Trono destrozado. Victoria Aveyard
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Читать онлайн книгу Trono destrozado - Victoria Aveyard страница 10
—No cree que nos representen con justicia, son demasiado agraciados; ya conoces a tu madre —continuó hasta detenerse frente al cuadro. Apuntó al rostro de Anabel y después al suyo. Ambos irradiaban juventud y vitalidad, con hermosas facciones y ojos chispeantes—. Yo opino que eso está bien. Después de todo, ¿quién no necesita un poco de ayuda de cuando en cuando? —agregó, con un guiño amable—. Descubrirás eso muy pronto, Tibe.
—No, si puedo evitarlo —replicó este último—. Posar para un retrato es quizás el acto más aburrido en el reino.
Coriane le dirigió una mirada.
—Pero un precio bajo por una corona.
—¡Bien dicho, Lady Jacos, bien dicho! —proclamó Robert entre risas al tiempo que agitaba su cabello—. Debes ser prudente, muchacho. ¿Acaso ya olvidaste tus modales?
—Claro que no —respondió Tibe y le hizo una seña a ella para que se acercara—. Tío Robert, ésta es Coriane, de la Casa de Jacos, hija de Lord Harrus, gobernador de Aderonack. Coriane, éste es el príncipe Robert, de la Casa de Iral, compañero jurado de su real majestad, el rey Tiberias V.
La reverencia de ella había mejorado en los últimos meses, aunque no mucho. De todos modos intentó hacerla, pero Robert la jaló para darle un abrazo. Él olía a lavanda y a… ¿pan horneado?
—Es un placer al fin conocerla —dijo mientras retrocedía. Por una vez, Coriane no se sintió examinada. Él no traslucía la menor maldad y le sonreía cordialmente—. Vamos, la función está por comenzar —al igual que Tibe, la tomó del brazo y le palmeó la mano como un abuelo cariñoso—. Usted se sentará a mi lado, por supuesto.
Algo se tensó en el pecho de Coriane, una sensación desconocida. ¿Era… felicidad? Así lo creyó.
Sonrió ampliamente, y cuando miró por encima del hombro vio que Tibe los seguía, la observaba y exhibía una sonrisa de alivio y regocijo.
Tibe fue con su padre al día siguiente a pasar revista a las tropas en una fortaleza en Delphie, lo que dejó a Coriane en libertad de visitar a Sara. La Casa de Skonos poseía una residencia opulenta en las lomas del oeste de Arcón, pero disfrutaba asimismo de algunas cámaras en el Palacio del Fuego Blanco, por si la familia real tenía necesidad en algún momento de un hábil sanador de la piel. Sara la recibió sola en las puertas, con una sonrisa perfecta para los vigilantes y una advertencia para ella.
—¿Qué pasa? ¿Ocurre algo? —susurró Coriane tan pronto como llegaron a los jardines frente a los aposentos de los Skonos.
Sara la llevó más allá entre los árboles hasta que estuvieron cerca de una pared cubierta de enredaderas y flanqueada por unos rosales inmensos que las ocultaban a ambas. Una vibración de pánico invadió a Coriane. ¿Qué habrá sucedido? ¿Les pasó algo a los padres de Sara? ¿Julian se equivocó y ella nos abandonará para irse a la guerra? De manera egoísta, esperaba que tal no fuera el caso. Quería a Sara tanto como Julian, pero no estaba tan dispuesta como él a verla partir, ni siquiera en pos de sus aspiraciones. Ese solo pensamiento la llenó de pavor e hizo que las lágrimas acudieran a sus ojos.
—¿Te vas a ir, Sara… te irás a…? —tartamudeó, aunque su amiga la frenó con un gesto.
—No tiene nada que ver conmigo, Cori. ¡Y no te atrevas a llorar! —añadió y se obligó a reír mientras la abrazaba—. Lo siento, no quise alarmarte. Sólo quería que habláramos a solas.
Coriane se sintió aliviada.
—Doy gracias a mis colores —dijo entre dientes—. ¿Qué exige entonces tanto misterio? ¿Tu abuela volvió a pedirte que le depilaras las cejas?
—No, y espero que no vuelva a hacerlo.
—¿Entonces qué?
—Conociste al príncipe Robert.
Coriane echó a reír.
—¿Y eso qué importa? Estamos en la corte, todos conocen a Robert…
—Todos lo conocen, pero no todos tienen audiencias privadas con el amante del rey. De hecho, él no es bien mirado, en absoluto.
—No imagino por qué. Es quizá la persona más amable aquí.
—Por envidia antes que nada, y algunas de las Casas más tradicionales piensan que no está bien que se le haya elevado tanto. Cortesano es el término que más se usa contra él.
Las mejillas de Coriane se encendieron de enojo y de pena por Robert.
—Bueno, si conocerlo y estimarlo es un escándalo, no me preocupa en lo más mínimo. Ni a Jessamine, en realidad; se emocionó mucho cuando le expliqué…
—El escándalo no se debe a Robert, Coriane —Sara la tomó de las manos y ella sintió que algo de la habilidad de su amiga penetraba en su piel. Un tacto fresco que significaba que la herida que se había hecho el día anterior desaparecería en un abrir y cerrar de ojos—. Se debe al príncipe heredero y a ti, a su cercanía. Todos saben que la familia real es muy unida, en particular en lo que se refiere a Robert. Lo valora y protege sobre todas las cosas. Si Tiberias quiso que ustedes dos se conocieran es que…
A pesar de la sensación agradable, Coriane se apartó de Sara.
—Somos amigos. Esto no puede ni podrá ser nunca otra cosa —forzó una risa muy distinta a la habitual—. No es posible que tú creas que Tibe me ve como algo más, que quiera o pueda querer algo más de mí, ¿o sí?
Supuso que su amiga reiría con ella, que desdeñaría todo eso como una broma. En cambio, Sara jamás se había comportado tan seria.
—Todo apunta a que sí, Coriane.
—Pues te equivocas. Yo no, tampoco él, y además hay que pensar en la prueba de las reinas. Tendrá que ser pronto, él ya es mayor de edad y a mí nadie me elegiría nunca.
Sara la tomó otra vez de las manos y se las apretó suavemente.
—Creo que él lo haría.
—¡No me digas eso…! —susurró Coriane —miró las rosas, pero lo que veía era el rostro de Tibe. Ya le era conocido, después de varios meses de amistad. Conocía su nariz, sus labios, su mandíbula y más que nada sus ojos. Despertaban algo en ella, una afinidad que no sabía que pudiera tener con otra persona. Se veía en ellos, su propio dolor, su propia alegría. Somos iguales, pensó. Buscamos algo que nos mantenga firmes, solos los dos en una habitación llena de gente—. Es imposible. Y decirme esto, darme esperanzas con él… —suspiró y se mordió el labio—. No necesito esa pena adicional. Él es mi amigo y yo lo soy de él. Eso es todo.
Sara no era dada a las fantasías ni a las ilusiones. Se ocupaba de curar huesos fracturados, no corazones rotos. Así que Coriane no tuvo otro remedio que creerle, aun contra sus propias reservas.
—Amigos o no, eres la favorita de Tibe. Y sólo por eso debes cuidarte. Él acaba de colocar una diana en tu espalda