Novelas y teatro. Miguel de Cervantes Saavedra
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Читать онлайн книгу Novelas y teatro - Miguel de Cervantes Saavedra страница 8
La Carducha ordenó de hacer quedar a Andrés por fuerza, ya que de grado no podía; y así, con la industria, sagacidad y secreto que su mal intento le enseñó, puso entre las alhajas de Andrés, que ella conoció por suyas, unos ricos corales y dos patenas de plata, con otros brincos suyos, y apenas habían salido del mesón, cuando dió voces, diciendo que aquellos gitanos le llevaban robadas sus joyas; a cuyas voces acudió la justicia y toda la gente del pueblo. Los gitanos hicieron alto, y todos juraban que ninguna cosa llevaban hurtada y que ellos harían patentes todos los sacos y repuestos de su aduar. Desto se congojó mucho la gitana vieja, temiendo que en aquel escrutinio no se manifestasen los dijes de la Preciosa y los vestidos de Andrés, que ella con gran cuidado y recato guardaba; pero la buena de la Carducha lo remedió con mucha brevedad todo, porque al segundo envoltorio que miraron dijo que preguntasen cuál era el de aquel gitano gran bailador; que ella le había visto entrar en su aposento dos veces, y que podría ser que aquél las llevase. Entendió Andrés que por él lo decía, y riéndose, dijo:
--Señora doncella, ésta es mi recámara y éste es mi pollino: si vos halláredes en ella ni en él lo que os falta, yo os lo pagaré con las setenas, fuera de sujetarme al castigo que la ley da a los ladrones.
Acudieron luego los ministros de la justicia a desvalijar el pollino, y a pocas vueltas dieron con el hurto; de que quedó tan espantado Andrés y tan absorto, que no pareció sino estatua, sin voz, de piedra dura.
--¿No sospeché yo bien?--dijo a esta sazón la Carducha--. ¡Mirad con qué buena cara se encubre un ladrón tan grande!
A todo callaba Andrés, suspenso e imaginativo, y no acababa de caer en la traición de la Carducha. En esto, se llegó a él un soldado bizarro, sobrino del Alcalde, y sin más ni más alzó la mano, y le dió un bofetón, tal, que le hizo volver de su embelesamiento y le hizo acordar que no era Andrés Caballero, sino don Juan y caballero; y arremetiendo al soldado con mucha presteza y más cólera, le arrancó su misma espada de la vaina, y se la envainó en el cuerpo, dando con él muerto en tierra.
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