Depresión, Ansiedad y la Vida Cristiana. Baxter Richard
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El tratamiento que Baxter, como pastor, recomendó se reduce a nunca dejar que los melancólicos pierdan de vista el amor redentor de Dios, la oferta gratuita de vida en Cristo y la grandeza de la gracia en cada punto en el evangelio; no intentar practicar el “deber secreto” de la meditación y la oración por cuenta propia, sino orar en voz alta y acompañado; cultivar la comunidad cristiana alegre (“no hay júbilo como el júbilo de los creyentes”),10 evitar el ocio y hacer buen uso de un médico capaz, un pastor perceptivo y otros mentores y amigos cristianos y fieles, para recibir apoyo, guía y la sanidad.
En dirección a la evaluación
La medida de nuestra apreciación del ministerio de Baxter a los cristianos deprimidos será seguramente el alcance al que vayamos con su punto de vista del hombre, el pecado y la gracia. No hay conflicto en que la teología puritana era genéricamente reformada, y la teología reformada era (y es) genéricamente agustina, y la teología de Agustín era genéricamente paulina y joánica, sobre la base de una visión de la Escritura como una verdad divina acreditada, sin alteraciones e invariable. Tanto Pablo como Juan insisten en la perversidad radical del corazón humano caído, y la calidad igualmente radical del cambio interior que el Espíritu Santo efectúa cuando lleva a la persona a una fe salvadora en el Señor Jesucristo. Sintonizándose con las imágenes de Ezequiel del nuevo corazón y nuevo espíritu (Ezequiel 36:26),11 Pablo habla de este cambio como una nueva creación (2 Corintios 5:17),12 y Juan lo describe, tal como lo hizo Jesús mismo, como un nuevo nacimiento (1 Juan 2:29-3:9,13 vea también Juan 3:3-12).14 Los pastores puritanos como un cuerpo, al igual que Baxter, veían a todos como sujetados natural y profundamente por el pecado: es decir, rebeldía, soberbia contra Dios y egocentrismo. Tomaron como incumbencia propia presentarles a los pecadores la verdad sobre Jesucristo, el Salvador, y la realidad de Cristo mismo, el Señor resucitado, vivo y presente; para hacerles un llamado para responder a las buenas nueva de la gracia; y para guiar a la gloria a los fieles que respondieron al entrenarlos en un discipulado lúcido e incondicional a su Maestro.
El libro El pastor reformado de Baxter muestra lo que esta tarea significaba para él en lo personal, y el Sr. Gran Corazón, en la segunda parte de libro Pilgrim’s Progress de Bunyan lo describe en términos aún más amplios. Lo que nosotros llamamos depresión y Baxter llamaba melancolía, compuesta como lo es de irracionalidad, alucinación, la pereza de la inactividad y la pesadumbre de la desesperación, les impide a sus víctimas comprometerse reflexiva, perceptiva y decididamente a Cristo, con la esperanza, el gozo y el amor que requiere el evangelio. Así que no debería sorprendernos que Baxter viera el alivio de la melancolía como una tarea primordial para el pastor y tampoco que él prescribiera para su alivio una versión modificada de las disciplinas devocionales cristianas.
De todas maneras, la manera de abordar la depresión que marca al mundo occidental del presente se separa de la de Baxter y sus colegas puritanos en todas partes. Para comenzar, la noción cristiana histórica de comunidad ha sido reemplazada por un patrón de pensamiento secular, pragmático y mundano que da por garantizado que el objetivo apropiado de cada uno es una eficiencia funcional, libre de dolor, bien socializada y autosatisfactoria en cualquier estilo de vida que uno elija aceptar. La depresión es vista ahora no como un desorden específico de una naturaleza humana ya desordenada y mal dirigida, sino como una enfermedad mental, un fenómeno a la par de la enfermedad física, concretamente, el mal funcionamiento de un órgano o proceso que está incrustado en el sistema humano. La depresión clínica es una etiqueta para cualquier estado de pesadumbre y tristeza difusa que niega el empeño, el logro y la satisfacción con la vida, y en su lugar reproduce descontento y desesperanza. Hoy en día, está ligada con el desorden de pánico y los aspectos de la esquizofrenia y el trastorno bipolar, como una condición que un medicamento bien elegido debería poder aliviar.
Por ahora, sin duda, muy cierto. Mi único punto es que cuando los cristianos están en depresión, esta no es toda la historia; pues tal depresión no es vista generalmente como evidencia de que la naturaleza humana en sí está perdiendo la forma, ni como una realidad con la que los pastores de iglesias o líderes de grupos cristianos estén de manera alguna calificados para tratar. El supuesto es que las personas deprimidas deberían ser guiadas a los médicos, terapeutas y profesionales de apoyo, y se espera que dichas personas, con la ayuda de drogas antidepresivas aunadas, donde sea necesario, con consejería estructurada tengan éxito en restaurar a las víctimas de la tristeza opresiva a una vida de iniciativa racional y animada. Dentro de este mundo de diagnóstico y tratamiento, se supone comúnmente que todas las formas de religión son excentricidades desequilibradas, y en particular, a los pastores cristianos, en efecto, se les pide de vez en cuando, a veces explícitamente, que se mantengan al margen.
Indiscutiblemente, hay una ganancia, dentro de los límites, en el desarrollo moderno de la terapia para la depresión, sin embargo, también parece haber pérdidas. Los pastores en las tradiciones reformada, puritana y evangélica ven como responsabilidad propia seguir enseñando la verdad acerca de Jesucristo, crucificado y glorificado, a través de quien el Espíritu Santo habrá una obra de transformación moral y espiritual en la vida de aquellos que se vuelven a Él, buscando salvación de la culpa y del poder del pecado. Tales pastores, que sirven a la gente de esta manera, al enfrentarse con la depresión desearían seguramente traer al menos algo del pensamiento que Baxter ejemplifica para lidiar con la situación. Entonces ¿no parece haber necesidad de un patrón de asociación entre ellos y aquellos psiquiatras que no eliminan la religión como un elemento en la vida buena? Esta pregunta requiere mayor discusión. Sin embargo, por el momento, debemos hacernos a un lado y dejar que Baxter lo explique por sí mismo.
“Indicaciones sobre la melancolía” y “La cura de la melancolía”
Durante sus años de expulsión del pastorado por los términos del Acta de Uniformidad de 1662, Baxter, aunque vivía tranquilamente en Londres o en sus alrededores, ganó una reputación como consultor sobre varios desórdenes espirituales, siendo la melancolía uno de ellos. No debería sorprendernos, por lo tanto, que cuando se hicieron los planes para una serie de lecturas-sermones temático-textuales sobre problemas pastorales, cada uno dado por un clérigo iconoclasta y para ser publicados, Baxter, debe habérsele encargado predicar sobre la pregunta: “¿Cuáles son los mejores preservantes contra la melancolía y demasiada tristeza?” y hacerlo con referencia a 2 Corintios 2:7, donde se halla la frase “demasiada tristeza” (RVR1960). Baxter tenía un pensamiento inclinado hacia los tratados que siempre procuraba decir, aunque fuera brevemente, todo lo que sabía sobre el tema en mente; y aquí, él tomó la oportunidad para detallar todo lo que sabía sobre el manejo pastoral de la depresión y sus diferentes formas.
Dos veces previamente (en la segunda “Indicación” de su Método correcto para una paz de conciencia establecida y el consuelo espiritual; y en “Instrucciones sobre la melancolía acerca de sus pensamientos”, en su Directorio cristiano reproducido en nuestro capítulo 3 como “Consejo para los cristianos deprimidos y ansiosos”), él había escrito un retalo de la condición melancólica, vista como una disfunción espiritual. En “La cura para la melancolía y la demasiada tristeza” (reproducido en nuestro capítulo 4 como “La resolución de la depresión y la tristeza abrumadora a través de la fe”), él lo expone como una bloqueo para la fe, la esperanza, el gozo y el amor. Habiéndolo contextualizado como una forma de “demasiada tristeza”, él se esfuerza en cubrir todas las bases de la ministración pastoral correctiva y potencialmente curativa que la Biblia ofrece.