E-Pack Jazmín B&B 2. Varias Autoras
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Tenía los rasgos más duros y más definidos que cuando tenían dieciocho años. Bueno, casi dieciocho. Aún tenía aquel brillo peligroso en la mirada de sus ojos dorados, como si fuera un felino. Su cabello era casi negro como el ébano y lo llevaba casi tan largo como solía llevarlo tantos años atrás. No llevaba traje. Se había decantado por una camisa negra y pantalones del mismo color que parecían tragarse toda la luz del escenario y lo dejaban envuelto en sombras.
¿Dónde estaba el Justice que ella recordaba? ¿Quién era aquella criatura que había ocupado su lugar? Había cambiado de un modo que desafiaba su capacidad para identificarlo. Antes, no había sido tan reservado ni tan gélido.
Si lo observaba en aquellos momentos, se daba cuenta de que todo había cambiado. Ya no era abierto, sino cerrado con fuerza sobre sí mismo. Sospechaba que ya raramente se reiría. Lejos de sentirse encantado con el mundo, lo observaba con una mirada cínica que lo eclipsaba todo.
¿Qué le había ocurrido? Le dolía ver que él ya no se parecía en nada al personaje que ella había creado para sus libros de cuentos, el personaje en el que había basado los recuerdos que tenía de él. ¿Cómo se podía haber equivocado tanto? Justo entonces, la mirada de Justice se detuvo sobre ella. Algo muy extraño ocurrió entre ellos. ¿La habría reconocido? ¿La recordaba después de tanto tiempo? No era probable, dado que su apariencia había cambiado mucho en aquellos diez años. Los ojos de él relucieron bajo los focos como si fueran de oro.
En ese momento, Daisy decidió que, pasara lo que pasara, antes de marcharse de allí descubriría qué era lo que le había ocurrido a Justice. Aprovecharía la oportunidad de enfrentarse con el pasado, con un pasado que jamás había podido olvidar. Se demostraría que lo que habían tenido juntos no había sido tan especial dado que, evidentemente, él ya no era la maravillosa persona que había sido.
Entonces, por fin podría dejarlo en el pasado y seguir con su vida.
No quería estar allí. No quería estar allí, dando un discurso en el que no creía. Llevaba menos de un día en Miami Beach y ya había llegado a la conclusión de que aquello era una completa pérdida de tiempo.
En el momento en el que llegó, se acomodó en la suite, deshizo la maleta y fue a por el primer nombre que tenía en su lista. ¿Por qué perder el tiempo? Desgraciadamente, Dorothy Salyer resultó ser una desilusión, al igual que las siguientes dos candidatas. Estaba a punto de darse por vencido. Desgraciadamente, nada había cambiado desde el accidente. Necesitaba… más. Quería experimentar, aunque fuera de pasada, una vida normal. Una vida. Volver a sentir, aunque ya no fuera capaz de dejarse llevar por el romanticismo. Tener una familia. Hijos. Un legado.
Eso le llevó a la mujer de la blusa roja. Por alguna razón, no podía apartar la mirada de ella. Le provocaba una sensación extraña, como si quisiera despertar un recuerdo del pasado, pero no podía entender por qué. Lo único que sabía era que la deseaba desesperadamente, una sensación que llevaba años sin experimentar.
¿Por qué no estaba ella en su lista de candidatas?
Debía de haber algo malo en ella, algo que el ordenador calificara como inaceptable. Ciertamente no era su aspecto físico. Esbelta y delicada. Era la clase de mujer que él encontraba más atractiva. Rubia de cabello liso. Sus rasgos eran elegantes, a excepción de la boca, que resultaba profundamente seductora. Por lo tanto, si no era su aspecto, ¿por qué había sido eliminada de la lista de candidatas?
¿Acaso no era lo suficientemente inteligente? Era imposible que no lo fuera considerando su presencia en el simposio. Posiblemente él había colocado el grado de inteligencia demasiado alto. Tal vez podría bajar un poco el cociente intelectual si aquella mujer quedaba fuera de los parámetros que había predeterminado. Repasó la lista que le había dado a Pretorius. Físicamente atractiva. Inteligente. Ingeniera. Esos tres datos los cumplía plenamente, ¿no? Solo le quedaba que fuera coherente, amable, que pudiera vivir aislada y que no fuera alocada.
Tal vez el ordenador había decidido que aquella mujer no era coherente. Bueno, Justice estaba dispuesto a conformarse con razonable si lo de racional no cuadraba con ella. ¿Amable? Se lo parecía. Tal vez era lo del aislamiento lo que la había dejado fuera. Si ponían empeño, tal vez podrían encontrar el modo de solucionar ese problema. Eso tan solo le dejaba alguien que no fuera alocada. Sumisa. En realidad, él era un hombre, ¿no? Ya se encargaría él de dominarla.
Sonrió con satisfacción. Existía la posibilidad de que hubiera encontrado a su ayudante/esposa sin la ayuda del ordenador. Ese hecho solo demostraba que el intelecto de Justice era más poderoso que el programa de Pretorius. ¡Cómo iba a disfrutar restregándoselo por la cara a su tío!
Capítulo 2
Daisy permaneció inmóvil. Esperó a que la fila que se dirigía hacia el escenario disminuyera. Parecía que todo el mundo quería un trozo de Justice St. John y ella se preguntó por qué. ¿Qué había hecho él para inspirar tanto entusiasmo y excitación en el mundo de la ingeniería? Decidió que lo investigaría en cuando regresase a su casa.
Cuando por fin hizo ademán de abandonar la sala, Justice saltó del escenario y se dirigió directamente hacia ella. Daisy no se sorprendió. Desde el momento en el que sus miradas se cruzaron había sabido que él la perseguiría. Por el momento, se lo permitiría.
–¿Le gustaría tomar conmigo una taza de café? –le preguntó él.
Ella inclinó la cabeza a un lado. Interesante. No se había andado por las ramas.
–Hola –respondió mientras extendía la mano–. Daisy Marcellus. Es un placer volver a verte.
Se sorprendió al ver que él se detenía en seco. Comprendió que él estaba recordando.
–Nos hemos visto antes.
–No te acuerdas de mí, ¿verdad?
–No.
Ahí estaba el Justice que ella recordaba.
–Tal vez lo recordarás mientras tomamos café.
Se cruzó de brazos sobre un impresionante torso.
–¿Por qué no nos ahorras tiempo a los dos y me refrescas la memoria?
–No lo creo. Será más divertido del otro modo.
–Divertido –repitió él como si la palabra le resultara repugnante.
Daisy comprobó que él había crecido desde la última vez que lo vio.
–Sí. Divertido. Adjetivo, algo que nos dar placer o alegría. Cuando es verbo, divertirse, jugar o bromear. Es que tengo memoria fotográfica.
Por alguna razón, aquella explicación relajó a Justice y lo animó a esbozar una pequeña sonrisa.
–Gracias por la explicación. No conozco bien esa palabra.
–Me siento escandalizada. ¿Y «trabajo»? ¿Conoces bien esa?
–Bastante.
–¿Por