Flechado Por Mi Pícara Navideña. Dawn Brower
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"Addie...", su nombre en sus labio sonó casi indecoroso. Parecía saborearlo y disfrutar enunciando cada sílaba. Al escucharlo sintió escalofríos en la columna vertebral y un hormigueo en el corazón.
"¿Qué estás haciendo aquí?".
Entró en la habitación. "Podría preguntarte lo mismo". Le arrancó la copa de la mano y se bebió el brandy que quedaba. Lo tragó y luego dijo en voz baja. "Una mujer con gusto. ¿Hay más de este brandy?".
Ella asintió con la cabeza e hizo un gesto hacia la jarra a su izquierda. No tenía intención de tomar más de un vaso, pero lo había dejado en una mesa cercana por si cambiaba de opinión. "Sírvase usted mismo".
"Eres generosa con el brandy del duque". Se rio ligeramente. "¿Sabe que te escabulles aquí por la noche y bebes a tu placer?".
Ella se encogió de hombros. "No podría decirlo". Su padre no la vigilaba. Le permitía muchas libertades. "No creo que lo que hago con el brandy merezca su atención". Al menos nunca había sido así. Sin embargo, sí que la reprendería por pasar una noche casi desnuda en compañía de un caballero. Debería retirarse de inmediato.
"No te importa si te descubre así".
Ella tragó saliva. "Bueno", comenzó. "Estoy segura de que me diría palabras desagradables si me descubriera en este momento en particular", dijo ella levantando su barbilla. "Pero, por lo general, no. Él no es mi dueño y yo tomo mis propias decisiones".
Él se rio entre dientes. Tenía que irse antes de que hiciera una tontería. Adeline se puso de pie y Devon se aprovechó de su nueva posición. La tomó en sus brazos y se inclinó. "Eres encantadora".
Su corazón latía cada vez más rápido. Sus brazos se sentían bien envueltos alrededor de ella y le gustaba estar cerca de él mucho más de lo que debería. "Deberías dejarme ir".
"¿De verdad quieres que lo haga?", dijo él levantando una ceja. "Si realmente lo deseas, te soltaré, pero creo que quieres que te abrace”.
Adeline casi gimió. ¿Cómo pudo adivinar sus deseos tan fácilmente? "No importa lo que yo quiera. Esto no es apropiado", dijo ella atreviéndose a mirarlo. "Y ya es hora de que me retire".
"Está bien, como quieras, pero antes de que te marches hay algo que tengo que hacer", dijo él con un brillo travieso en sus ojos que la inquietaba.
Adeline casi temía preguntar: "¿Qué?”.
"Esto", dijo él crípticamente, y luego se inclinó para presionó sus labios contra los de ella. El placer la inundó y tuvo que resistir el impulso de profundizar el beso. La hizo sentir... tan bien. Levantó su cabeza y se encontró con su mirada. Sus labios dibujaron una sonrisa pecaminosa. "No podía dejar que ese muérdago se desperdiciara", dijo soltándola y dando un paso atrás. "Que tengas dulces sueños, Addie". Con esas palabras la dejó ir.
Adeline no podía descifrar a qué juego estaba jugando. ¿Qué esperaba ganar con este coqueteo? ¿Intentaba seducirla? ¿Sabía siquiera quién era ella? Tenía que saberlo. Ella le había dicho su nombre de pila, y nadie más entre los asistentes tenía un nombre similar al suyo. Sacudió la cabeza y se sujetó la bata. Dejaría los platos para que un sirviente se ocupara de ellos por la mañana. Addie no podía quedarse ni un momento más en la biblioteca. Después de soplar las velas salió corriendo de allí y volvió a su dormitorio.
Él le había deseado unos dulces sueños. No eran dulces, estaban llenos de deseos y placeres que ella no sabía que necesitaba. Devon había despertado algo en ella, y ya no lo reprimiría más. Que Dios la ayude...
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