Subjetividad, biopolítica y educación. Jorge Eliécer Martínez Posada

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Subjetividad, biopolítica y educación - Jorge Eliécer Martínez Posada

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el dispositivo en el cuerpo educado y saludable

       Bibliografía

      A toda subjetividad que encuentra en las palabras de Walt Whitman unos minutos de plenitud y de autoconstitución y en estos fragmentos de su poesía, elementos para nuevos dispositivos de resistencia: “Me canto y me celebro, me celebro y me canto, y si me canto y me celebro, te celebro y te canto, porque tú y yo somos la misma cosa”. “¡Zafarse de las anclas y cordajes ajenos! ¡Ser libre! ¡Amar con libertad! ¡Arrojarse incauto y temerario! ¡Perderme si es preciso! ¡Nutrir el resto de la vida con una hora de plenitud y libertad! Con una breve hora de locura y alegría”.

      W. Whitman: “Canto a mí mismo” y “Una hora de locura y alegría”

      Introducción

      Subjetividad, biopolítica y educación: una lectura desde el dispositivo es un libro cuya estructura ha sido definida en cinco capítulos y un colorario, articulados a través del pensamiento denominado por algunos posestructuralista. Se constituye en un esfuerzo por hacer visibles aspectos teóricos del dispositivo como concepto, y propone asumirlo como un elemento metodológico que, por un lado, permite analizar lo social desde un referente crítico y reflexivo y, por el otro, reconoce la historicidad del sujeto. En este sentido, se evidencia la condición actual del mundo ante la constitución de subjetividades, y como resultado de ello, se develan nuevos interrogantes.

      Este libro es el resultado de las investigaciones “Análisis de los discursos gubernamentales en educación superior como lugar de producción de la subjetividad actual, 1991-2005”, realizada en el 2009; “Universidad colombiana y sociedad del conocimiento”, adelantada en el marco del doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana en el periodo 2011-2014, y “Dispositivos de producción de subjetividades juveniles universitarias”, adelantada en el Departamento de Formación Lasallista de la Universidad de La Salle, periodo 2012-2014. Es también producto de los avances y desarrollos teóricos y metodológicos del grupo de trabajo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso): Subjetivaciones, Ciudadanías Críticas y Transformaciones Sociales.

      El primer capítulo plantea la comprensión del dispositivo como una paradoja. Para ello, reconstruye teóricamente el concepto a partir de los planteamientos de Michel Foucault y desde los análisis realizados por Giorgio Agamben y Gilles Deleuze. De esta forma, el dispositivo como concepto adquiere un horizonte de comprensión complejo e histórico que no se queda en el plano de los discursos o de las cosas, sino que va más allá, como algo que acontece o emerge en una interacción entre diversos elementos sociales y que ha sido nombrado por estos autores como una red.

      Si bien es cierto que en la comprensión del dispositivo se reconoce al sujeto, en este primer capítulo se estructura la idea de dispositivo en cuanto régimen social, al exponer la existencia de subjetividades mediadas por relaciones de poder. Por ello, se describe detalladamente el dispositivo desde el saber-poder, la sexualidad, la seguridad y la persona, con lo cual se evidencian las diferentes formas en las que se han constituido cuerpos útiles y dóciles.

      El segundo capítulo profundiza sobre el lugar del poder en la configuración de los sujetos; por tanto, desarrolla teóricamente el concepto de espacio como el resultado de juegos de verdad, poder y saber, e introduce el planteamiento de la gubernamentalidad desde su representación histórica. En este sentido, se hace referencia, una vez más, a la genealogía y la arqueología en la obra de Foucault, y se confirma que el espacio se configura como el resultado arqueológico de la relación entre discursos y epistemes, y como el resultado genealógico de interacciones mediadas por las relaciones de poder.

      A partir de esta línea de análisis se configura el camino para comprender el concepto de biopolítica, que se articula con el de gobernabilidad, dado que no solo se remite al sujeto, sino que también se ejerce sobre las poblaciones. Desde este referente, se hace énfasis en el dispositivo de la seguridad que había sido enunciado en el primer capítulo y que lleva a analizar el espacio de la seguridad como un acontecimiento temporal y circunstancial.

      En este contexto, el espacio existe desde la forma de relaciones de emplazamiento, y el tiempo no aparece más que como uno de los juegos de distribución posibles entre los elementos que se reparten en el espacio, lo cual se articula con una idea de cuerpos útiles y dóciles que lleva a proponer las utopías y las heterotopías. Resulta evidente que los seres humanos existen en un esquema de compartimentación disciplinaria desde el cual se reconoce a cada quien: su cuerpo, su muerte, su enfermedad, su tumba, su pupitre, hasta su sexta parte de metro cuadrado en el Transmilenio. Por tanto, el cuerpo como espacio de poder es descrito en este capítulo a través de la analogía del paso de Leviatán a Frankenstein.

      La estructura teórica de los dos primeros capítulos converge en un tercer capítulo de análisis, centrado en la visibilización de dinámicas de acción o agenciamientos que configuran las subjetividades, en la sociedad, como una realidad objetiva de la estructura social, en la cual existen o se han constituido “esquemas tipificadores” (Berger y Luckmann, 1978). En otras palabras, las instituciones sociales son el mejor ejemplo para mostrar los sistemas de control social existentes en toda sociedad. En este orden de ideas, la familia se convierte en un escenario concreto para describir cómo se configuran las formas de ser sujeto. Así, se llega a un elemento central desde la postura foucaultiana: la introducción de la ética del cuidado del otro y de las tecnologías del yo.

      En este capítulo se llega a la definición de subjetividad como un campo de acción y representación, siempre establecido en las condiciones históricas, políticas, culturales, religiosas, etc., y como capacidad de interacción a partir de la intencionalidad y la negociación. Se afirma, entonces, que la subjetividad es dada por la experiencia que constituye y acompaña al sujeto toda la vida; es un producto que le permite hablar desde la experiencia de lo individual, lo propio, lo alterno, lo diferente y lo otro.

      En este sentido, la subjetividad corresponde a la capacidad de constituirse a sí mismo como individuo a partir del lenguaje, la interacción y la interpretación. Se entiende que así como la subjetividad se constituye con otros, también plantea la posibilidad de configurarse sobre sí mismo. Por ende, el sujeto es una construcción histórica como producción, y el proceso de socialización es el modo como el sujeto se configura como “verdadero” en el marco social. A partir de este análisis se llega a un concepto fundamental: la anatomopolítica, donde el peso de los discursos condiciona la anatomía de los sujetos.

      La comprensión del disciplinamiento del cuerpo se convierte, entonces, en el elemento para entender la emergencia y el funcionamiento del capitalismo en su forma actual, y a partir de ello, describir cómo las instituciones configuran la producción de la subjetividad en todas sus expresiones, porque la disociación del poder del cuerpo garantiza productividad y obediencia cuando las técnicas de poder ejercidas encauzan la potencia corporal en un circuito de relaciones directamente proporcionales; por tanto, se encuentra que a mayor productividad, mayor obediencia, y viceversa. Estos elementos llevan a reconocer que el sujeto se configura como sujeto epistémico, sujeto moral y sujeto político, es decir, como sujeto que acontece como resultado de la producción biopolítica de la subjetividad.

      Entre tanto, comprender de manera amplia la subjetividad involucra la intimidad como un concepto emergente. Pensar la relación subjetividad-intimidad permite hacer un acercamiento a la perspectiva de Pardo (2004), quien plantea la “pasión comunicativa” que hace posible mirar el lenguaje más allá, es decir, asumiendo la intimidad, “no hecha de sonidos sino de silencios. No tenemos intimidad por lo que decimos sino por lo que callamos, ya que la intimidad es lo que callamos cuando hablamos” (p. 38).

      El

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