El libro rojo de Jung. Bernardo Nante

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El libro rojo de Jung - Bernardo Nante Catena Aurea

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editores Soledad Costantini y Leandro Pinkler que conducen su empresa editorial al modo de una “impresa” del Renacimiento, es decir, como una gesta guiada por altos ideales que se plasma noblemente en el papel.

      Hacia el final del Liber Primus, luego de una profunda experiencia iniciática, Elías le dice al ‘yo’ de Jung:

      “Tu obra aquí está cumplida. Vendrán otras cosas. Busca infatigablemente y, sobre todo, escribe fielmente lo que ves”, Liber Novus, Liber Primus, cap. XI, p. 253.

      Tal fidelidad a lo que acaece nutre mis sueños y prolonga mis vigilias; en ese temple fue concebido Claves con la esperanza de que estimule la vida simbólica de los lectores.

      BERNARDO NANTE

      ABRIL DE 2012

      El lector tiene en sus manos una obra que parece intentar una labor imposible. El libro rojo es, en efecto, una obra inexplicable pues no puede ser abordada con los criterios y recursos habituales de análisis.

      Cuando me ocupé de la edición de El libro rojo en castellano, junto con un esmerado equipo de traductores, me encontré con una obra extraordinaria, serpentina e inasible. Si bien algunas de las situaciones e imágenes me eran conocidas y pude reconocer de inmediato numerosas ideas y símbolos que aparecen en la obra teórica de Carl G. Jung, el texto en su conjunto se me presentó como un insondable cosmos en estado de formación. A partir de allí, las inevitables dificultades de traducción pasaron a un segundo plano, pues la tarea principal consistió en comprender la obra, sin reducir su misterio. Sentí que me encontraba con algo inusual para nuestro tiempo, con un verdadero mito. ¿Cómo habrán sido en el remoto pasado las primeras lecturas o audiciones de los mitos recién revelados?

       El libro rojo —como toda la obra de Jung— señala que el hombre debe aceptar sus experiencias, pero a la vez debe evitar identificarse con ellas. El libro rojo es, como tal, un símbolo del Pleroma que reúne todos los opuestos, esa ‘nada plena’ a la que es menester tener a la vista, sin dejarse atrapar por ella. El libro rojo es —en este sentido— un desafío, porque cuando se ingresa en él con fervor, es factible deslizarse sin saber qué terreno se está pisando y adónde se está yendo. En más de una ocasión recordé el célebre cuento de Jorge Luis Borges, “El libro de arena”, donde aparece un libro sagrado y monstruoso que no puede releerse, pues cada página está a una distancia infinita de la otra. En algún momento sentí que en El libro rojo cada idea o símbolo estaba entre sí a una distancia infinita, pero luego comprendí que de eso se trataba, de aceptar ese enigma.

      Así, el mismo libro fue brindando algunas claves de comprensión que intenté contextualizar a la luz de la obra de Jung y de sus fuentes. De esta labor que llevó muchas vigilias del año 2010 y que se nutrió del estudio y la indagación realizados durante tres décadas, fue decantando El libro rojo de Jung. Claves para la comprensión de una obra inexplicable.

      No puedo dejar de señalar algunas de las ideas centrales que confirmaron mi modo de comprender la cosmovisión junguiana. Por ahora me limito a tres:

      1 El opus junguiano excede el marco de una psicología empírica científica y es una fenomenología de la experiencia (humana). Esto significa que la teoría psicológica es, en sentido estricto, solo un aspecto parcial de toda la démarche junguiana.

      2 La obra junguiana es, en última instancia, ‘apocalíptica’ pues anticipa la imago dei que se gesta en el alma humana y que constituye la profundidad orientadora de la época.

      3 La alquimia constituye la clave hermenéutica fundamental de la obra junguiana a partir de la década del treinta; es la tradición que da cuenta del simbolismo que debe ser asumido en ese movimiento apocalíptico. (1)

      Por cierto, nuestra obra no pretende ser exhaustiva, ni mucho menos reemplazar la lectura de El libro rojo. Por el contrario, aspira a ser una modesta compañera que el lector podrá olvidar cuando sea capaz de seguir los dictados de su propia profundidad.

      Tanto la realización de esta obra como la edición de El libro rojo en castellano es el resultado del esfuerzo y la colaboración de muchas personas.

      En relación con El libro rojo, quiero agradecer al equipo de traductores constituido por Valentín Romero y Romina Scheuschner, bajo la experta dirección de Laura Carugati, por facilitar mi labor de supervisión general y por aceptar con la mejor disposición las múltiples y reiteradas revisiones que impuso una obra tan exigente.

      La versión castellana del Liber Novus sale hoy a la luz como un hito fundamental de una larga serie de obras de Jung publicadas en nuestra lengua. Los primeros textos traducidos al español fueron artículos publicados a partir de 1925 en Revista de Occidente, en Madrid. Es significativo que la primera traducción al castellano de un libro de Jung probablemente haya sido realizada para la Editorial Sur de Buenos Aires por el chileno-español Ramón de la Serna y Espina —que no debe ser confundido con Ramón Gómez de la Serna— por indicación de la escritora argentina Victoria Ocampo. Jung escribió, en 1934, un Preámbulo a esta traducción, pero el libro salió a la luz recién en 1936. Por ello, en sentido estricto, la primera edición de un libro de Jung fue La psique y sus problemas actuales, Madrid y Buenos Aires, Poblet, 1935. A partir de la Guerra Civil —y hasta la década del sesenta— diversas editoriales argentinas, mexicanas y venezolanas llevaron a cabo traducciones, no siempre adecuadas, de varias obras de Jung. A partir de la publicación de la Obra Completa en inglés y en alemán —iniciadas, respectivamente, en 1953 y en 1958— se fijaron las versiones originales definitivas de los respectivos trabajos, pero las sucesivas publicaciones españolas de Jung no siempre se remitieron a estas. No obstante, aún no contamos con una edición crítica de la Obra Completa en alemán y, por otra parte, hay todavía numerosos trabajos inéditos. Celebramos que la Philemon Foundation se haya propuesto la ímproba tarea de subsanar esta falencia al comenzar con la edición del Liber Novus. Pero el atraso de la literatura junguiana en español hubiera sido mayor si no fuera porque, a fines de la década del noventa, cuando solo se había publicado de modo disgregado menos de un tercio de la obra completa en español, la Editorial Trotta de Madrid encaró la edición de la Obra Completa bajo el cuidado de la Fundación Carl Gustav Jung de España, creada con ese propósito, en 1993. Es mérito personal de Enrique Galán Santamaría —en aquel entonces, titular de la Fundación— que esas nuevas ediciones permitieran asentar un vocabulario junguiano en nuestra lengua, se publicaran todas las ilustraciones y se tradujeran los originales en otras lenguas modernas y clásicas. Es de desear que esta encomiable empresa, aún inacabada y en la que pudimos participar en su oportunidad, pueda continuarse con el rigor que intentó imprimirle su mentor. Asimismo, será de gran provecho para los estudios junguianos que los investigadores de su obra tengan en cuenta el vocabulario técnico que surge de las buenas ediciones en nuestra lengua, pues no pocas imprecisiones se han producido, particularmente por la utilización de anglicismos. Y esto cobra hoy mayor vigencia dado que el Liber Novus pone en perspectiva la démarche junguiana pues reclama una nueva revisión de toda la obra de Jung y de sus fuentes.

      Quiero agradecer, asimismo, al espacio de la Fundación Vocación Humana y de su Instituto de Investigaciones Junguianas en donde cultivamos el estudio de Jung y de sus fuentes, así como a quienes como Alejandro Azzano, José María Bocelli, Sandra Hatton, Lucila Luis, Teresa Mira, Alex Nante, Mariano Nante, Sylvie Nante, María Ormaechea, Alicia Rodríguez, Pablo Tizón, Andrea Trejo, Romina Scheuschner, José Villar se sumaron a este proyecto desinteresadamente, movidos por su anhelo por el saber. En ese mismo contexto, una mención particular merece la incondicional ayuda de la infatigable Elvira D’ Angelo y el aporte de Valentín Romero que, además de revisar esta obra, ayudó en la elaboración de la cronología y del índice onomástico y temático, instrumentos útiles para el lector.

      Por

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