Para leer el hacktivismo y la cuestión de la técnica. Stefanía Acevedo

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Para leer el hacktivismo y la cuestión de la técnica - Stefanía Acevedo Para Leer

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les permite volverse expresiones de una idea (Prestley, 2011: 1).

      Reflexionar sobre el paso de un tipo de máquinas a otras, y con ello sobre una técnica específica, nutre a la reflexión filosófica de su dimensión política en la medida en que se involucra el trabajo humano y su transformación. Por ello, la evolución de los objetos técnicos y de la industria que los produce nos permite entender cómo se ha pensado la condición humana. A la luz del siglo XXI quizá nos parezca cada vez más clara la relación que hubo entre los cambios causados por la Revolución Industrial en Gran Bretaña, como la emergencia de movimientos sociales de muchos tipos, y el tipo de máquinas que comenzaban a desarrollarse. Las modificaciones en las máquinas traen consigo una economía específica y, con ella, la transformación del trabajo y de su valor. Por ejemplo, el funcionamiento de la máquina analítica en buena medida era comprendida a través de la lógica del trabajo automatizado que se realizaba en la economía capitalista y el modelo de la fábrica del siglo XIX. Así se definían las variables con las que Lovelace describía la esencia productora de esta máquina (Prestley, 2011: 46).

      Las formas en las que se ha organizado la vida alrededor de la industria de los objetos técnicos implican, también, movimientos que buscan subvertirlas; tal es lo que sucedió con los ludditas en el siglo XIX,1 quienes se distribuían por diversas regiones de Inglaterra para, entre otras actividades, reunirse por las noches y romper los telares de bastidor de las fábricas con martillos y mazos. La destrucción de las máquinas era legítima para este movimiento, pues desde su perspectiva éstas robaban el trabajo al mismo tiempo que ocasionaban la contundente disminución de los salarios (Van Daal, 2015: 100).

      Desde el siglo XVII, René Descartes distinguió la máquina del ser humano, estableciendo que, aunque el cuerpo, como res extensa, aunque puede tener un funcionamiento mecanicista igual que el de una máquina, lo que diferencia al ser humano es la presencia del pensamiento o res cogitans. Esta facultad nos permite preguntarnos por nuestras propias condiciones de posibilidad de existencia, es decir, seríamos distintos a las máquinas sólo porque a través del pensamiento podemos cuestionar nuestras propias determinaciones y, con ello, ejercer un acto de autonomía. Así, la diferencia entre las máquinas y los seres humanos es precisamente la capacidad del pensamiento que en ese cuestionamiento sobre sí mismo expresa la posibilidad misma de la libertad.

      La relación entre pensamiento y autonomía deja abierta la pregunta por el conocimiento y si éste es diferente a la acumulación de información o memorización de datos. En otras palabras, ¿qué tan diferentes seríamos de una máquina analítica que realiza operaciones complejas y que contiene un espacio de almacenamiento? En este caso, lo que distinguiría al pensamiento sería la posibilidad del acto creativo.

      El pensamiento está ligado a la libertad por su propia condición de cuestionarse a sí mismo, incluso, sobre si la libertad es posible. Al tener que responder esa pregunta se ve forzado no sólo a reconocer sus determinaciones materiales, sino a valerse de ellas para expresarse, para traducirse a los otros. En esa condición de ser determinado a la vez que lo propiamente indeterminado, el pensamiento se ve forzado a tener que crear y para ello tendrá que recurrir a la técnica.

      Una vez dicho lo anterior, comenzaremos esta reflexión a través del cuestionamiento de la técnica y su relación con el pensamiento en la medida en que ambas son un acto creativo para el cual se necesitan mutuamente. De ahí que revisemos la propuesta de Martin Heidegger que engarza técnica y creación (poiesis) en una lectura ontológica que le permite señalar la posibilidad destructora de la misma, así como la peligrosa reducción de la técnica a un conjunto de objetos técnicos y máquinas. Esto nos llevará a preguntarnos sobre la posibilidad de una postura ética frente a la técnica que reconozca su carácter paradójico y la incertidumbre como parte importante de ésta. Para ello, revisaremos brevemente la propuesta de Hannah Arendt sobre las implicaciones políticas que supone la acción humana y su vínculo con el pensamiento. Al mismo tiempo, señalaremos cómo el trabajo humano se ha visto cada vez más precarizado en la industria técnica. Por ello, retomaremos el concepto de pharmakon trabajado por Bernard Stiegler para conjugar esa postura ontológica con la política y que implica la posibilidad creadora y destructora de la técnica.

      En medio de todas estas problemáticas es que tomamos el movimiento hacktivista como un punto de inflexión para pensar filosóficamente, pues nos permite regresar a las preguntas por la libertad, el acto creativo y las posibilidades de un vínculo ético en un contexto donde parecería que éstas se encuentran anuladas. En la medida en que los soportes que permiten la transmisión y documentación del conocimiento han cambiado, es importante preguntarnos cómo se expresa el pensamiento en las técnicas actuales. El hacktivismo no ofrece respuestas definitivas a estas cuestiones, pero sí ejemplos de prácticas que traducen esos ideales.

      De la misma manera en que la traducción nos permite contar con las obras de Platón, también gracias a la traducción se hicieron posibles las aportaciones de Lovelace sobre los primeros ejercicios de programación. Incluso en esta tarea de traducir se encuentra también el gesto de crear un código abierto al que todos podamos contribuir y que tiene que ver con revisar lo que ha escrito alguien más. De ahí que la documentación en programación sea de las prácticas más importantes, pues es dejar registro de un proceso para que pueda compartirse. Por ello, el hacktivismo es un movimiento que, a través de un ejercicio de traducción, se apropia de la programación y comunicación con las máquinas de una manera que involucra lo político. Contrarios a los ludditas que buscaban destruir las máquinas, los hacktivistas buscan apropiárselas poniendo en tensión el sentido del trabajo sólo como producción de bienes privados y buscando comunalizarlo.

      Si con Platón la escritura se vuelve la posibilidad de conocer aquello que de otra manera no habría sido registrado, pensar en la técnica específica de nuestra época nos permite también abordar qué medios se vuelven importantes actualmente para dicha tarea y cómo nos posicionamos ante ellos. Es el hacktivismo y el uso de software libre lo que lleva a la modificación y desarrollo de un programa por cualquier persona interesada. Así era como Lovelace habría intentado documentar y hacer posible que cualquier interesado en operar la máquina analítica pudiera hacerlo. De hecho, la máquina de Babbage fue un proyecto que estuvo siempre en continua construcción a partir de las aportaciones que hacían diferentes personas. Esta misma lógica de contribución de conocimiento entre pares sería uno de los aspectos más importantes en el hacktivismo, pues la programación, al ser básicamente el desarrollo de un lenguaje o código, debería de poder enseñarse y compartirse libremente.

      Abordaremos estas cuestiones que no buscan responder de manera definitiva qué es la libertad, el acto creativo y el vínculo ético, sino que arrojaremos índices sobre cómo se han mostrado en algunos momentos de la historia del movimiento hacktivista. De ahí que se vuelva necesario visibilizar los espacios —como el hackerspace Rancho Electrónico—, donde actualmente se ponen en práctica los ejercicios de imaginación política para intentar salir de la lógica de la empresa y donde el trabajo se plantea desde un horizonte en el que la existencia no es un recurso para ser utilizado.

      Nota

      1Obreros ingleses que veían en las máquinas no sólo la sustitución de su fuerza de trabajo, sino la explotación acelerada de su propio trabajo. El nombre surge como inspiración de la leyenda de Ned Ludd relacionado con la dignidad obrera y la rebeldía.

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