Moby Dick. Herman Melville
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C.— Pierna y brazo. El Pequod, de Nantucket, encuentra al Samuel Enderby, de Londres
CII.— Una glorieta entre los arsácidas
CIII.— Medidas del esqueleto del cachalote
CV.— ¿Disminuye el tamaño de la ballena? ¿Va a desaparecer?
CIX.— Ahab y Starbuck en la cabina
CXV.— El Pequod encuentra al Soltero
CXVII.— La guardia a la ballena
CXX.— La cubierta, hacia el final del primer cuarto de guardia de noche
CXXI.— Medianoche. Las almuradas del castillo de proa
CXXII.— Medianoche; arriba. Truenos y rayos
CXXV.— La corredera y el cordel
CXXVIII.— El Pequod encuentra al Raquel
CXXXI.— El Pequod encuentra al Deleite
En señal de admiración a un genio
este libro está dedicado a Nathaniel Hawthorne
I.— Espejismos
Llamadme Ismael. Hace unos años —no importa cuánto hace exactamente—, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación. Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un noviembre húmedo y lloviznoso; cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes; y, especialmente, cada vez que la hipocondría me domina de tal modo que hace falta un recio principio moral para impedirme salir a la calle con toda deliberación a derribar metódicamente el sombrero a los transeúntes, entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda. Es mi sustitutivo de la pistola y la bala. Con floreo filosófico, Catón se arroja sobre su espada; yo, calladamente, me meto en el barco. No hay nada sorprendente en esto. Aunque no lo sepan, casi todos los hombres, en una o en otra ocasión, abrigan sentimientos muy parecidos a los míos respecto al océano.
Ahí tenéis la ciudad insular de los Manhattos, ceñida en torno por los muelles como las islas indias por los arrecifes de coral: el comercio la rodea con su resaca. A derecha y a izquierda, las calles os llevan al agua. Su extremo inferior es la Batería, donde esa noble mole es bañada por olas y refrescada por brisas que pocas horas antes no habían llegado a avistar tierra. Mirad allí las turbas de contempladores del agua.
Pasead en torno a la ciudad en las primeras horas de una soñadora tarde de día sabático. Id desde Corlears Hook a Coenties