La puerta de la cocina tenía un resorte que estaba demasiado apretado y, si lo soltabas, se cerraba de golpe cada vez.

      A Luke le encantaba estar aquí. Puede que fuera su lugar favorito del mundo.

      Le encantaba especialmente estar cerca del agua y las vistas panorámicas de 180 grados de la bahía de Chesapeake desde lo alto de este acantilado. Nada podría superarlo.

      Suspiró. De vuelta a las minas de sal. Bueno, eso también estaba bien.

      Su teléfono móvil sonó.

      Lo miró, el pequeño cristal de la parte delantera se iluminó mientras zumbaba. El mensaje en la pantalla era “Número Oculto”.

      No había muchas personas en este mundo que tuvieran este número. Solo en muy raras ocasiones recibía una llamada de alguien que no conocía.

      Se

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